viernes, 17 de abril de 2015

La danza del cambio entre CC.OO. y UGT

Un dicho cheroqui dice:
Escucha los susurros y nunca tendrás que escuchar los gritos”.

Ignacio Fernández Toxo, Secretario General de CCOO, afirmó hace ya bastantes meses, refiriéndose a su sindicato: “Debemos mirar más profundo, más hacia nuestro interior para ver cómo estamos haciendo las cosas y cómo debemos hacerlas. En la lógica de repensarnos, debemos caminar hacia una nueva ética militante”. Y lo ha repetido con idénticas o muy parecidas palabras en sus discursos y entrevistas. En su discurso en la 2ª Asamblea Confederal del pasado mes de marzo, Cándido Méndez, secretario General de UGT, afirmaba con la misma voluntad que UGT necesita “un cambio integral en la estructura del sindicato. Hay que cambiarlo desde abajo, hemos hacer del sindicato una organización más cercana a los trabajadores”.

La contundencia y radicalidad de estas afirmaciones expresan que la dirección de ambos sindicatos coincide en la necesidad de impulsar un cambio en sus estrategias y prácticas. Un “cambio profundo” que precisará de innovadoras reformas en sus estructuras, puesto que demanda nuevos procedimientos, nuevas normas y códigos más eficaces, como los que ya están debatiendo y aprobando estos dos sindicatos para garantizar el más absoluto rigor y transparencia en unas organizaciones especialmente complejas por su dimensión y sus descentralizadas estructuras.

El cambio que anuncian los líderes sindicales de CCOO y UGT va más allá de resintonizar algunos mensajes para adaptarlos a los actuales medios tecnológicos y de comunicación, van mucho más allá de actualizar y modernizar su imagen y lenguaje, mucho más que un cambio defensivo frente a las evidentes dificultades que vive hoy el mundo del trabajo y en particular el sindicalismo, como consecuencia de la crisis, la precarización, el individualismo etc… que añaden nuevas dificultades a la actividad sindical.

El cambio que anuncian aspira a ser transformador, ya que responde a la voluntad de “repensar y cambiar desde abajo” estas organizaciones, como afirman sus secretarios generales. Ello conlleva irremediablemente la necesidad de cambiar muchas creencias, así como, y de forma particular, las  actuales formas de relacionarse con sus afiliados y afiliadas, innovando las formas e instrumentos que estimulen y garanticen la participación y el protagonismo de la militancia. Nuevas formas de dirigir, de comunicar y de participar, que recuperen el valor, la emoción y el orgullo de la militancia sindical.

Un cambio para cuya gestión necesariamente deberán plantearse las mismas preguntas que todas aquellas organizaciones, instituciones o empresas que aspiran a impulsar un profundo cambio que mejore su función se deben responder: ¿cuál es la visión y la misión del sindicato hoy?, o ¿qué valores son los que comparte su militancia? Porque sin las respuestas a tales preguntas difícilmente una organización puede producir el cambio profundo que necesita, como afirma Peter Sege, autor de “La Quinta Disciplina” uno de sus éxitos relacionados con el cambio y el desarrollo organizacional, y del que he tomado prestado el concepto de “la danza del cambio” como título de este artículo.

Preguntas que aún no responden la mayoría de las opiniones que leemos y oímos sobre lo que deberían o no deberían hacer los sindicatos para afrontar sus dificultades. Opiniones, en su gran mayoría, centradas en el contenido de las reivindicaciones, de los programas y de las políticas, como si ahí estuviera el único o el principal déficit y, por ello, la solución a todos sus problemas.

El militante sindical sabe que no es ahí donde residen las principales dificultades a la hora de realizar su función. Que los problemas no están en el contenido de lo que hace el sindicato, que en la mayoría de las ocasiones es más de lo que puede. Sabe, por historia y experiencia propia, que no hay recetas mágicas o universales ante realidades tan diversas y cambiantes como es el mundo del trabajo en el que opera. Y más allá de su idealismo, que es muy necesario en la militancia sindical, intervienen múltiples factores y variables que determinan lo que proponen, defienden, negocian o acuerdan los sindicatos en las empresas, en los sectores o en la concertación social como la correlación de fuerzas, las leyes, los tipos de contratación, el tamaño de la empresa, si es pública o privada, los niveles de afiliación, el sector productivo, industria o servicios, la cultura empresarial, la unidad sindical, la situación económica, el paro, la precariedad, etc. etc.,

El militante sindical sabe que no serán las generalidades ni los radicalismos, tan comunes en la  política, pero tan minoritarios en el sindicalismo, hacia donde debe encaminar su práctica. Que lo que le debilita no es la responsabilidad y el sentido común – que en general han presidido la política sindical, como se confirma claramente, por citar algunos ejemplos, en la banca o las empresas del automóvil, donde ambos sindicatos han negociado medidas complejas y difíciles y donde los trabajadores y las trabajadores afectados reconocen su buen trabajo con el voto mayoritario en las recientes elecciones sindicales-. Ni les debilita firmar convenios colectivos, ERES, reformas para el sostenimiento del sistema de pensiones, acuerdos salariales con la patronal, e incluso negociar con un gobierno de derechas del PP las ayudas necesarias, aunque insuficientes, para los desempleados. Aunque estas prácticas puedan ser criticadas por muchos de los que coinciden con el sindicalismo en las calles en la movilización social, posiblemente porque sólo ven su función en las plazas y no en los centros de trabajo, no es ésto lo que ha debilitado su papel.

El cambio profundo y necesario para el sindicalismo está, como apuntan en parte sus líderes, en mejorar cómo se hacen las cosas y con quién: la innovación más importante en la mayoría de las empresas y organizaciones que han sabido generar nuevas formas de crear valor, donde se identifican las diferencias entre unas personas, instituciones y organizaciones y otras, reside, precisamente, en el cómo: cómo se dirige y se gestiona, cómo se construyen las opiniones y se relaciona el sindicato con su afiliación y con el conjunto de los trabajadores y trabajadoras; cómo se verifican los aciertos y se aprende de ellos, y cómo se corrigen los errores con humildad y valentía, cómo se valora el aprendizaje y la formación de sus cuadros.

Cambios que recuperen el valor y el orgullo para el conjunto de hombres y mujeres comprometidos con el sindicalismo de esa “nueva ética militante”, porque saben que no se puede pedir valentía y rebeldía sin ser valientes y rebeldes. Y porque no falta ni valentía ni rebeldía entre los miles de personas que forman estas dos organizaciones, CCOO y UGT sabrán realizar su danza del cambio para conseguir organizaciones capaces de escuchar los susurros. Lo necesitan los trabajadores y trabajadoras, la justicia social y la democracia española.