miércoles, 20 de diciembre de 2017

La contradicción de no votar a los “míos”

Joaquim González Muntadas
Director de Ética Organizaciones SL

Siento la necesidad de compartir una extraña sensación al haber tomado la decisión de no votar a los “míos” mañana,  21 de diciembre. La extraña sensación de romper por primera vez la costumbre o inercia de votar la candidatura que formalmente ha venido representando a la mayoría de las personas con las que he compartido una larga vida de militancia política, primero, en Bandera Roja, luego en el PSUC. La extraña sensación de votar distinto a mi círculo de amistades que en su gran mayoría simpatiza, incluso milita, en Comú-Podem y vota la candidatura encabezada por Xavier Domènech, político del quien tengo muy buena opinión y mejores referencias por parte de personas autorizadas de mi entorno cercano que le conocen personalmente.  

He tomado la decisión de no votar a los “míos” por el comportamiento que han mantenido los   principales líderes de Comú-Podem en estos últimos tiempos en relación con la independencia de Catalunya. Comportamiento que ha hecho sentirme muy lejos de esta organización política,  especialmente de sus más influyentes dirigentes. Porque muy lejos les he sentido de lo que siempre he entendido que deberían representar los valores y principios básicos y esenciales de una opción política de izquierdas, muy lejos también de las propuestas concretas que tales valores y principios se deberían desprender.

Me he sentido lejos de los “míos”, cuando he visto y sentido la soledad y distancia en la que han vivido aquellos dirigentes de Comú-Podem con los que más me he sentido identificado, como es el caso de Joan Coscubiela.

Me he sentido muy lejano de la imagen de Ada Colau, la indiscutible y principal líder de esta organización, recibiendo, junto a Puigdemont en la Plaza de Sant Jaume, a los alcaldes independentistas con el objetivo de impulsar el falso referéndum del 1 de Octubre. Me he sentido muy lejos del trabalenguas incomprensible o la adivinanza con que la alcaldesa de Barcelona explicaba su posición ante la votación del 1 de Octubre, precisamente en unos momentos en los que a los líderes políticos se les debía exigir claridad y nitidez ante una situación de tan especial trascendencia política y social como la que estábamos viviendo.

Me siento muy lejos de aquellos cargos públicos y sector de militantes de Comú-Podem que han decidido romper el acuerdo de gobierno con el PSC en el Ayuntamiento de Barcelona. Pero todavía más lejos del silencio de los concejales y de la alcaldesa a la hora de dar su opinión con ocasión de la consulta a la militancia sobre el acierto o error que para cada uno de ellos y ellas representaba el sí o el no de esa decisión. 

Me he  sentido muy,  pero que muy lejano de Jaume Asens, de sus declaraciones a favor de la DUI, de su felicitación a los diputados de Catalunya Sí Que Es Pot que no mostraron su papeleta aquel viernes 27 de octubre en el Parlament de la Catalunya, donde se aprobó la independencia y la república de Cataluña. O de su apoyo a la marcha de Carles Puigdemont a Bruselas. Muy lejos de la posición de la alcaldesa de Badalona en todo aquello que se refiere a la apuesta por la  independencia de Catalunya. 

No votaré a aquellos que se supone que son los “míos”, y no lo hago impugnando su valía política, ni tampoco negando el trabajo de algunos de sus diputados en el Parlamente durante esta última legislatura. Ni negando sus aciertos en tantos otros frentes de reivindicación y de lucha. No votaré a los “míos” a pesar que ahí están personas que aprecio y de los que admiro su historia y trabajo en el PSUC e IC. 

Pero no quiero de ninguna de las maneras y bajo ningún concepto que se difumine, agüe o no se cuente mi voto como un voto contra la independencia de Catalunya. Por esto no les voy a votar. 

Quiero que se cuente mi voto como un voto a favor de la Constitución y de su reforma por vías de diálogo y negociación. 

Quiero que no se pueda poner mi voto el día 21D por la noche en el limbo de los “ni sí ni no, sino todo lo contrario”, o que se sume a un ficticio y engañoso bloque, “el del soberanismo”, para así maquillar un fracaso, si los partidos independentistas no consiguen la mayoría en votos.  

Por esto he mirado hacia la candidatura de Iceta y el PSC, muy consciente que muchos de sus candidatos nunca han sido, ni serán, de los “míos”. Pero reconozco que hay también en esta candidatura,  además de la claridad a la que aspiro que tenga mi voto mañana en estas tan especiales elecciones, personas que, con toda rotundidad, puedo decir que sí son de los “míos”. Un ejemplo claro es Eva Granados, así como otras personas comprometidas con el mundo del trabajo, como Manuel Zaguirre o Manuel Gómez Acosta. 

Por todo ello votaré la candidatura del PSC encabezada por Miquel Iceta.




sábado, 9 de diciembre de 2017

Miquel Iceta, el carpintero que necesita Cataluña

Ha empezado la campaña para las elecciones del 21D, así que cada candidato o candidata ha centrado su mensaje y sus promesas respondiendo, por supuesto, a su ideología. Pero, además, dadas las particulares circunstancias que durante estos últimos años estamos viviendo en Catalunya, el eje electoral lo marcan especialmente las diferencias    de dónde encuentra y explica cada cual las razones del conflicto que  estamos viviendo, así como sus soluciones. 

Unos entienden que el conflicto es entre territorios, entre un Estado reprensor y un territorio ocupado y oprimido. Otros lo explican por el caduco, dicen, Régimen del 78. Otros afirman que la solución, tan pronto se derrote electoralmente a los partidos independentistas, vendrá sola.

Pero hay un candidato,  por suerte, que  huye de la simplificación y nos advierte que no es suficiente con derrotar electoralmente a los partidos independentistas. Que además, insiste, es preciso derrotar al sectarismo que habita entre nosotros y que cada día se extiende y recrudece más. Que entiende que es preciso y urgente restaurar la fraternidad y la normal convivencia social hoy muy arañada. Que es urgente construir puentes y derribar esos muros, cada día más altos, que dividen a la sociedad catalana. Que la solución no vendrá de la mano ni de héroes, ni de mártires, ni tampoco de magos llenos de supuesta buena voluntad que piensan que por la sola negación del problema éste desaparecerá. 

El problema social que tenemos es tan grave y complejo que precisa de la mano de  un buen operario para cerrar de una vez este largo ciclo de rauxa y entrar de lleno, ya es hora, en el ciclo del seny. Como explicaba el maestro de historiadores Jaume Vicens Vives (1910-1960) en su libro NOTICIAS DE CATALUNYA, escrito en 1953, esos dos resortes sicológicos colectivos han estado presentes a lo largo de nuestra historia. Y han provocado que tras la rauxa que ha impulsado las numerosas revueltas y revoluciones fracasadas, vividas a lo largo de la historia de Catalunya, la reacción de esta sociedad ha sido siempre recuperar “el seny”, y con ello, nos dice Vicens Vives: “dejar y cambiar el arma de la causa perdida por la herramienta del trabajo de cada día para construir el reagrupamiento del país hacia su refugio esencial que es el trabajo, el que, de verdad, entierra decepciones y despierta nuevas esperanzas”.

Para abrir este necesario nuevo periodo, para provocar este cambio en la sociedad catalana, necesitamos un buen operario. Necesitamos un buen carpintero que construya esos puentes imprescindibles para recuperar el pulso de una sociedad normal y moderna. Necesitamos puentes para enterrar de una vez los pitidos dedicados al que piensa contrario y guardar las banderas. Necesitamos que  vuelvan a la primera página de los periódicos los problemas graves que tenemos en la enseñanza y también los éxitos que cosechamos en el campo de la investigación sanitaria. Necesitamos que vuelvan a ser noticia las luchas sindicales por la mejora de las condiciones de trabajo, y la de los vecinos por unos barrios y ciudades más limpias, sanas y habitables. Necesitamos estremecernos y reaccionar ante la noticia de que  cientos de personas mueren semanalmente ahogadas en el Mediterráneo, etc. 
  
Necesitamos puentes para que mi amigo Canals vuelva hablarse con su nuera, para que a mi amiga Noemi le vuelva apetecer ir a cenar con sus amigas del alma porque el tema de conversación vuelva a ser el de sus hijos, sus suegras, el trabajo o las vacaciones. 

Necesitamos puentes para recuperar la afección mutua entre las sociedades catalana y del resto de España, que en otros periodos nuestra historia común ha sido profunda y fraternal. Y que ahora estamos en riesgo de perder.



Por esto necesitamos buenos operarios de la política, para que el día después del 21 de diciembre se pongan a “construir puentes y no trincheras ni fronteras” en frase textual de Miquel Iceta.  Quien, por lo que ha venido demostrando en estos años en el Parlament y defiende en su programa de gobierno, bien podría ser el mejor operario carpintero que hoy necesita Catalunya para que dejemos de recordar jornadas históricas que no lo fueron, y de esperar nuevas derrotas que no se deberían volver a repetir.