martes, 20 de junio de 2017

Sindicalistas, no tengáis miedo de lo nuevo

“No tengáis miedo de lo nuevo”, este es el título del libro, dirigido al mundo sindical, escrito por José Luis López Bulla y Javier Tebar Hurtado, que acaba de editar Plataforma Editorial, prologado por el siempre brillante profesor Antonio Baylos. Es un hecho excepcional, y también una buena noticia para el mundo del trabajo, que se publique un libro sobre sindicalismo, en un país donde no hay prácticamente literatura  que vaya más allá de la historia de las organizaciones o de relatos de algunos conflictos, luchas, o biografías heroicas de sus líderes históricos.

En España se escribe poco, por no decir prácticamente nada, sobre las experiencias de la acción sindical en las empresas. Debido a lo mucho que cotidianamente produce con su acción, negociación y acuerdos en los centros de trabajo, como sucede en la mayoría de los países de nuestro entorno, nuestro sindicalismo merecería más estudio y publicación que ayude a  profundizar en la realidad del mundo del trabajo que es, por suerte, mucho más rico y va más allá de las leyes y sentencias de los tribunales. 

Con este libro, directo y provocador como es su dialéctica, José Luis López Bulla hace una útil aportación al debate sindical, tan necesario en estos tiempos llenos desafíos, cambios y transformaciones profundas en el trabajo y  las empresas. Un libro dirigido a las decenas de miles de personas comprometidas con representar el mundo del trabajo, y con la lucha diaria por su humanización.  En palabras del autor, el sindicalismo precisa una “profunda autoreforma” tanto en sus formas de organización y representación, como en sus formas de comunicar y movilizar. Sobre todo, una profunda actualización en sus propuestas y reivindicaciones para que respondan de verdad a la nueva realidad que se vive en la empresa global, flexible, digital, y al nuevo mercado de trabajo tan distinto al de hace escasos años.

Sobre todo, José Luis López Bulla, insiste en lo que ha sido una constante diaria  en su discurso desde su Blog Metiendo Bulla: “ el problema ….. no es el envejecimiento en las formas de representación del sindicato, especialmente en el centro de trabajo. La cuestión está en la afasia, de un  lado, entre los cambios en el centro de trabajo y el mantenimiento de las mismas formas de representación anteriores a tales mutaciones…… mientras las formas organizativas del sindicato - especialmente la representación - mantienen el carácter típico de los tiempos del fordismo en el Estado nacional”.

Advierte de  que más allá de los papeles aprobados en los congresos,  el sindicalismo confederal debe comprender que la victoria en el conflicto social depende tanto de la justicia de sus reivindicaciones, como de la capacidad de  afiliar y organizar a los trabajadores y trabajadoras que aspira a representar en los centros de trabajo, una condición que no es sustituible con la acción sociopolítica, también necesaria, en las calles y plazas.

Y por otra, este veterano, culto e impertinente sindicalista reitera lo que ha sido en su larga y rica historia de militancia sindical y política, su constante obsesión, la exigencia a todas las personas con responsabilidades sindicales, a todos los niveles, para que se formen y estudien permanentemente. Y que esta necesidad la entiendan como una obligación inexcusable, propia del ejercicio de su responsabilidad, que debería enterrar la vagancia intelectual aún presente en algunos rincones del sindicalismo. Es un buen libro, ameno y útil para la defensa de la utilidad del sindicalismo desde una reflexión sobre sus importantes desafíos.

La segunda parte, escrita por el profesor de historia contemporánea, Javier Tebar con el título “Volver al trabajo, volver al sindicato”  contiene poderosas preguntas como ¿Adiós a la clase obrera? ¿Qué final del trabajo? o ¿Condenados a vivir en el mundo que vivimos?  Son preguntas que nos ayudan a poder afirmar: Compañeros y compañeras, no tengamos miedo de lo nuevo. De nosotros depende.

martes, 13 de junio de 2017

Una huelga general política de la Señorita Pepis para la independencia de Cataluña

Hay que reconocer que los líderes del independentismo catalán han sabido construir unos marcos mentales que han ido consiguiendo que centenares de miles de personas estén hoy firmemente convencidas de que están viviendo una situación idéntica o similar a la de aquellos negros años de la dictadura.

Este marco se resume en “España no es una democracia” y, por ello, el conflicto es la confrontación entre la libertad y el pueblo soberano de unos y los tribunales amañados de los otros. Han conseguido que se identifique al Estado con el gobierno del Partido Popular y sus políticas, cultivando con ello la creencia de que el ADN de España y, por extensión, el de la mayoría de los españoles, es su escasa calidad democrática histórica, frente a la tradición democrática de Catalunya y su gente.

Un marco efectivo y muy trabajado que ha conseguido que la mitad de la ciudadanía catalana identifique el objetivo de la independencia con la confrontación heroíca del débil contra el fuerte, la eterna lucha de David contra Goliat. La libertad frente a la opresión. Y por ende,  contemple a sus líderes como los herederos de Nelson Mandela o de  Rosa Parks del siglo XXI. Incluso que Jordi Pujol se pueda identificar por algunos con el Dalai Lama. Líderes heroicos que llaman a sus fieles a la movilización permanente, al sacrificio personal y colectivo.

Oímos voces de algunas personalidades muy ilustres de la clase bien pensante que hoy dicen estar dispuestas a dar la vida por la libertad (aunque a algunos de ellos no se les conozca ningún sacrificio en aquellos oscuros años de la dictadura)afirmando que vivimos en un régimen sin libertades democráticas, parecido al de Turquía.  Una descripción que a la mitad de los catalanes y catalanas, al menos, nos sitúa en una realidad irreconocible, incluso para quienes entendemos que este gobierno del PP es un nido de corrupción, y sus políticas económicas y sociales son profundamente regresivas, y quienes sabemos que la mayoría de esas políticas y prácticas han sido durante décadas muy similares a las aplicadas por esa derecha catalana hoy tan republicana, radical e insumisa.

Es sorprendente, al menos oír hoy, tras cuarenta años de Constitución y de democracia consolidada, consignas parecidas a las que en clandestinidad discutíamos en las células del PSUC o del PCE, y leíamos en Nuestra Bandera, Mundo Obrero o Treball, con el llamamiento a la Huelga General Política, la que tenía que provocar la ruptura democrática frente al régimen franquista, una acción dura y llena de riesgos, los que a lo largo de la historia de la Humanidad ha comportado siempre la lucha contra las dictaduras: marginación, despido, destierro, prisión, tortura, etc.

No deja de ser llamativo que desde  organizaciones independentistas, y por algunos líderes políticos, se emplace a los trabajadores y trabajadoras catalanas a la movilización permanente, a la ocupación de los espacios públicos y de las infraestructuras, y a la necesaria HPG (Huelga General Política) en Catalunya. Pero, eso sí en este caso, a una “huelga general política de La Señorita Pepis” en la que para  participar en las calles y plazas en el combate final por la recuperación de la libertad, se pida permiso a las empresas para disfrutar de días de fiesta a recuperar, o días de vacaciones.

Así que esperemos que más pronto que tarde seamos capaces de  regresar al país real y al Siglo actual, y se dejen los libros de caballería y de aventuras en las bibliotecas. Necesitados abrir una nueva etapa, llevamos demasiados años girando en la rotonda mientras nos siguen esperando muchos retos que exigen la máxima suma de voluntades y de saberes. Retos que demandan altas dosis de flexibilidad, negociación y cooperación para recuperar la afección mutua entre las sociedades de Catalunya y del resto de España que en otros periodos de nuestra historia común ha sido profunda y solidaria.


Flexibilidad y negociación es precisamente lo que falta en ese tren en el que viaja la mitad de Catalunya y que sí o sí,  anuncia que va a chocar el próximo 1 de octubre. Esperemos, por nuestro bien, que no se tengan que recoger durante décadas los destrozos de una sociedad moderna y democrática como son España y Catalunya.