domingo, 31 de agosto de 2014

Hablemos de la patronal


Joaquim González Muntadas
Director Etica Organizaciones SL


Día a día oímos y leemos desde múltiples y diversos foros propuestas y opiniones de cómo deberían ser y qué deberían hacer nuestras organizaciones sindicales para mejorar su función. Y si escuchamos con atención a algunos líderes de CCOO y UGT podríamos afirmar que hay conciencia en el mundo sindical de la necesidad de actualizar sus programas, repensar sus medios y revolucionar las formas con las que relacionarse mejor con su afiliación y poder garantizar mejor la participación de los trabajadores y trabajadoras en los centros de trabajo.

Pero al mismo tiempo, lo que no deja de ser sorprendente, podemos comprobar lo poco que se opina, se escribe y analiza sobre la actividad patronal y la parte de responsabilidad que tienen estas organizaciones en las serias limitaciones que padecen nuestras Relaciones Industriales y Laborales de las que son también protagonistas principales. 

Se analizan poco las consecuencias, para unas relaciones industriales maduras y entre los representantes de las empresas y los de los trabajadores, del muy escaso interés que expresan la mayoría de los empresarios por la función y actividad de las asociaciones patronales que les representan, como reflejan de forma clara las encuestas de opinión empresarial. 

Tampoco se aborda qué significan las bajísimas tasas de afiliación a las patronales, exceptuando contados casos. La baja afiliación, la poca implicación y la cooperación entre empresas es una expresión más de la sociedad española poco amiga del asociacionismo. Desconfía de todo aquello que significan estructuras estables de representación, ya sean partidos políticos, sindicatos, patronales, asociaciones o entidades mil, lo que se acentúa si además éstas requieren una adhesión estable y el pago de una cuota.

Es preciso hablar también, y sin compasión, cómo se habla desde todos los sectores de opinión de las organizaciones sindicales, de los errores y de los aciertos de la patronal si queremos mejorar nuestras relaciones laborales. Es preciso hablar de su parte de responsabilidad en las dificultades que impiden modernizar nuestras relaciones laborales o sobre la escasa independencia de muchas patronales del poder político de sus respectivos territorios.

Es necesario hablar de esos pequeños y particulares intereses de algunos sectores patronales que han imposibilitado durante décadas, y seguirán impidiendo si no se corrige, la necesaria reforma de la vieja y disgregada negociación colectiva, dificultando además la desaparición de miles de minúsculos convenios provinciales vacíos de contenido. Esto ha supuesto graves impedimentos para la necesaria construcción de amplios convenios colectivos sectoriales que posibiliten, combinados con la negociación de determinadas materias en las empresas, modernizar y superar una negociación colectiva con miles de convenios colectivos vacíos de contenido. 

Es conveniente no olvidar que la única razón de existir de éstos es el interés en mantener asesorías y asesores patronales enemigos de las relaciones laborales basadas en la participación, el diálogo y la mediación en el conflicto de los agentes sociales, un tejido asesor cuya razón de ser se halla precisamente en la judialización de los conflictos.

Es necesario hablar también de la importante e irremplazable función social que tienen que tener en una democracia avanzada las organizaciones patronales. Así como valorar y reconocer socialmente el esfuerzo que realizan miles de empresarios y empresarias que ponen a disposición su tiempo y los recursos de sus empresas para ejercer la función de representar a las empresas de sus sectores y territorios. 

Y es necesario, porque los cambios económicos y sociales lo demandan y los nuevos retos lo exigen, que el mundo patronal español afronte también sus reformas, que repiense sus actuales estructuras, como algunos lo están haciendo ya con fusiones y alianzas. 

Es necesario que los empresarios más innovadores y con más éxito de cada sector se impliquen en sus organizaciones patronales, como es habitual en la mayoría de los países europeos, como una expresión más de su responsabilidad social empresarial con la articulación democrática de la sociedad. 

La pregunta es si la patronal española está también revisando su función, en unos momentos en los que por diversas razones la gran mayoría del tejido asociativo político y social de nuestro país se están mirando hacia adentro para reconocer sus déficits y acometer sus reformas. 

La duda razonable está en si habrán dirigentes empresariales, igual que lo son algunos líderes sindicales, que sean conscientes de la necesidad que tiene el mundo patronal de actualizar el discurso, de repensar sus medios, de revolucionar sus formas, para garantizar el interés y la implicación de la mayoría de los empresarios. 


viernes, 8 de agosto de 2014

EMPODEREMOS A LOS TRABAJADORES EN LAS EMPRESAS

Joan Coscubiela en su excelente ponencia “necesidad, legitimidad y utilidad del sindicalismo” nos invita a reflexionar desde una batería de interrogantes, que confirman la fuerza y el poder que tienen las preguntas como herramientas para la investigación y la innovación.

Una pregunta directa y descarnada que formula es: ¿es útil hoy el sindicato?. Mi respuesta y la de muchos ciudadanos será, por experiencia propia e ideología, un rotundo sí. Pero la matizamos, para hacerla más adaptable a la reflexión y nos preguntamos si los trabajadores y las trabajadoras perciben hoy la utilidad del sindicato, posiblemente la respuesta será un mayúsculo: Depende.
Dependerá del ámbito profesional y laboral en el que se encuadré el trabajador y trabajadora, del sector y de la empresa y también de lo que entienda de la función de un sindicato. Sabemos que hay amplios sectores de la sociedad que pueden identificar más a otras organizaciones sociales y políticas como protagonistas en la lucha por la justicia social y contra las desigualdades, aunque vean al sindicalismo compartir plazas y calles en sus luchas y objetivos, lo que probablemente puede expresar que el trabajo y sus condiciones colectivas, para una parte importante de la sociedad, han dejado de ser la base donde se dirime la lucha por la transformación social y que el empleo ya no es la base de la ciudadanía portadora de derechos y obligaciones.

La condición de trabajador ha perdido fuerza en favor de otras identidades "no materiales": raza, género, edad o territorio. Identidades, que para muchos ciudadanos y trabajadores con media y alta cualificación, generan mayores estímulos que el empleo y las condiciones de trabajo para acudir a la acción colectiva ya que entienden más útil el ámbito individual para la defensa de su profesionalidad que el colectivo, al que identifican con los trabajadores de mas baja cualificación, precarios o fuera del mercado de trabajo y al sindicato más en la acción social y política, que es lo que transmiten los medios de comunicación.

Tenemos un sindicalismo institucional y socialmente fuerte, y menos fuerte dentro de las empresas, desorientado en la nueva empresa pos-fordistas, donde no ha conseguido como la mayoría de la izquierda pasar de discusiones nominales sobre la globalización, el cambio tecnológico o la flexiseguridad, etc, sin situar una nueva tabla programática y reivindicativa donde alinear la acción más allá de la resistencia.

El cambio en las empresas se ha hecho sin una atención sindical suficiente y desde un pensamiento neoliberal cuyo objetivo es marginar al sindicalismo de los centros de trabajo y de las nuevas formas de gestión, y hacerlo prescindible para amplios colectivos de trabajadores y trabajadoras. Hay muchas empresas donde lo importante sucede al margen de la representación sindical, como la gestión de las carreras profesionales, la retribución por objetivos y resultados, las nuevas formas de comunicación abiertas y verticales entre las personas, borrando jerarquías y generando nuevos e informales liderazgos, el impulso del emprendimiento interno, las encuestas de clima laboral y los procesos de feedback, el voluntariado corporativo en el que participan cientos de trabajadores y trabajadoras, la acción social o la información sobre las políticas de Responsabilidad Social.

La pregunta es qué papel aspira a jugar el sindicalismo en las grandes y medianas empresas -que son la base de su afiliación - que desde canales y formas nuevas se promueve la participación de amplios colectivos dejando fuera a los representantes sindicales cuya función se reduce a representar sólo a una parte de la plantilla y a negociar solo cuando la situación es de crisis.

Hemos concedido un débil valor a la participación en la empresa, como lo demuestran los escasos resultados en la negociación colectiva en esta materia, quedando incluso sin desarrollar en la gran mayoría de convenios colectivos los tímidos avances que en materia de participación se han ido incorporando durante décadas en los Acuerdos Confederales.

Ese débil interés por conquistar espacios de participación en la empresa no deja de ser un contrasentido cuando hoy el "empowerment" ha entrado hasta lo más profundo del pensamiento de la izquierda y es el centro de los ámbitos políticos, sociales y culturales. Como dice Ignacio Muro, refiriéndose a las relaciones laborales en su libro imprescindible "Esta no es mi empresa", el “empoderamiento” del trabajo es una prioridad que significa que generar influencias es necesario para ser reconocido y respetado ya que, ma
́s que nunca, tener poder vale la pena".

Creo que, sin abandonar un ápice la acción sociopolitica, una prioridad del sindicalismo está en conquistar poder en las empresas y en los centros de trabajo, precisamente allí donde más le molesta y le teme la derecha conservadora y al poder económico.