miércoles, 28 de enero de 2015

Coletas y pantuflos, la política--espectáculo

El pasado sábado 24 de enero, con el lógico interés de quien se preocupa por la política y la cosa pública, me puse a escuchar con atención la entrevista en el programa La Sexta Noche a Pablo Iglesias, líder de Podemos. Este partido político, según la mayoría de las encuestas que lo sitúan como primera fuerza política en intención de voto para las próximas elecciones generales, tiene serias posibilidades de gobernar.

Una entrevista seguida por 2.100.000 espectadores, algo que evidencia el lógico interés por conocer las opiniones del político de más éxito de nuestro país aunque se presenta aún sin un programa concreto y evaluarle. Ha conseguido ciertamente ser el centro de atención pública e ilusionar a millones de ciudadanos con un mensaje genérico, de cambio y regeneración democrática, y ha sabido construir nuevos símbolos, con un nuevo lenguaje, alejado de complejos análisis, lo que le está permitiendo proponer soluciones aparentemente fáciles e inmediatas. Con un discurso de colega a colega, directo al rencor que siente la mayoría de la sociedad por estos años de crisis, convirtiendo así a Podemos en el espejo de la sociedad, un requisito esencial para ejercer el liderazgo social.

Era previsible el éxito de audiencia y a la vez su gran repercusión en las redes sociales de esta entrevista en La Sexta Noche, por el interés en escuchar y conocer directamente la opinión del protagonista y su análisis más detallado y preciso, que hasta hoy apenas se ha pronunciado, o que no ha sido más allá de las generalidades que impiden hacerse una opinión clara de lo que propone en caso de gobernar. En momentos tan particulares como los que estamos viviendo, muchas personas esperábamos oír su opinión sobre los temas centrales que un gobierno debe afrontar con algo más que vaguedades y eslóganes.

No hubo suerte y asistimos a un Aquí hay Tomate, un espectáculo impostado y teatral, con un rifirrafe entre un periodista provocador y previsible, propio de un troll, en argot de internet, y un político famoso, atacándose con descalificaciones e insultos que más allá del buen o mal gusto (sobre lo que no hay nada escrito), era muy decepcionante para quienes esperábamos algo más que ver las habilidades de un buen polemista, y nos quedamos con las ganas de un entrevista que se recordara como el debate entre el padre de Zipi y Zape, don Pantuflo, con El Coletas.

Lo que vimos fue la táctica recurrente de la ambigüedad en el mensaje político, evitando con ello tener que concretar políticas y propuestas evaluables, lo que es mucho más eficaz y por supuesto más rentable electoralmente, como estudia Murray Edelman (1919-2001), en La construcción del espectáculo político, donde explica que se deben evitar las promesas claras que puedan resultar incómodas para algunos potenciales electores.

Es evidente que la entrevista de La Sexta Noche consiguió con nota el objetivo de la ambigüedad, pues no entró en ningún tema al detalle, a pesar de su larga duración. No sé si el mérito se lo debemos al líder de Podemos o sucedió a pesar suyo. En todo caso no fue una entrevista política, más allá del beneficio en audiencia y publicidad que le pueda haber aportado a la cadena de televisión.

Porque si como se afirma hoy por algunos políticos, que los platós televisivos son el ámbito principal del debate político y se llega al electorado desde la política como espectáculo, sin duda podemos afirmar que el programa de El Coletas y Don Pantuflo fue una gran aportación a la ciencia política, y su altos niveles de seguimiento serían también una muestra clara del nuevo impulso de la participación ciudadana en la política que vive nuestro país. Pero también deberíamos aceptar que si la política es espectáculo, los ciudadanos y ciudadanas no seremos más que unos meros espectadores que cliquean un me gusta, no me gusta, o retwittean lo que ha dicho mi político favorito.

Esperemos, que el debate político sea algo más que un espectáculo y que un día podremos escuchar una entrevista con profesionales del periodismo, respetuosos con la persona y sus ideas, pero que quieran saber algo más que los titulares de las propuestas y las anécdotas, donde Iglesias responda con franqueza y humildad, aunque le incomode la pregunta y el debate político pueda ir mucho más allá de El Coletas y Don Pantuflo.

miércoles, 21 de enero de 2015

No hay sindicato sin emoción de militancia

Joaquim González Muntadas
Director de Ética Organizaciones SL 

Debate sindical *

El pasado 31 de diciembre José Luis López Bulla en su muy activo Blog ‘Metiendo Bulla’ cerraba el año con un artículo titulado ‘La fascinación del sindicalismo’ donde de nuevo propone a las direcciones  de CCOO y UGT, que inicien e impulsen, dentro y fuera de sus estructuras sindicales, el diálogo, el debate y la reflexión, que circulen el aíre y las ideas para superar la ‘crisis’ y afrontar  el porvenir y la renovación del sindicalismo del siglo XX, y para responder con eficacia a las exigencias de la realidad del mundo del trabajo, de los trabajadores y trabajadoras de hoy, del siglo XXI (1). 

Sugiere la necesidad de conocer el estado de ánimo y emocional de las gentes de los sindicatos, y cómo están viviendo los y las sindicalistas su compromiso con los valores y la misión de la actividad sindical, en unos momento de dificultades provocadas por la crisis, y por el profundo cambio representado por la globalización y la revolución tecnológica. También por el desconcierto ante los fuertes ajustes y los despidos en los propios sindicatos, y el lógico sentimiento de incomprensión que causan los constantes ataques y campañas que han debilitado el prestigio de la función de los sindicatos y la reputación de sus miembros. 

Son muchos los discursos, informes y artículos que se publican diariamente analizando el papel  de los sindicatos, unos defendiendo lo hecho, otros alentando al cambio, algunos, incluso, deseando su desaparición. Y se publicarán más propuestas y opiniones, unas críticas, otras de apoyo, afirmando la necesidad, que comparto, de transformar la relación con los problemas, la función y los programa de acción, porque entienden que los sindicatos deberían acometer una profunda renovación.

Pero, como apunta López Bulla, hay una pregunta imprescindible, que va más allá de los programas de acción y las plataformas reivindicativas, y que las dos confederaciones, igual que cualquier empresa u organización que viva el cambio deberían responder: ¿con qué emoción los dirigentes y cuadros sindicales ejercen su actividad día a día? ¿con qué nivel de ilusión los militantes sindicales viven su compromiso? Porque precisamente la emoción e ilusión de las personas comprometidas es la constituye la energía más determinante para el éxito en  sus objetivos.

Los cambios que se han producido y se siguen produciendo en la sociedad y en la política son muchos y muy profundos. Están exigiendo nuevas formas de comunicación, de lucha y de relación dentro de las empresas, pues deben revolucionar la gestión de las personas, de los equipos que tienen muy poco que ver con los viejos valores de las rígidas y piramidales jerarquías, las viejas estructuras de la empresa fordista, y las  organizaciones hechas a su semejanza, como son también los sindicatos. 

Cambios profundos en las formas de gestión que hagan de las organizaciones sindicales un ejemplo de participación activa, de modo que, en sus distintos niveles, sea la iniciativa de sus miembros y no la consigna, la base de un liderazgo centrado en empoderar, formar y habilitar a su militancia, en saber escuchar con intuición. Es preciso renovar las viejas formas de dirigir, gestionar y organizar las estructuras sindicales que hoy demuestran ser lentas y estrechas para organizaciones que precisan aprender y comprender constantemente las nuevas complejidades del mundo del trabajo. Nuevas formas de gestión y dirección que salgan del círculo del erre que erre, de la costumbre. Que rompan la monotonía y la falta de emoción tan extendida que viven tantos ámbitos de la militancia sindical. Urge mejorar y abrir de par en par las puertas de la innovación, formar a la gente, comunicar mejor dentro y fuera, mimar la discrepancia para potenciar la participación, y evitar vivir de lo que fueron aciertos del pasado. 

Conscientes de que, en la  mayoría de ocasiones, la auténtica exploración no puede limitarse solo a la búsqueda de nuevos territorios y nuevos programas de acción, sino que debe ser también capaz de aprender a ver con nuevos ojos la realidad presente. Porque es muy posible que también ahí estén muchas de las soluciones, empezando por la necesidad de recuperar el valor de la militancia y conseguir mirar hacia el futuro desde la acción, el coraje y la confianza, que han sido siempre valores intrínsecos del sindicalismo. Ofrecer a la militancia una organización con espíritu de servicio y transparente, donde se reconozca el esfuerzo y el  trabajo bien hecho de su gente, que es mucho. Unas organizaciones empáticas, capaces de escuchar, humildes e inquietas por  aprender y formarse, y donde la militancia  sepa  que está compartiendo su  implicación y su compromiso con los mejores.  

Como en el cuento de Eduardo Galeano en la historia del niño a quien su padre llevó a descubrir el mar, y fue tanta la inmensidad ante sus ojos, que el niño tartamudeando pidió al padre que le ayudara a mirar. Nuestras organizaciones sindicales ante la complejidad de los cambios, la dureza de las críticas y reproches que están recibiendo,  están en el momento de pedir a la militancia sindical: ‘ayudadnos a mirar’. Ayudadnos a mejorar, porque de estudios, informes generales y tesis, tenemos llenas las estanterías y los despachos. Ayudadnos a recuperar la emoción y la ilusión de representar a los nuestros, a la clase trabajadora. Porque sin esta emoción e ilusión podrá haber muchas estructuras, locales, anagramas, delegados, secretarías y órganos de dirección. Pero no habrá sindicato.


(1)                                               http://lopezbulla.blogspot.com.es/2014/12/la-fascinacion-del-sindicalismo.html



* Referencias anteriores de este debate

 

 

Isidor Boix: (2) DEBATE SINDICAL PARA SABER DÓNDE ESTAMOS, DE DÓNDE PARTIMOS

Javier Aristu:  El sindicato y el nuevo proyecto social

Paco Rodríguez: A VUELTAS CON LOS SINDICATOS

Ramón Alós: A PROPÓSITO DEL DESCONCIERTO DE LOS SINDICATOS

Soledad Gallego-Diaz: Ni se les ve ni se les oye

Paco Rodríguez:  HABLEMOS DE LA AFILIACIÓN SINDICAL

JLLB: SINDICATOS Y EL MONOPOLIO DE LA NEGOCIACIÓN

Magdalena Nogueira y otros: Sindicatos: De la concertación (social) al desconcierto (general)

Quim González: ¿TIENE CABIDA EL SINDICALISMO EN LA EMPRESA ABIERTA?

JLLB: LA PARÁBOLA DEL SINDICATO 



viernes, 16 de enero de 2015

27 de septiembre, ocho meses más ¡qué pereza!



Oír cacerolas, como ha sucedido estos días en cualquier calle de Catalunya, reclamando al President de la Generalitat que ponga las urnas para votar, ha sido un sarcasmo que invita a pensar en los contrasentidos políticos que vivimos.

Oír a los portavoces de ANC, arrogándose la voz de la sociedad civil, afirmar que si el President no convocaba elecciones antes de las municipales para que el pueblo catalán pudiera ejercer su derecho a decidir, repetirán las movilizaciones en la calle, pero dirigidas a Artur Mas, parece la escena de un cazador cazado.
Oír durante semanas al President de la Generalitat lanzar propuestas sobre sus condiciones y condicionantes para convocar las elecciones anticipadas sin cuidar la mínima y elemental consideración hacia los partidos políticos y la ciudadanía catalana que no son soberanistas, afirmando sin ningún disimulo, que convocará esas elecciones sólo si tiene la garantía de ganarlas, es algo que no deja de sorprender e incluso preocupar.

Oír, como si estuviéramos ante la quintaesencia de la generosidad patriótica, tácticas sobre los criterios de listas electorales: únicas o separadas, de país, listas del President, listas del procès, cuando la realidad, y no se le escapa a nadie, es la simple y terrenal razón de la imperiosa necesidad de maquillar debilidades y buscar un desesperado salvavidas político, no es nada gratificante para quienes creen que el juego electoral es algo más que un simple juego de cortos intereses partidistas.

Oír con grandilocuentes palabras explicar las conversaciones o negociaciones entre CDC y ERC para convocar dentro de ocho meses, el 27 de septiembre las, según nos dicen, más trascendentales elecciones de los últimos 300 años de la historia de Catalunya, no deja de causar perplejidad, cuando sabemos que el centro de la discusión ha estado, sin muchos disimulos, en quién atrapa a quién o quién gana a quién.
Pero hoy, y cada día que pasa más, la realidad de este debate, el proceso hacia la independencia, pierde interés o, al menos, tiene que compartir actualidad. Lo hemos visto en estas fiestas de Navidad y Fin de Año cuando de forma muy generalizada que, para la mayoría de los ciudadanos, el tema central de nuestras apasionadas conversaciones ha girado en torno a las próximas elecciones al Congreso de los Diputados y sobre las encuestas recientes que anuncian cambios radicales.

Las conversaciones  se han centrado en opinar sobre el nuevo cuadro político y el papel de los nuevos actores surgidos desde las elecciones europeas. El protagonismo de las discusiones no han sido el si o no a la independencia de Catalunya. Han sido sobre la bondad o maldad de las propuestas de Podemos. No han sido sobre Mas o Junqueras. Han sido entre quienes ven a Pablo Iglesias como un iluminado peligroso y quienes le ven como el esperado líder y futuro presidente del gobierno de España.

Ésta ha sido la agenda en la mayoría de las comidas, cenas y copas en estos días, junto a  la corrupción, la recuperación económica real o no, la precariedad laboral, el paro, la desigualdad y las miles de personas afectadas por la hepatitis C y no "el procès"  Porque es ahí donde la mayoría de la sociedad tiene puestas sus preocupaciones o esperanzas. Son las cosas de la vida de lo que han hablado con pasión y preocupación en la mayoría de los hogares españoles, y también en Catalunya. Una realidad muy distinta a la del pasado año, pues parece mentira que hayan pasado sólo dos meses desde aquel 9 de noviembre, donde el derecho a decidir, o mejor dicho, la independencia o no de Catalunya acaparó nuestras conversaciones.

Y ahora el 27 de septiembre, otra efeméride histórica más para el consumo interno. Otra vez en la noria de las elecciones permanentes y una coartada más para poder aplazar la gestión de gobierno y la solución de los problemas, sustituyéndolo por  más discursos grandilocuentes, más banderas, más himnos, mientras nuestras empresas, universidades, centros de investigación, escuelas, hospitales, personas dependientes seguirán esperando soluciones.

Qué pereza da volver a empezar otra vez más, con más publireportajes y debates monotemáticos en los medios de comunicación oficiales. Otra vez nos pasarán a toda velocidad la película para intentar que se difumine la cruda realidad de nuestro país, que reclama soluciones urgentes. Como aquel hombre de la fábula que tenía tanto miedo de sus huellas que, en lugar de caminar, siempre corría, cuando lo único que conseguía era aumentar el número de éstas, que es lo que le sucede a Catalunya, donde cada día aumentan los  problemas sin resolver. Sólo cabe esperar que toda la izquierda y el movimiento sindical muy en particular, esta vez encuentren su pancarta


martes, 6 de enero de 2015

EL PSOE Y SU PROPUESTA DE UN NUEVO ESTATUTO DE LOS TRABAJADORES




Joaquim  González Muntadas 
Director de Ética Organizaciones SL



En estas fechas, ya prácticamente de convocatoria a las urnas, cada propuesta y cada palabra pronunciada por los diversos partidos políticos tiene, más allá de su envoltorio, una clara intención electoral y en muchos casos electoralista. Ya ha empezado el concurso de cometas, que es lo que parecen muchas propuestas de los programas electorales que se presentan al electorado como "soluciones fáciles y rápidas".

Por eso, tiene interés oír una iniciativa política y electoral que por su calado debería merecer atención, reflexión y debate. Me refiero a la que ha presentado el PSOE, concretamente su responsable de Empleo, 
María Luz Rodríguez, al afirmar que, en caso de gobernar, su partido se compromete a abrir y dirigir un proceso de diálogo y negociación con los agentes sociales para abordar la construcción de un nuevo Estatuto de los Trabajadores. Una propuesta que va mucho más allá de la promesa, como se venía afirmado hasta ahora, de que su primera medida, si gobierna, sería dejar sin efecto la última reforma laboral del Partido Popular.

Es meritorio comprometer hoy la iniciativa de construir un nuevo Estatuto de los Trabajadores. Es una propuesta ambiciosa, y muy arriesgada también, como podemos apreciar si repasamos la historia, llena de dificultades y conflictos, que se ha vivido en todas y cada una de las modificaciones que ha sufrido el actual Estatuto de los Trabajadores, nacido ahora hace 35 años.

Elaborar un nuevo Estatuto de los Trabajadores es una propuesta, por compleja y difícil, muy poco electoralista. Pero es una buena iniciativa proponer la elaboración de nuevas reglas que respondan a las diferencias entre aquella economía, aquella empresa y aquel mercado laboral de los años 80, cuando se aprobó el actual Estatuto de los Trabajadores, nacido para reformar las viejas y no democráticas leyes laborales del franquismo, y la realidad de hoy, en la que además inciden centenares de normas de la Unión Europea.Proponer nuevas reglas que atiendan la realidad de las nuevas tecnologías presentes en los centros y en los nuevos empleos, que respondan a las nuevas formas de trabajar y que regulen nuevos instrumentos de participación e información de los trabajadores y sus sindicatos, es una necesidad.

Significa atreverse a afrontar la realidad del actual mercado de trabajo, tan distinto de aquel donde apenas había tres millones de mujeres con empleo, frente a los ocho millones actuales tras su masiva incorporación, lo cual ha transformado las relaciones sociales, familiares y laborales profundamente, que nos exige una nueva mirada hacia los derechos y las obligaciones, como son la igualdad, la conciliación o la salud. Poco tiene que ver con aquel mercado de trabajo de los años 80 donde el 18% eran jóvenes menores de 25 años, cuando hoy, los de esta edad, no alcanzan el 5%.

Un nuevo Estatuto de los Trabajadores que, además de regular las relaciones laborales, actualice los derechos sindicales de información y participación y la negociación colectiva. Dos capítulos que hace muchos años esperan reformas profundas, pero en la dirección contraria a las producidas en la última reforma laboral, ya que precisan cambios que aclaren y fortalezcan el papel de los sindicatos en los centros de trabajo, cambios que ayuden a racionalizar y mejorar la calidad de nuestra negociación colectiva, la que en los países más avanzados constituye el instrumento más importante y eficaz para afrontar los cambios, una asignatura pendiente desde hace mucho en nuestro país.

Así que es una buena noticia que en el acalorado debate político que vivimos, centrado en reformas territoriales y modelos de estado, se coloque también en el centro la discusión sobre el modelo de relaciones laborales e industriales que queremos y necesita nuestro país, y evitar así lo que ha sido nuestra costumbre, los parches y las reformas improvisadas, cuando no impuestas, con nefasto resultado.

Esperemos que esta difícil propuesta --aunque muy necesaria, que necesitará de un fuerte liderazgo, autoridad y credibilidad de quien aspire dirigir su negociación-- tenga suerte y pueda contar con el compromiso de todos, especialmente de los agentes sociales, para construir unas relaciones laborales del siglo XXI, más justas y útiles para impulsar el cambio de modelo productivo que necesitamos.