jueves, 25 de febrero de 2016

Jordi Évole, “Salvados” y el sindicalista valiente.

Homenaje a Isidor Boix, el "sindicalista valiente"





El sindicalista valiente, sí, hablamos de una persona real, de un veterano sindicalista en activo,  con una larga y fructífera historia de compromiso con la lucha por los derechos políticos y laborales en España y los derechos humanos en el mundo. Valiente, porque se necesita valor y también mucha seguridad en su trabajo para levantar el dedo y pedir la palabra para dar una opinión que  va contracorriente de lo "políticamente correcto".

Eso es lo que ha hecho Isidor Boix Lluch al matizar  -y también contradecir-, al periodista Jordi Évole, una figura mediática de las más reconocidas y prestigiosas de nuestro país, al poner en cuestión el contenido de algunos aspectos del programa “Salvados” de “La Sexta”, emitido el pasado 21 de febrero sobre la industria de la moda, “Las víctimas de la moda”.

Isidor Boix, responsable sindical en representación de la Federación Sindical Internacional IndustriALL Global Union” y coordinador de la aplicación del Acuerdo Marco Global que esta organización tienesuscrito con el Grupo Industrial Inditex, expresa su opinión crítica en un comunicado http://iboix.blogspot.com.es/2016/02/la-industria-de-la-moda-y-el-rigor-del.html donde  desde el convencimiento de la experiencia de trabajo, y la necesaria denuncia, afirma que es posible avanzar en la conquista del  trabajo “decente”.

La crítica más directa al programa "Las víctimas de la moda" que hace Isidor Boix en su artículo es la ausencia de toda referencia al trabajo sindical que están realizando, tanto  IndustriALL Global Union, como los sindicatos locales de esos países, y muy particularmente en Camboya, con fuertes luchas de los trabajadores y trabajadoras. Unas luchas en las que el sindicalismo, nacional e internacional, presente en las empresas multinacionales textiles españolas, ha sido parte muy activa en muchas de ellas. Información, documentación y contactos que fueron ofrecidos, sin éxito, a los autores del programa para su mejor investigación sobre las condiciones de vida y de trabajo en Camboya y otros países asiáticos, pues hubieran posibilitado un programa más completo y riguroso. Como finaliza dicho artículo: "para que reaccionen los consumidores, los trabajadores, los sindicatos, (…), toda la sociedad, para que las marcas internacionales tomen nota, para que todos nos impliquemos más”.

lunes, 15 de febrero de 2016

Los obreros existen

"El progreso no consiste solamente en mejorar el pasado: consiste en ir desde adelante hacia el futuro" Gibran Kahlil Gibran (Líbano, 1883 ­1931)

Sí, sí, los obreros y las obreras aún existen. Aunque se vaya consolidado poco a poco la interesada idea de que gracias a la transformación económica debida a la globalización, la implantación de las nuevas tecnologías y la modernización de la empresa, y pretendan que creamos que los obreros y los “viejos trabajos”, duros, repetitivos e insalubres, son cosa del pasado. Y que en las empresas de hoy todos son colaboradores, intraemprendedores o emprendedores, cuando no socios, ya que, gracias a la nueva organización del trabajo flexible, la calidad total y las nuevas tecnologías, el trabajo se ha adaptado a la persona, lo que habría convertido al “viejo obrero” en el nuevo trabajador creativo, autónomo y libre.

Dicen que no hay razón de sindicatos porque ya no hay motivo para representar. Ni contraposición de intereses porque los intereses no son ya contrapuestos. Los medios de comunicación, las películas (salvo excepciones, como la recién estrenada obra de arte francesa “LA LEY DEL MERCADO”) y las series de televisión nos suelen describir una sociedad sin trabajo y sus conflictos, donde la empresa se identifica solamente con sus ejecutivos y accionistas. Poco a poco, el trabajo ha ido desapareciendo de nuestra realidad cotidiana, como si ya no existiera el mundo productivo, como si la dureza del trabajo fuera algo de ayer, identificado sólo con aquellas antiguas fábricas textiles o la vieja siderurgia. Sin embargo, la realidad de nuestro mundo del trabajo es menos dulce. La explotación, la dureza, la precariedad y el autoritarismo siguen presentes en muchos ámbitos del trabajo. En algunos de los grandes centros de distribución y logística, en los hoteles limpiando habitaciones, en las residencias de la tercera edad, en lasfábricas de manufactura, en lasingenierías y grandes empresas de las TICs, en elsector financiero y de seguros, en las cadenas de montaje, o en losfalsos autónomos, etc.. Trabajos duros y condiciones precarias donde no sólo no han desaparecido los accidentes de trabajo, ni las horas extraordinarias que no se cobran (el 55,6% según El País 15­2­2016), ni la fatiga, sino que se ha sumado el mayor control que han aportado las nuevas tecnologías y también el estrés que provoca la generalizada inseguridad en el empleo. Aunque se pretendan ocultar y se les niegue visibilidad, los obreros existen. Ahí están los millones de trabajadores y trabajadoras, incluidos los más cualificados, con unas condiciones de trabajo quen constituyen una pedrada en ese bonito escaparate de las nuevas teorías que llenan libros y conferencias y que quieren hacernos creer que se ha superado el conflicto social en la nueva empresa, que nos explican los nuevos paradigmas en la gestión de las personas, la Dirección por Valores, la Responsabilidad Social, y  el perfil del nuevo líder empresarial que entiende que el centro son las personas, etc., etc. Unas teorías en realidad, por desgracia, aplicadas en una escasísima minoría de nuestras empresas y que poco tiene que ver con la realidad general delmundo del trabajo en nuestro país Y para recordárnoslo ahí está de nuevo, un año más,el Índice de Calidad del Empleo, elaborado por la OCDE y publicado por Expansión el pasado 6 /2/2016.


Podemos ver, como indica el titular, que somos el peor país para trabajar, y que la calidad de nuestro empleo es la peor entre los treinta y cuatro países desarrollados con una nota de 2,4, sobre 10, solo por delante del 1,5 de Grecia y lejos del 5,2 de Italia, del 6,4 de Francia y sideralmente lejos de Dinamarca, Alemania, Australia, Suecia, Noruega, Holanda, todos con una nota por encima de 8. Veremos que tenemos una malísima nota, no únicamente por nuestras altísimas tasas de paro, y el elevado número de personas desempleadas de larga duración, que supera el 13%, frente a la media de la OCDE que no alcanza el 3%. Ni tampoco sólo por el elevado riesgo, el más alto, de perder el empleo. Sino también porque el salario relacionado con su valor de compra está muy por debajo de los países de nuestro entorno. Una realidad, las condiciones de trabajo, que reclama una mayor atención por parte de la izquierda política, y para lo que hay que ir más allá del abstracto y genérico concepto de ciudadanía. Hay que incorporar, en el centro del discurso, la preocupación por el valor social del trabajo y sus condiciones, evitando que se separen, como está sucediendo, de la innovación. Y aunque no parezca muy moderno, si la izquierda política, la nueva y la menos nueva, aspira a mejorar las condiciones de vida de la clase trabajadora, es preciso que vuelva a situar entre sus prioridades la necesidad de potenciar y reforzar la afiliación, la organización, la modernización del papel de los sindicatos en los centros de trabajo y la negociación colectiva. Porque es ahí, en gran parte, donde tenemos pendiente la principal revolución: modernizar la empresa y humanizar el trabajo. 



miércoles, 3 de febrero de 2016

Industria 4.0 y el sindicato del futuro

"La Industria 4.0 se va a introducir, más pronto que tarde de lo que nos imaginábamos. Los sindicatos deben estar preparados para el enorme impacto sobre el empleo, las condiciones de trabajo y los derechos de los trabajadores, y centrar su atención en lograr una transición justa"Jyrki Raina,  Secretario General de IndustiALL Global Unión.

Primero fue la máquina de vapor, luego la electricidad; en los años 70, la automatización, y las TIC en los noventa. Ahora ha empezado una cuarta ola, una nueva revolución industrial que transformará el qué, el quién, el cómo y el dónde se producen los bienes y servicios.

Hablamos de la Industria 4.0, concepto que fue acuñado en Alemania para describir la fábrica inteligente con todos sus procesos informatizados e interconectados por internet y se caracteriza por la incorporación masiva de robots autónomos, de análisis e integración  de los grandes datos de información de forma horizontal y vertical, y por la extensión del “Internet de las cosas”. Se refiere a la posibilidad de interactuar a través de la red mediante el uso de microprocesadores dentro de los objetos, reduciendo con ello el tiempo y las acciones humanas, y que ya vemos hoy en muchos procesos de la industria química, energética, alimentaria, del sector de la automoción o en la gestión del almacenamiento y la distribución. O muchos productos de consumo, como es el caso del refrigerador que de forma automática conecta directamente con el supermercado al quedarse sin existencias, etc.

Hablamos de un nuevo modelo de producción en el que las máquinas se relacionan entre sí desde una nueva conectividad, aportando mayor flexibilidad en los tiempos de reacción y permitiendo menos residuos y producciones en lotes más pequeños, casi "a medida"; y que por lo tanto representa un cambio profundo en la industria y en la producción, que modifica la naturaleza de las relaciones entre proveedores, fabricantes y clientes. Y al cambiar la relación entre el trabajador y la máquina, así como las condiciones de trabajo, cambian también las relaciones laborales.

La pregunta es cómo reaccionará e intervendrá el sindicalismo frente a este cambio y esta nueva realidad que empieza a estar presente en algunas empresas. Por el bien de los trabajadores y trabajadoras, esperemos que sea con iniciativa e interés. En esta línea estamos viendo buenos ejemplos en algunos países europeos, muy especialmente en Alemania, donde el sindicalismo ha situado esta cuestión en el centro de sus estudios, análisis, debates y propuestas para la acción sindical. Una actitud especialmente positiva -esperemos que cunda el ejemplo- ya que, por la historia, sabemos que los sindicatos no son organizaciones especialmente acostumbradas a abrir los brazos para recibir la innovación.

Más allá de reconocer las muchas y profundas dificultades que están sin resolver por parte del sindicalismo ya sea nacional, europeo y global, es esperanzador ver que desde los sectores más avanzados se producen hoy rigurosos trabajos y llamamientos para evitar el riesgo de inacción o reacción tardía frente a esta nueva Revolución Industrial. 

Ese sindicalismo, el más innovador, sabe que la Revolución Industrial 4.0 implicará una nueva reorganización en un mundo en el que probablemente algunos puestos de trabajo desaparecerán y otros nuevos emergerán, y habrá profundos cambios en los derechos y los deberes del trabajo dentro de la empresa. Sabe también que esta nueva tecnología traerá grandes beneficios para las empresas y en particular a las grandes  multinacionales al ofrecer un acceso instantáneo y actualizado de la información sobre la producción en las cadenas de suministro, al posibilitar la planificación y la respuesta más rápida a las tendencias comerciales. Un sindicalismo que con razón se pregunta dónde quedan los derechos de los trabajadores en esta “empresa inteligente” pues intuye los riesgos que se pueden derivar para sus derechos, ya que la nueva tecnología facilita una mayor capacidad de control y supervisión de la conducta y del rendimiento de los trabajadores.

Pero también es consciente de la oportunidad que puede representar la conquista de nuevos espacios de creatividad e innovación para la acción sindical y la negociación colectiva, en la construcción de soluciones que mejoren y humanicen el trabajo de las personas, nuevas fórmulas de reparto del trabajo; mayores competencias profesionales y mayores niveles de participación y más justo reparto de sus beneficios, evitando que la mistificación y la adoración a la tecnología devalúen el valor del trabajo y que el avance tecnológico solo sirva para destruir y precarizar el empleo, crear mayor desigualdad y hacer más ricos a los ricos. Esperemos que ahí, en la Industria 4.0 y la empresa del futuro estén también presente con fuerza los sindicatos para garantizar una transición justa. De su capacidad e iniciativa dependerá.

martes, 2 de febrero de 2016

El conflicto de Cataluña, ¿más madera?

"El problema es la confusión, no la ignorancia": Karl Weick


La disciplina matemática de la teoría de juegos se ocupa del mejor comportamiento de las personas a la hora de afrontar un conflicto y su negociación y distingue entre aquellas negociaciones en las que uno gana lo que pierde su contrario, es decir que el resultado suma cero, y aquellas otras, de suma variable,  en las que las dos partes pueden ganar juntas.

En las relaciones laborales y en los duros conflictos de intereses que se generan en las empresas, en los sectores y en la negociación colectiva en  general,  vemos múltiples ejemplos de esta teoría. A pesar de que en el planteamiento inicial cada una de las partes se pueda percibir como antagonista irreconciliable constatamos que, en la inmensa mayoría de las ocasiones, gracias a la inteligencia  y a la conciencia de sus protagonistas, ven la necesidad de encontrar el acuerdo. Desde esa conciencia  consiguen generar el esfuerzo y la imaginación para encontrar el  interés común, convirtiendo el resultado final de la negociación en una suma variable, que es la única que garantiza unas relaciones estables de confianza,  más allá incluso de que al inicio del conflicto pudiera  parecer imposible. 

También sabemos que cuando los conflictos se abordan desde la prepotencia y el ultimátum, la negociación siempre acaba en fracaso y, como demuestra la historia, las consecuencias son siempre catastróficas y con daños que en la mayoría de las ocasiones se reconoce que si las aspiraciones empresariales o las reivindicaciones sindicales hubieran sido más realistas, habrían podido evitar graves perjuicios y frustraciones en ambas partes.

Algo parecido puede suceder en el conflicto catalán: sí, sí, conflicto y grave. El mencionado dilema de la teoría de juegos está expresando con toda claridad la lógica de la negociación de "suma cero", y si no se corrige dicha estrategia, sus previsibles y graves consecuencias para las dos partes en perjuicios y frustraciones. Los últimos acontecimientos, expresados en  discursos y declaraciones preñados de plazos, ultimátums y decisiones unilaterales, colocan intencionadamente a este conflicto en la órbita de una negociación  sin salida y en la lógica de la negativa  "suma cero". Y si no se remedia, se sitúa en el ámbito de los  conflictos que la historia y la experiencia nos han demostrado siempre, siempre, que acaban provocando la destrucción de ambos, ya que la reacción acaba prefiriendo la pérdida, el daño y la destrucción del otro como única contrapartida. 

La realidad, hoy en el año 2016, en Europa, en España y Catalunya con la grave crisis económica y los serios problemas e incertidumbres políticas, sociales, de valores, ambientales, de seguridad etc. es que estamos obligados a resolver el principal problema, la principal piedra en el camino de nuestro futuro, un camino suficientemente encrespado y embarrado, que es el encaje de Catalunya en España. 

Como sociedad madura, nuestra obligación es encontrar alternativas imaginativas, nuevas, legales y reformistas que miren al futuro y den una solución de suma variable. Soluciones que sabemos que no  pueden construirse desde la prepotencia y ultimátum, ni respondiendo sólo a las exigencias del  50% de la sociedad catalana;  ni, tampoco y hay que decirlo también, desde el enfrentamiento con la gran mayoría de nuestros conciudadanos del resto de España que disfrutan, padecen, sienten, lloran  con lo mismo que la gran mayoría de las personas que vivimos y trabajamos en Catalunya. Y sueñan también con una sociedad más formada, más competente, más rica, más justa, más solidaria y más feliz. 

Lo sabemos todos, los de aquí y los de allí, no se alcanzará ni con silbidos al Rey, ni con desplantes de éste a los representantes de las instituciones catalanas. No lo alcanzaremos gritando ¡más madera!  a los maquinistas de los dos trenes hasta conseguir el anunciado  gran choque. Un choque,   que seguro, seguro, que beneficiará a los mismos y también lo pagarán los de siempre.