martes, 14 de junio de 2016

Industria 4.0, los trabajadores no somos robots

Ya están aquí, llenando páginas y horas de conversación, esos artilugios capaces de moverse con autonomía y de realizar tareas que, hasta ahora, sólo podíamos hacer las personas, esos protagonistas que solo existían en la imaginación de los novelistas de ciencia ficción. Ya están aquí los robots acompañados de computadoras con inteligencia artificial, en nuestros hogares, centros de estudio, carreteras y lugares de trabajo: robots diseñados para analizar su entorno y adaptarse a él, gracias a su capacidad de aprender nuevos comportamientos, capaces de imitar nuestra forma de razonar a partir de recopilar pruebas, estudiar datos, construir hipótesis, buscar evidencias y encontrar respuestas.

Robots y aplicaciones que ya están presentes en despachos de abogados analizando, comparando, deduciendo leyes y sentencias, redactando demandas; en laboratorios de investigación y en  centros clínicos ayudando a los médicos en el diagnóstico y tratamiento a los pacientes; en refinerías, en las plantas químicas, en las cadenas de montaje y en las entidades financieras. Con sus brazos antropomórficos capaces de levantar 50 kg en cada mano y a la vez tener una precisión de 0,02 mm o coger un huevo sin romperlo, conviven y colaboran con los trabajadores en sus puestos de trabajo, permiten liberarles de las actividades más penosas, repetitivas o peligrosa, y también logran en algunas operaciones una precisión jamás alcanzada por las personas.

En algunas empresas bautizan a los robots con nombre de personas, y corren a batallón por las naves de los almacenes de logística recogiendo los productos antes de ser enviados a los clientes para llevarlos a las mesas de empaquetado.  Algunos tienen aspecto de pequeños personajes con ruedas y una pantalla en el pecho, y son capaces de  acompañar a los humanos y percibir emociones de su interlocutor, como si  está contento, triste o enfadado.

Hace pocas semanas algunos de estos robots entraban por la puerta de la empresa Faxconn en China para remplazar a 60.000 trabajadores en la fabricación de los iPhones. Robots esquiroles, que son presentados por el exconsejero de McDonald, Ed Rensi, como la mejor respuesta a la lucha sindical en su demanda en EEUU de extender un salario mínimo de 15$ en las cadenas de comida rápida, afirmando que: “es más barato comprar un brazo robótico que contratar a un empleado que cobre 15$ a la hora embolsando patatas fritas”.

Un mundo que ofrece grandes e indiscutibles posibilidades de progreso y generación de riqueza, pero acompañadas de serios riesgos y amenazas, que van más allá del debate filosófico y ético sobre el papel del avance tecnológico en nuestra sociedad, presente desde la primera máquina de vapor. Las respuestas no pueden venir sólo de la ciencia, la economía y la empresa, sino que, mientras aprovechamos las oportunidades que nos ofrece la Industria 4.0, se debe responder a la pregunta de cómo vamos a impedir el riesgo de que los trabajadores y trabajadoras sean relegados al último lugar y se conviertan en los paganos de esta nueva revolución industrial, con más  desempleo y más desigualdad social.

Junto con el impulso a la modernización de la economía y la digitalización, las empresas y los gobiernos están obligados a incorporar la máxima atención y preocupación a los posibles riegos de polarización de la sociedad. Es imprescindible evitar que se conviertan en realidad los tristes y negros pronósticos que nos anuncian la masiva pérdida de empleo como consecuencia del cambio tecnológico, y con ello una sociedad más desigual, donde unos pocos  disfrutarán de más libertad y empleos de alta calidad, y la gran mayoría de la esclavitud del desempleo o los mini empleos.

Para esto,  es una excelente noticia que estas últimas semanas la Confederación Europea de Sindicatos (CES) haya anunciado su compromiso prioritario de intervenir con sus propuestas y discusión y la formación de sus cuadros sindicales, en todo aquello que representa la Industria 4.0, la digitalización de la economía y la robotización, para    garantizar que las personas estén presentes en el debate público e institucional y en la negociacion colectiva. Y, por qué no, también, utilizando las nuevas posibilidades que las tecnologías ofrecen a los sindicatos para forjarse un nuevo papel en las empresas y en la sociedad.



miércoles, 1 de junio de 2016

Trabajadores mayores, un reto también para la Negociación Colectiva.

La aversión a “lo viejo” y el culto a la juventud en las empresas y la sociedad, provocan que en demasiadas ocasiones, se desperdicien potencialidades por la incapacidad de gestionar la riqueza de la diversidad en todos los órdenes, como la diversidad que representa la edad y su potencial para la convivencia inter-generacional.

Gestionar esa diversidad reclama  innovación en las relaciones laborales e imaginación en la gestión de las personas, y necesita estimular y remover el entusiasmo, e incluso el orgullo profesional, para  transferir el conocimiento acumulado por la experiencia de quienes llevan largos años de trabajo en la espalda y, con ello, también grandes dosis de escepticismo e incluso de decepciones.

El conservadurismo tan extendido impide explorar nuevas estrategias de gestión empresarial y nuevas propuestas sindicales para la negociación colectiva para afrontar las particularidades de los trabajadores y trabajadoras de más edad y desarrollar su potencialidad profesional, creando, como recomienda la Agencia Europea de Seguridad y Salud en el Trabajo (UEA-OSHA), un entorno laboral y condiciones de trabajo más adecuadas en jornada, horario o esfuerzo, especialmente en aquellos trabajos más duros y penosos. E incorporar en el contenido de los convenios colectivos los temas específicos para esos colectivos relacionados con la salud, competencias, formación, transmisión del conocimiento, organización y transito a la jubilación etc

En este campo aún existen muy pocas experiencias, pero ya empiezan a abrirse camino de forma tímida, tanto en plataformas sindicales para la negociación colectiva, como en la conciencia de algunos gestores empresariales respondiendo a sus compromisos de Responsabilidad Social Empresarial. Algunas de estas experiencias merecen que se den a conocer con más amplitud para poder ser estudiadas y adecuadamente valoradas, y con ello contribuir a corregir ese déficit que representa la ausencia de estudio y valoración de todo aquello que no nazca de las leyes, de la acción de las administraciones públicas y la resolución de las magistraturas, lo que expresa un preocupante y escaso interés hacia los frutos de la negociación colectiva en las empresas y en los sectores, que son más ricos quela escasa atención que le prestan los medios de comunicación.

Como “botón de muestra”, dos ejemplos positivos que apuntan en esa dirección: el “Plan Cuidamos la Experiencia”, un proyecto piloto de Gas Natural Fenosa, que compromete la contratación de jóvenes en los mismos puestos que hoy están ocupados por trabajadores mayores de 55 años. Estos jóvenes se incorporan a un plan de formación personalizado en el que los  trabajadores mayores realizan la función de  tutores, y donde a su vez, se adaptan sus condiciones de trabajo, horario, jornada y carga de trabajo para prevenir potenciales problemas físicos y de salud. En resumen, adaptar el puesto y las condiciones de trabajo a los años de esfuerzo y la edad, y potenciar una nueva función,  como es la de transferir el conocimiento y el saber de su oficio.

Otro ejemplo, frecuente en Centroeuropa pero novedoso en nuestro país, es la reducción de jornada específica para los trabajadores de más de 55 años. Así lo han pactado los sindicatos en distintos Acuerdos de Condiciones de Trabajo en las Plataformas Logísticas del Grupo Inditex. Con diferentes baremos, que en unos casos suponen 16 horas anuales menos de trabajo para los mayores de 55 años, incrementando la reducción progresivamente cada año hasta alcanzar a los 65 años, con una jornada laboral de 96 horas menos de trabajo. Para otros centros de trabajo, del mismo grupo empresarial, por sus particulares características, el acuerdo es de una reducción de 64 horas a los 55 años, con reducción progresiva cada año hasta llegar a los 65 años, con una jornada laboral de 240 horas menos de trabajo.

Dos ejemplos, junto con decenas de otras experiencias innovadoras que se viven en algunos  empresas que nos invita a revisar anticuados prejuicios que tantas veces impiden descubrir y valorar la diversidad en el mundo del trabajo. Recordando, en este caso, como afirma en el estudio “El envejecimiento de oro”Johannes Koettl del Departamento de Protección Laboral y Prácticas Laborales Globales del Banco Mundial: Los jóvenes corren más rápido, pero las personas mayores conocen los atajos”. Destrezas y habilidades que por justicia y economía deberíamos estar obligados a aprovechar.