jueves, 20 de junio de 2013

Jóvenes: emprended, emprended, malditos

Joaquim González Muntadas



Si bien el titulo esta inspirado en el conocida película dirigida por Syndey Pollack, ni mucho menos pretende comparar la realidad que vivimos hoy con la de aquellos años de la Gran Depresión ni tampoco con aquellas gentes desesperadas que se apuntaban a un maratón de baile con la esperanza, la única probablemente, de ganar el premio final de 1500 dólares de plata y encontrar, al menos, un sitio donde dormir y comer. Tan  poco  constituye la intención de estas líneas comparar la necesidad de participar en un concurso de baile con lo que significa, para muchas personas, tener que tomar la decisión de emprender una actividad, empezando por el  autoempleo, como alternativa a la falta, o escasez,  de ofertas de trabajo asalariado.

La profunda crisis económica que padecemos está generando la conciencia social de que una posible solución, en muchos casos,  pasa por la actividad profesional independiente, es decir el autoempleo y el desempeño simultáneo de varias actividades profesionales. A esta idea se llega por el convencimiento generalizado de que no es previsible que nuestras grandes empresas, ni tampoco el sector público, sean, como lo fueron hasta hace pocos años, los generadores de los millones de futuros nuevos puestos de trabajo todos ellos necesarios para absorber la demanda de empleo de los millones de jóvenes , y no tan jóvenes, actualmente en el paro.


Este cambio está suponiendo una gran transformación en nuestras tradicionales relaciones de trabajo. Hasta ayer, el emprendedor respondía más al prototipo de persona que no había finalizado los estudios, porque aquellos que sí los finalizaban su aspiración mayoritaria, nada menos que el 60% de los universitarios según las encuestas, ha sido ser funcionarios, trabajar en el sector público o al menos en una "buena empresa",  es decir encontrar seguridad, estabilidad y ausencia de riesgo, todo lo contrario de lo que representa la aventura de emprender.

Emprendedor suena a moderno y actual, a veces incluso a frívolo si es a los políticos a los que se les escucha ensalzarlos;  han pasado de besar a los niños por la calle a besar a los emprendedores en los muchos saraos institucionales que se organizan. Y es así a pesar de que no hay promesas políticas, legislativas, financieras, administrativas ni fiscales más incumplidas que las hechas a los emprendedores, usados, muchas veces, como coartada para esconder el fracaso de malas políticas económicas y laborales en relación a los asalariados y, en no pocas ocasiones, para contraponerlos a la ausencia de eficaces políticas activas de empleo.

Pero tenemos que ser conscientes que tenemos en nuestras universidades y centros de investigación, investigadores valiosos y reconocidos, comprometidos con su trabajo, con potentes proyectos que están esperando ser traducidos en empresa y empleos. Tenemos proyectos que precisan de un emprendedor que puede ser el estudiante que está sentado en la mesa del bar de la misma universidad de ese profesor que sigue encerrado en su laboratorio y con el proyecto en el cajón, un proyecto por el cual ambos podrían asociarse para hacer grandes cosas, impulsadas por esos nuevos instrumentos de apoyo a los emprendedores.

Precisamos que se extiendan y potencien más incubadoras, públicas y privadas, que promuevan ecosistemas que impulsen esos nuevos proyectos y empresas: pymes, start-up, spin-off, nombres hasta ayer desconocidos para el gran público, y hoy tan familiares para esos colectivos de jóvenes que están hartos de buenas palabras, y que esperan los recursos imprescindibles de los Business Angels, Capital Riesgo, o las 3F (Family, Fools & Friends), pero también de los créditos públicos en estos tiempos en los que la financiación bancaria es tan difícil, por no decir imposible, a pesar de los numerosos, pero casi siempre falsos, reclamos de las entidades financieras ("Si tienes un proyecto innovador y necesitas financiación, preséntanoslo"), como bien saben los interesados por experiencia.

Es la hora de pasar de las promesas y la publicidad a los hechos y a la acción. Es la hora de poder decirles a los jóvenes: Emprended, Emprended Malditos, porque encontrareis de verdad el apoyo del conjunto de la sociedad para facilitar que germine la emprendeduría, tan ausente y alejada aún de nuestra idiosincracia social y que en muchos ámbitos, erróneamente se ha podido identificar con la ideología de derechas y conservadora.

Grave error cuando, precisamente,  vemos  que la mayoría de los nuevos proyectos están impulsados por jóvenes llenos de valores y espíritu transformador. Gentes movidas por la curiosidad, la capacidad de sorprenderse, el gusto por aprender, el trabajo cooperativo y el riesgo. Valores, todos ellos, que la izquierda política y social, no sólo no debería dejar que se los apropie la derecha conservadora, sino que, debería impulsar y defender como parte consustancial del proyecto político y social de la izquierda hoy tan necesitado de innovación en las formas pero también,  y mucho,  en el fondo.

miércoles, 5 de junio de 2013

CC.OO. Y VILLAR MIR, LOS DERECHOS SINDICALES NO SON DONACIONES

¡Que difícil es hacerse entender cuando el ambiente está tan viciado!

Seguramente esto es lo que  que estará pensando el Secretario General de FITEQA de CCOO al leer y oír la interpretación que han hecho algunos medios de comunicación y los correspondientes  comentarios en las redes sociales sobre la  carta que le ha dirigido al Sr. D Villar Mir donde, sin complejo alguno y con la razón por delante, este sindicalista le desmiente que su  Federación Sindical haya recibido donación alguna y en cambio en la misma le confirma, con el  orgullo del trabajo bien hecho, porque es verdad,  que firmó con la empresa Fertiberia,  hace ya bastantes  años  un Acuerdo de Derechos Sindicales que contempla los medios y recursos  de cada sindicato para garantizar la correcta función de representantes de los trabajadores y trabajadoras de esa empresa.

Una empresa que ha vivido una reconversión industrial muy dura y permanente, con fuertes luchas y movilizaciones, como otras muchas,  pero eso sí, donde no ha sido necesario esconder las siglas de cada sindicato y delegar en los comités de empresa para garantizar la unidad de los trabajadores. No ha sido preciso diluir a los sindicatos en coordinadoras, plataformas o sucedáneos, porque el papel de los sindicatos ha sido durante más de 30 años el eje de las relaciones laborales de esta empresa, del conjunto del Sector de Fertilizantes español, y un ejemplo del sindicalismo de clase Confederal.

Como resultado de la negociación colectiva, en Fertiberia hay un Acuerdo Sindical de carácter convencional, de donde nacen los recursos y los derechos sindicales para la correcta función de los representantes sindicales de la empresa. En Fertiberia hay sindicatos organizados y con recursos para financiar, en una empresa con múltiples centros de trabajo  las reuniones, las asambleas, los desplazamientos de las personas de los diferentes centros, la formación, la negociación del convenio, las comisiones de seguimiento de las comisiones industriales, los plenarios de delegados o los congresos, que son gestionados por cada sindicato y no porque la empresa autorice o no las actividades en función de su financiación, como sucede en no pocas empresas, donde a veces solo se financia a los comités.

Una empresa que ha vivido una fuerte reconversión, como todo el sector de fertilizantes español, europeo y mundial, donde la madurez y la inteligencia de los trabajadores y sus representantes sindicales, y de la empresa, han permitido que hoy Fertiberia sea una realidad industrial  robusta,  con empleo estable y  de calidad, una empresa que exporta y a la vez se ha internacionalizado. Una realidad que desmintió hace ya 15 años aquellas voces mayoritarias que querían enterrar el sector de fertilizantes en España por ser una industria que decían madura,  obsoleta y no competitiva.

Estamos tan mal, tan mal que -incluso a veces desde sectores progresistas y de izquierdas- se llega a confundir, en esta vorágine de desaliento y desmoralización social,  derechos sindicales legítimos y conquistados, con prebendas y donaciones o incluso corrupción.

Precisamente cuando todavía faltan conquistar muchos recursos sindicales en las empresas privadas españolas, conquistar muchos derechos de información, de participación, de formación sindical, porque es el derecho y la obligación del sindicalismo confederal luchar por ellos y ejercerlos con transparencia y honradez, como así se hace en los cientos de empresas de todos los sectores en nuestro país.

Por  esto es tan necesario defender la legitimidad de los derechos sindicales y evitar que estos se confundan con dádivas o prebendas. Por esto es tan peligroso para la democracia y los interés de los trabajadores y trabajadoras que venza la calumnia y la desinformación de los sectores interesados en ensuciar y degradar los derechos sindicales e impedir las relaciones laborales sindicalizadas y maduras en las empresas españolas para las que la fuerza sindical organizada es imprescindible. 

martes, 4 de junio de 2013

Necesitamos más "i" minúscula

Un hombre pasea por delante de una obra y pregunta a tres trabajadores que están en ella

-¿Qué  hacéis?


-¿No lo ves?, le contestó malhumorado el primero de ellos, "estoy rompiendo piedras".


- Me estoy ganando la vida construyendo una cruz de piedra, le dijo el segundo con actitud resignada.



- Yo estoy construyendo una catedral-, le contestó ilusionado el tercero.

Esta conseja ilustra la importancia de la información en la actitud de cada trabajador, y es el primer peldaño de la participación y la implicación de la que puede surgir la innovación en los centros de trabajo. Si aspiramos a crecer y mejorar nuestro modelo productivo tendremos que confiar, mucho más de lo que muchas empresas lo están haciendo, en esa fuerza que no se alimenta con grandes recursos y, que hoy, ni está en los Presupuestos del Estado, ni en la mayoría de nuestras empresas.

Tendremos que confiar en la "i" minúscula, esa que forma parte de la tan repetida fórmula: "precisamos más I+D+i.". Un deseo que a veces se ha convertido en espacio común, pero otras muchas en referencia retórica y vacía, cuando se llevan a cabo políticas públicas de recortes en este campo, o con los débiles esfuerzos que la mayoría de nuestras empresas han venido realizando.

Nuestro futuro está en esa " i " minúscula, que espera ser removida y motivada en todos los departamentos y secciones de las empresas. Esa " i " minúscula que define la innovación como la fuerza y potencia que surge de las personas y de las organizaciones motivadas. Esa fuerza que proporciona saber que se está construyendo una catedral y no solo picando piedra; la fuerza de las personas motivadas que conocen para qué sirve su trabajo y lo desarrollan en un buen clima laboral, donde se sienten valorados y reconocidos.

La innovación precisa de una gestión que haga sentir la importancia de cada persona en la organización o en la empresa, que valore cada singularidad como una fortaleza, que ayude a aflorar los inmensos conocimientos que tiene cada trabajador individualmente y cada grupo, conocimientos que están durmiendo a la espera de que la motivación les despierte y los canalice la participación en el proyecto.

La innovación es creatividad que se promociona sólo desde la confianza, y ésta precisa de información veraz sobre la realidad de la empresa, de sus dificultades y de sus ventajas, de sus proyectos futuros, de las inversiones, de los salarios, de las pérdidas, de los beneficios, de las contrataciones, de las promociones.

Para innovar se precisa algo más que órdenes claras y un salario a final de mes. Por esto muchas de nuestras empresas con su organización del trabajo taylorista y unas relaciones laborales jerarquizadas, cuando no autoritarias, difícilmente podrán esperar que algún día despierte la innovación, porque falta la motivación y la participación de la mayoría de sus trabajadores y trabajadoras en el proyecto, que a igual que el trabajador de la metáfora, no hace mucho más que picar piedra.

Las empresas de éxito, aplanando su jerarquía y transformándose en organizaciones más horizontales y flexibles, demuestran que la fuerza de innovar la tienen las personas inspiradas, implicadas desde un ecosistema que promueve la creación, el trabajo en equipo y la capacidad de compartir ideas, creando espacios comunes de comunicacio
́n e intercambio. Por eso, si queremos avanzar hacia un nuevo modelo productivo, es esencial e inaplazable potenciar el diálogo, la participación y los consensos en las empresas. Es fundamental mejorar el clima laboral y superar la desconfianza, hoy tan extendida y presente en las relaciones laborales de muchas de nuestras empresas.

Para despertar esa " i " minúscula que es la innovación, dormida en muchos centros de trabajo y tapada por unas relaciones laborales viejas, no ayuda la última Reforma Laboral que ha reforzado el envejecido "ordeno y mando", ese santo y seña que hace que muchos trabajadores y trabajadoras desde la "rigidez funcional" perciban que no son parte de la construcción de la catedral.

El reto de patronal y sindicatos está en introducir cambios de fondo en nuestro sistema de negociación colectiva que permita convertir a los convenios colectivos en instrumentos útiles, tanto para la gestión eficiente en las empresas como para que ayuden a remontar la difícil situación que vivimos. Somos conscientes de que muchos de nuestros déficits se explican por la pérdida gradual y constante del valor social del trabajo y de la empresa como centro de gravedad, y por no haber atendido las relaciones laborales como un indicador del modelo económico y productivo que tenemos y que precisan una modernización urgente, para que puedan ser un impulso del cambio que precisamos, sustentado en la participación y la implicación de los trabajadores y las trabajadoras.