martes, 29 de abril de 2014

CON JOSÉ LUIS MONTESINOS (CC.OO) "LA JUSTICIA VA A CIEGAS"




Joaquim González Muntadas
Ex Secretario General de Fiteqa CCOO.


Se dice que la "justicia es ciega",  y así imaginaban los antiguos a la Diosa de la Justicia, con los ojos vendados, la espada y una balanza. Ciega porque no debe responder a favoritismos y porque sus actos deben basarse  sobre hechos reales y verídicos. Pero en algunos casos nuestra justicia, más que ciega, parece "que va ciega o a ciegas" como es la imputación de José Luis Montesinos dirigente de CCOO, construida en base a  relatados tan falsos y distorsionados que pueden llevar a conclusiones erróneas.

Se mezclan hechos delictivos, robos de dinero público, intrusos en pólizas financiadas con dinero público, sacos de billetes de 500€ enterrados en jardines, compra de chalets y decenas de pisos, unos hechos que CCOO ha sido el primero en denunciar y reprobar. Se ha construido una Babel de hechos que nada han tenido, tienen, ni tendrán que ver con la actividad sindical, ni con las formas de actuar de CCOO  ni de  sus dirigentes. 

Se mezcla a personas que hace quinquenios que dejaron su responsabilidad y su actividad sindical para seguir relacionándolas con el sindicalismo, contribuyendo a desprestigiar su función.  Se mezclan chanchullos de responsables políticos y la inclusión de familiares y amigos en pólizas manipuladas con dinero de la administración, pretendiendo confundirlo con la intervención y el asesoramiento sindical en la negociación de los despidos colectivos, y el trabajo de sus técnicos en la defensa de los intereses de los trabajadores y trabajadoras afectados por las extinciones de sus contratos de trabajo.

Se mezcla todo y sale una pócima letal para los sindicatos que,  es de esperar ,que no la beba la sociedad democrática y en especial los trabajadores y trabajadoras de este país, pero que está resultando muy útil para los sectores que sueñan con verlos desaparecer. 

Se  nos acusa, y por esto se imputa a una Federación Sindical de CCOO, el  haber realizado actuaciones mercantiles con una empresa gestora que, entre sus actividades, contaba la formalización de pólizas de prejubilaciones o de seguros; una empresa que, antes de ser intervenida judicialmente, trabajaba legalmente para cientos de empresas de todos los sectores de actividad y percibía sus honorarios de las empresas que requerían sus servicios, no sólo de la Junta de Andalucía, de la que cobraba sobrecomisiones,  según el proceso.

Y, con todos los respetos a la actuación judicial, estas premisas son erróneas, y si no expresan mala fe,  como seguro que es el caso, al menos, parten de un desconocimiento absoluto de lo que implica la negociación de los despidos colectivos en las grandes y medianas empresas, de la complejidad de las medidas a adoptar para cada colectivo, de los múltiples supuestos que deben contemplarse, de la infinidad de estudios actuariales y costes, de las innumerables acciones sindicales individuales y colectivas, en fin, todo aquello  que trabajadores, sindicalistas, y empresarios que los han sufrido, conocen sobradamente.

Y sobre el traído y llevado cobro de estos servicios por parte de los sindicatos, podrá haber opiniones distintas; habrá  incluso quien opine que los sindicatos no deberían cobrarlos jamás,  pero  otras personas, en especial sus afiliados y afiliadas, hasta hoy,  han entendido que sí, que están en su derecho porque es legal y es de justicia.

Y a título informativo, para saber de qué estamos hablando  y a que hechos se refiere, más allá de  los titulares de prensas,  la imputación a José Luis Montesinos del pasado 25 de abril por el juzgado nº 6 de Sevilla, diremos que se trata de una  póliza de 200€ mes, hasta un total de 12.000€, que aprobó el órgano de dirección de FITEQA CCOO, para la viuda de un trabajador de esta organización en Madrid, que murió prematuramente y apenas le dejó recursos. 

Y la pregunta que nos podemos hacer es, ¿qué tiene que ver esto con el caso de los ERES de Andalucía? Nada. Ni nada tiene que ver con los millones de euros de la causa de los ERES , con los Ruiz  Mateos de turno, con el blanqueo de dinero y toda esa podredumbre. Nada de nada. Nada tiene que ver, y por esto, en su comunicado de prensa, CCOO exige celeridad y responsabilidad para aclarar los hechos y dejar las cosas en su sitio de una vez. Para dejar a cada cual en su lugar, sabiendo que el  de José Luis Montesinos y el de CC.OO. están en el del trabajo honrado como quedará demostrado, aunque entre tanto, el coste personal y sindical  será  tremendo. 

Pero con todo, y a pesar de este hecho tan injusto - que se corregirá seguro con la verdad - no debería debilitar, ni un ápice,  nuestra confianza en la justicia, porque sin confianza en el estado de derecho la convivencia democrática sería imposible.


jueves, 17 de abril de 2014

No habrá cambio de modelo productivo sin cambio de las relaciones laborales

Sabemos --o al menos así se repite en muchos ámbitos-- que precisamos un cambio de modelo productivo que refuerce y amplíe nuestra base industrial, para lo cual es imprescindible situar la innovación, la formación y la cualificación de las personas en el centro de las preocupaciones y los esfuerzos. 

Un cambio de modelo productivo que exige múltiples transformaciones públicas y privadas, entre ellas, cambiar las relaciones laborales que son una rémora. Están pensadas para un viejo modelo productivo dominado por empresas y sectores de bajo valor añadido y para competir en una económica menos abierta y global que la actual. 

No habrá nuevo modelo productivo si no somos capaces de cambiar las bases y la filosofía que inspiran la gestión de las personas, y si sus gestores no aprecian la necesidad de cambiar los valores dominantes por otros centrados en la gestión de nuevas formas y maneras de trabajar y de relacionarse en la empresa.

No habrá nueva economía sin unas relaciones laborales que sitúen la búsqueda del conocimiento y la creatividad en el centro mismo de la gestión empresarial. 

Es necesario reconocer que cada persona aporta un valor único y diferencial, base de la motivación para mejorar la cualificación profesional, la innovación y la competitividad.

Se trata de un cambio de modelo productivo que precisa de nuevas formas de flexibilidad interna sustentada en el diálogo y la información sobre la marcha de la empresa a los trabajadores. Nuevas relaciones laborales que faciliten lo que es el principal factor de competencia: la capacidad de anticiparse y responder a los cambios con celeridad y flexibilidad. 

Tenemos que desprendemos de la vieja y pesada losa de unas relaciones laborales --que ha extremado la última reforma-- que minusvaloran el papel del trabajo y de los trabajadores en la empresa y estimulan la malsana flexibilidad, basada en el despido y la temporalidad generalizada que ha generado un mercado de trabajo enfermo e impropio de la nueva economía. 

Esa que necesita entornos motivadores y orientados a la búsqueda de creatividad, pero que exige mayor, pero también mejor flexibilidad. Son nuevas políticas retributivas relacionadas con los objetivos compartidos, trabajo en equipo e innovación. Justo lo contrario de las formas autocráticas y jerárquicas que rigen la mayoría de nuestros convenios colectivos.

En países como Alemania nos enseñan que sus relaciones laborales pueden representar una clara fortaleza competitiva. Así lo explicaba hace más de una década, el Ministro alemán del Trabajo, Walter Riester, en el Congreso de los Diputados de su país en un histórico discurso el 22 de junio de 2001: “Nuestra Ley Sindical es la norma fundamental de las empresas, la piedra angular del sistema alemán de relaciones laborales. Partiendo del exitoso modelo de participación que tenemos actualmente, debemos elaborar un modelo para el futuro que permita incentivar el diálogo entre los trabajadores y los empresarios ante una nueva situación económica. [...] Estamos convencidos de que quien hoy invierte en la motivación de sus trabajadores y favorece su participación democrática en las empresas estará en un futuro mejor preparado para afrontar nuevos retos económicos”.

Es necesaria la participación sindical en las empresas para ampliar y mejorar la duración de los proyectos empresariales. Algo parecido afirmaba con meridiana claridad Ramón Paredes, cicepresidente de relaciones institucionales de Seat y el Grupo Volkswagen, en los Diálogos de KPMG / Banco Sabadell publicado el 13 de abril por La Vanguardia, sobre los cambios que está viviendo el sector del automóvil en nuestro país: “les debemos mucho y se debe reconocer a los sindicatos que han sabido adaptarse a las nuevas circunstancias y se les debe recuperar para la nueva fase de reindustrialización”.

Diálogo, transparencia, información y participación son pilares necesarios para construir el cambio de modelo productivo que tanto necesitamos. 

En una palabra, democracia industrial, la misma que ya reclamaba Marcelino Camacho en los principios de los años 80 del pasado siglo cuando denunciaba las dificultades que existían para que la “Democracia traspasara las paredes de las empresas de nuestro país”.

Es una necesidad pendiente de conseguir en millares de empresas españolas para poder dejar atrás los graves errores y déficits de la economía del pelotazo, del corto plazo y la baja productividad y recolocar la industria, revalorizar el capital humano y modernizar nuestras relaciones laborales, una condición sine qua non, para poder mirar el futuro con esperanza


miércoles, 2 de abril de 2014

ESPAÑA Y CATALUÑA, NECESITAMOS CARPINTEROS




Debo confesarles que me produce una extraña sensación leer los periódicos y ver como cada fin de semana se va ensanchando un poquito más la zanja de las diferencias entre Catalunya y el resto de España. 

Esta semana la sensación ha sido especial al coincidir, en el temprano AVE de Barcelona a Madrid, con la conversaciones de mis vecinos de vagón, que, por lo que dicen, unos iban a presentar un proyecto nuevo a su principal cliente y los otros acudían a una reunión que a las pocas horas tendría lugar en el Parador de Segovia con compañeros de varios provincias de su misma empresa multinacional. 

Oía cómo comentaban las mismas noticias que yo estaba leyendo, las de cada lunes explicando los mítines y discursos del fin de semana, en los que cada uno resalta el valor de sus banderas mientras afirman que "no nos moverán", y reclaman más madera, hablando de "choque de trenes" y advirtiendo desafiantes que ya se apartarán los otros porque "nosotros", dicen, tenemos la Constitución y no se toca o porque nosotros tenemos la calle. 

Una actualidad que algunos cronistas la describen como emocionante, e incluso divertida, pero que compruebo que mis vecinos, como yo, la viven con preocupación. 

Zaragoza, mitad del viaje, y pensando ya más en la primera reunión de la mañana en Madrid que en la actualidad. Pero vuelvo a oír los comentarios de mis vecinos, llenos de sentido común, que expresan el temor a las fatales consecuencias para sus vidas si hay una mala resolución del conflicto. 

Oigo y comparto cómo reclaman puentes y diálogo con argumentos que me recuerdan una breve historia (desconozco su autor o autora y por ello lamento no poder citarlo) muy utilizada por los profesionales de la negociación y mediación de conflictos.

La historia dice: 

No hace mucho tiempo, dos hermanos que vivían en granjas adyacentes cayeron en un conflicto. Era el primer conflicto serio que tenían después de 40 años de cultivar sus parcelas juntas, hombro con hombro, compartiendo maquinaria e intercambiando cosechas y bienes en forma continua. Esta larga y beneficiosa colaboración terminó repentinamente. Comenzó con un pequeño malentendido que fue creciendo hasta llegar a ser una diferencia mayor entre ellos, hasta estallar en un intercambio de palabras amargas, seguido de semanas de silencio.

Una mañana, alguien llamó a la puerta de Luis, el mayor de los dos hermanos. Al abrir la puerta, encontró a un hombre con herramientas de carpintero.

- Estoy buscando trabajo para unos días --dijo el extraño--. Quizás usted requiera algunas pequeñas reparaciones en su granja y yo pueda serle de ayuda.

- Sí --dijo el mayor de los hermanos--, tengo un trabajo para usted. Mire al otro lado del arroyo, hacia aquella granja: ahí vive mi vecino, bueno es mi hermano menor. La semana pasada había una hermosa pradera entre nosotros y él tomó su bulldozer y desvió el cauce del arroyo para separar las fincas. Lo hizo, creo, para enfurecerme, pero le voy a hacer una mejor. ¿Ve usted aquella pila de desechos de madera junto al granero? Quiero que construya una cerca, una cerca de dos metros de alta, ¡no quiero verlo nunca más!

El carpintero respondió:

- Creo que comprendo la situación. Muéstreme dónde están los clavos y la pala para hacer los hoyos de los postes, y le entregaré un trabajo que le dejará satisfecho.

El hermano mayor ayudó al carpintero a reunir todos los materiales y dejó la granja por el resto del día para ir a por provisiones al pueblo.


El carpintero trabajó duro todo el día, midiendo, cortando, clavando…

Cerca del ocaso, cuando el granjero regresó, el carpintero justo había terminado su trabajo. El granjero quedó estupefacto, cayó su mandíbula... 

No había ninguna cerca de dos metros. En su lugar había un puente que unía las dos granjas a través del arroyo. Era una preciosa obra de arte.

En ese momento, antes de que pudiera reaccionar, su vecino, su hermano menor, vino desde su granja y, abrazándole, le dijo:

¡Eres un gran tipo! Mira que construir este hermoso puente después de lo que he hecho y dicho.


Atocha, fin del viaje. Y entre los "hasta otra" y "ha sido un placer" nos deseamos suerte para que sobresalgan, aquí y allí, esos carpinteros que nos ayuden a construir los necesarios puentes con materiales resistentes, esos mismos materiales que son la base de los mejores estados federales de los que tanto podríamos aprender. Puentes de diálogo y política, aunque construirlos no sea tan emocionante y divertido como el fácil trabajo de levantar una cerca bien alta como falsa solución.