lunes, 30 de julio de 2012

LA RESPONSABILIDAD SOCIAL Y EL EMPLEO JUVENIL


Joaquim González Muntadas
Secretario General de FITEQA CCOO.

Frente al hecho de que en los últimos meses muchas de nuestras grandes y prestigiosas empresas afronten sus dificultades recurriendo al despido como primera opción nos deberíamos preguntar dónde quedan la famosa ‘gestión del conocimiento’, o “el capital humano, nuestra principal riqueza”, con la que tantas páginas se han llenado. Donde  las conferencias y seminarios en los que los ejecutivos explicaban la importancia del desarrollo del talento y la capacidad de compartir conocimientos, y dónde la idea de los recursos humanos como pieza clave de la estrategia empresarial, esencia y eje central de la organización, y las personas como su principal capital.

Precisamente en estas difíciles circunstancias es cuando nos enfrentamos al test real de la fortaleza y vitalidad de la cultura empresarial. Ahora que las empresas disponen de una nueva legislación, a través de la Reforma Laboral, que les permite recurrir al despido de forma fácil, rápida y barata, es cuando la sociedad precisa del proclamado pensamiento empresarial más acordes con los valores que decían defender, de los mayores esfuerzos de diálogo con sus trabajadores y sindicatos para evitar los despidos, a través de la flexibilidad interna negociada y adaptación a la coyuntura de las condiciones laborales con el fin mantener el máximo empleo.

Estas importantes empresas deberían facilitar ejemplos, que fueran más lejos que el mero cumplir la ley, en la gestión de sus recursos humanos y aportar su compromiso con el conjunto de la sociedad. Escuchemos a nuestros jóvenes que emigran a trabajar a otros países europeos cuando nos explican las diferencias entre aquel mundo del trabajo y el nuestro, cuando resaltan que allí han percibido un mayor valor al trabajo y un  mayor valor al propio trabajador, a su formación, a su desarrollo profesional y a la transferencia de conocimientos entre generaciones en la empresa.

Esta crítica la oímos en cada entrevista a chicos y chicas decepcionados de nuestra sociedad y de nuestras empresas, al comprobar el bajo valor que damos al trabajo, y que han visto año tras año a regimientos de jóvenes trabajar en empresas con fuertes beneficios y que publicitan sus códigos de responsabilidad social, con  falsos contratos en  prácticas o de formación y de escaso contenido didáctico. Es verdad que no son todas, que hay también importantes excepciones con experiencias muy ejemplares y  cuyos esfuerzos deberíamos reconocer colectivamente para que su ejemplo sirviera de referencia -o incluso denuncia- hacia otras muchas, pero estas experiencias son demasiado escasas.

Frente a las opciones empresariales que entienden que en las crisis hay que “ocuparse de lo importante” menospreciando sus cacareados compromisos. Frente a los empresarios antiguos, egoístas e ineficaces, ahora, más nunca, es preciso demostrar que la Responsabilidad Social es parte consustancial del ADN de la empresa y que sus compromisos se reflejan también en relación a la contratación de las y los jóvenes. Que los compromisos son algo más que los pasados espectáculos mediáticos de los grandes empresarios, "los cuarenta principales", en Moncloa, donde comprometían la contratación de cientos o miles de nuevos contratos de jóvenes como si de una subasta pública se tratara, para al final nada, mejor dicho, para nada más que una publicidad gratuita en los medios de comunicación el día siguiente.

El empleo juvenil es algo más que compromisos genéricos y más que leyes y planes y más planes; es el esfuerzo del conjunto de la sociedad. Y sobretodo será el resultado de una Acción Sindical decidida de los Sindicatos por situar con fuerza este objetivo en la negociación colectiva, en los convenios colectivos, en los pactos de empresa  y también el resultado de un mayor compromiso de las empresas que aspiren a ser responsables socialmente comprometiéndose a invertir en la formación y consecuentemente, en ayudar a la construcción del futuro profesional de nuestra juventud.

Como reconocemos y reclamamos en CCOO, tenemos muchos frentes que merecen sumar esfuerzos, pero la grave destrucción de empleo y, especialmente, el paro juvenil, deberían presidir todas las negociaciones entre patronal y sindicatos en los sectores y en las empresas, porque la pregunta de a qué o a quién estamos esperando para afrontar esta lacra social que supone que más de la mitad de los jóvenes esté sin trabajo y sin futuro, debería perseguir a todas horas a los agentes políticos, sociales, económicos y al conjunto de la sociedad. Respondamos pronto.

jueves, 12 de julio de 2012

REFORMA LABORAL:EVITEMOS LA DESMORALIZACIÓN


oaquim González Muntadas
Secretario General de CC.OO. Fiteqa

La Reforma Laboral ha sido aprobada tras un largo proceso de contestación, movilización y rechazo en las empresas y en las calles, incluyendo una Huelga General. Ha sido duramente criticada por la mayoría de profesionales del Derecho y la Magistraturala Inspección del Trabajo, la Universidad, coincidiendo con el Movimiento Sindical por considerarla como resume el eslogan que ha presidido la movilización de estos largos meses : " injusta para los trabajadores, ineficaz para la economía e inútil para el empleo". La gran mayoría de los trabajadores y trabajadoras españolas rechaza y teme sus consecuencias porque conocen su contenido, gracias a la extensa campaña de explicación de los sindicatos en asambleas y centros de trabajo, como también por el propio eco en los medios de comunicación.

Desde que el debate en las Cortes Generales empeoró la Reforma, el reto del sindicalismo de hoy está en impedir que de la "movilización sostenida" se pase a la "desmoralización permanente", ya que el peor de los efectos de la Reforma Laboral sería que se instalara el miedo y se extendiera la desmoralizadora idea de que a partir de ahora el empresario ha adquirido el poder absoluto y los trabajadores han perdido toda posibilidad de reacción. Es evidente que es difícil, en algunos casos muy difícil, pero con la misma evidencia hay que afirmar que es posible. Y necesaria.

Aunque la reforma sea un regalo a la discrecionalidad -e incluso a la arbitrariedad- del empresario, la reacción es posible. No sólo por algunas cautelas que aún contiene, sino porque nuestro ordenamiento jurídico, desde la propia Constitución, tiene un determinado carácter tutelar de los derechos de las personas y de los colectivos. Y no es un cheque en blanco porque todas las normas y leyes desde antiguo se han aplicado e interpretado en el marco de una concreta relación de intereses y de la correlación de fuerzas existentes en la sociedad, en las empresas, así como de las movilizaciones y exigencias de los colectivos sociales.

Por ello debemos impedir que se instale entre la mayoría de los trabajadores y trabajadoras la falsa idea de que la regulación y el ejercicio de todos sus derechos y obligaciones empiezan y acaban en el marco legislativo, que empiezan y acaban en el Estatuto de los Trabajadores, hoy profundamente empeorado por la Reforma Laboral. Falso sería no apreciar lo que nos demuestran la historia y el día a día: que la herramienta principal de la clase trabajadora ayer, hoy, siempre, es y será su capacidad de organización, de unidad y de movilización, de organización sindical en los centros de trabajo y, desde ahí, su presencia y su capacidad de propuesta que responda a las demandas que exigen los cambios.

Con más fuerza que hasta ahora, y para contraponerlo como alternativa a la Reforma Laboral, es preciso redoblar esfuerzos para desarrollar e incorporar en la negociación colectiva futura un cuadro reivindicativo con la propuesta y exigencia de nuevas reglas para mejorar los convenios colectivos que, aún hoy, en muchos casos responden a la lógica de una empresa rígida, jerárquica, autoritaria, uniforme y, por tanto, antagónica a la participación de los trabajadores y sus sindicatos.

Tenemos demasiados convenios colectivos poco útiles para gestionar las empresas más flexibles y dinámicas, precisamente aquellas en las que el sindicalismo encuentra mayores dificultades para ejercer su función representativa. Empresas y sectores en los que es más necesario reforzar la presencia de la organización sindical y recuperar la iniciativa a partir de la defensa de una flexibilidad más positiva y equilibrada, evitando que solo responda a las necesidades de la producción, o a la incompetencia empresarial para gestionarla, y pueda responder también a los derechos y las necesidades de las personas. Algo que es ya una realidad en muchos países europeos porque no es una utopía.

Precisamos construir un nuevo cuadro reivindicativo capaz de atender los profundos cambios en las relaciones laborales e industriales que en los centros de trabajo se expresan en una mayor heterogeneidad de intereses, y por tanto, más complejos que ayer: intereses individuales y colectivos, profesionales, para la conciliación, de carrera profesional, salario por objetivos, formación, flexibilidad, trabajo a domicilio, a tiempo parcial, hombres y mujeres, veteranos y nuevas contrataciones, jóvenes, becarios, subcontratados, etc.

Es hora de que el sindicalismo construya, proponga y defienda un nuevo modelo de organización del trabajo que aporte reglas útiles para la mejora competitiva, a la vez que aporte nuevos instrumentos y derechos de información y participación como el mejor dique para hacer frente al autoritarismo que refuerza la Reforma Laboral.

Y para todo ello es urgente recuperar con hechos y resultados el trabajo sindical en los centros de trabajo, convirtiéndolo en el centro de gravedad de los esfuerzos y prioridades de la acción sindical organizada, coordinada y dirigida desde las estructuras sindicales. En una palabra, ahora más que nunca el sindicato precisa tener los pies en el centro de trabajo. Y ahora más que nunca también, los trabajadores y las trabajadoras verán que allí donde hay afiliación, y por ello hay sindicato, sus derechos son respetados.

Tenemos nuevos retos y el sindicalismo español los sabrá abordar con los valores de siempre, con renovadas iniciativas, confianza, solidaridad y la militancia de miles de personas que saben que defender sus derechos no es lo contrario a mejorar la competitividad de sus empresas.