jueves, 31 de mayo de 2018

LA PATRIA OMBLIGO DE QUIM TORRA

Joaquim González Muntadas

Director de Ética Organizaciones SL







"Si somos catalanes es que no podemos ser otra cosa, si somos unos que forman la patria catalana es que no podemos ser parte de otra. Ante la patria toca elegir: tierra, bandera, lengua, historia, formas de vida, humor” Estas rotundas y contundentes frases son parte de un articulo de Quim Torra  publicado en El Món el 8 de septiembre de 2015 con el título Tornar a l’origen: la pàtria dels catalans. 



Rápidamente, después de leer estas frases escritas y firmadas por el actual President de la Generalitat, una de las más inquietantes de su abundante producción, me ha venido  a la memoria un articulo, éste muy distinto, de Joan Subirats, publicado hace ya dos décadas, el 28 julio 1998 en la edición impresa de El País(  artículo que fotocopié y  guardé como una referencia para  recordar por su interesante contenido)   en el que , apuntaba  los riesgos que corren aquellas comunidades que subliman sus elementos diferenciales a costa de reinventarse tradiciones e historias, que si bien pueden dar seguridades a muchos de sus miembros, al final acaban por crear espejismos que no suelen conducir  a un buen final. 



Pero lo que más me interesó de aquel artículo fue la referencia a la conocida metáfora del “viejo aparador” de Ernest Gellner , que al filósofo y antropólogo social,  británico de origen checo, le sirvió para argumentar que las naciones y las patrias no son unidades míticas naturales dadas, sino que,  muy al contrario, son más bien la cristalización de nuevas unidades culturales posibilitadas por la actual sociedad industrial abierta, global y cambiante.   



La metáfora de Gellner compara esa vieja “patria ombligo”, de puros y buenos catalanes, a la que aspira  Quim Torra, con aquellos viejos muebles- aparador, de inmensas dimensiones, de una sola pieza, que no se abandonaban en toda la vida y que servían para todas circunstancias. Aquel armatoste que ocupaba todo el espacio disponible, como la patria de Quim Torra,   donde no caben más identidades y en la que sólo se puede ser catalán y nada más que catalán.



Pero en las sociedades globales actuales, como nos dice la metáfora, la mayoría de las personas somos más comparables a esos muebles modulares, más modernos, que nos vamos armando de diversas identidades e influencias. Más parecidos a esos muebles a los que se les pueden ir sumando piezas y renovando. Más parecidos a un mueble adaptable que a los viejos aparadores que ofrecían la solidez y seguridad de ese patriotismo tradicionalista y conservador que nos propone Quim Torra para Catalunya.



Pero por suerte, muchos catalanes, creo que la gran mayoría, no queremos conformarnos con una sóla identidad cuando podemos disfrutar de varias enriquecidas y complementarias,  porque estamos más cerca del “hombre molecular” que expresa la metáfora de Gellner. La mayoría de los catalanes y catalanas son más parecidos a mi amiga con “ocho apellidos catalanes”, que se siente catalana hasta la medula, mucho más barcelonesa, que en Madrid se siente como en su casa, que el Rioja es su vino  preferido, que cada miércoles va a la academia de baile de sevillanas y que le emocionará tanto si la Selección de Fútbol española gana el Mundial, como cuando el Barça ganó la Champions Ligue.



Porque, por suerte, la mayoría de los catalanes y catalanas estamos  muy lejos  de la “patria ombligo” a la que nos convoca el President de la Generalitat de Catalunya, que entiende que sólo cabe una única interpretación de la identidad, en este caso, la catalana, cuando nos dice : “si somos unos que forman la patria catalana es que no podemos ser parte de otra” que es una síntesis fiel del pensamiento del nacionalismo conservador y tradicionalista,. Una corriente que hoy, por desgracia,  vemos como se  expresa en diferentes formas y colores en tantos lugares de Europa y América. 


sábado, 19 de mayo de 2018

TRES ARTICULOS


¡Fuerza, compañeros y compañeras de Amazon!

 


LUNES, 14 DE MAYO DE 2018

 

Nuestra empresa: “busca la máxima rentabilidad económica, sin importarles las personas trabajadoras”. Nuestra empresa: “somete a la plantilla a métodos de trabajo monitorizados que pretende convertirnos en insensibles máquinas humanas y cada vez precarizan más el empleo”. Nuestra empresa: “abusa de la temporalidad, lo que impide una estabilidad laboral adecuada”.

Nuestra empresa: “usa la renovación del personal temporal como un instrumento de presión sobre la plantilla”.

La realidad que sufrimos es terrible.

En nuestra empresa: “tenemos graves problemas de salud laboral, causados por los altos ritmos de trabajo que la empresa nos obliga a aumentarlos año a año, bajo una presión constante para subir la productividad.

Y en nuestra empresa: “toda la plantilla hemos gritado ¡basta ya!”

 

Estas frases rotundas realizan una denuncia sobre las condiciones de trabajo en las que los  trabajadores  y trabajadoras son tratados desde la insensibilidad y la explotación más allá de los costes en la salud. No se refieren, aunque lo parezcan, a una vieja fabrica metalúrgica taylorista de mediados del pasado siglo. Ni ese grito de: ¡basta ya!,  es el de unas trabajadoras del textil del siglo XIX, ni  tampoco las pronunciadas desde una pequeña empresa, de un sector obsoleto y en crisis profunda.

Muy al contrario, son palabras incluidas en la intervención de Douglas Harper, delegado de CCOO en Amazon, durante el III Encuentro del Activo Sindical de CCOO celebrado en Madrid el 12 de abril de 2018. Son palabras que explican la lucha de los trabajadores y trabajadoras del almacén de Amazon en San Fernando de Henares (Madrid) en defensa de su convenio colectivo y para impedir la perdida de derechos laborales. Son las palabras que explican las razones de la huelga realizada con éxito el 21 y 22 de marzo pasado y la de los días 18 de mayo y 1 de junio convocadas  en la empresa más rentable del mundo, propiedad del hombre más rico de la tierra.

Hablamos de un conflicto por los derechos y la mejora de las condiciones de trabajo en una empresa, innovadora, global y moderna, que ha revolucionado el comercio. En una de las empresas más significativas de la “nueva economía”, donde los trabajadores son llamados socios o colaboradores porque, dicen que ya está superado el viejo conflicto entre trabajo y propiedad y por ello la necesidad de los sindicatos. Pero la cruda realidad nos enseña, más allá de las modernas teorías sobre el futuro del trabajo que llenan tantas paginas y horas de conferencias, que no serán precisamente los robots, ni la inteligencia artificial, ni los algoritmos los nos garantizaran unas condiciones de trabajo menos autoritarias, más abiertas, más participativas, más justas, más seguras y humanizadas.

La huelga en Amazon de San Fernando (Madrid) o las realizadas, hace seis meses, en los centros de distribución de Amazon en Alemania e Italia, nos recuerdan que los problemas de los trabajadores responden a las mismas o muy parecidas preocupaciones, exigencias y reivindicaciones laborales de siempre. Como también, que la afiliación, la acción, la unidad  y lucha sindical seguirá siendo tanto o más necesaria que nunca en la nueva economía y en una empresa global como Amazon. Aunque ello exige al sindicalismo nuevos esfuerzos y nuevas formas para garantizar la imprescindible acción global y coordinada entre los sindicatos de los diversos centros de trabajo en España y de Europa. Para poder  responder e impedir que esa nueva “brica inteligente” del futuro, al final no acabe siendo, por la avaricia de sus dueños y gestores,  la “fábrica estúpida” e injusta para sus trabajadores y trabajadoras, donde el trabajo pierde toda consideración y valor social.

Esperemos que la lucha de los trabajadores y trabajadoras de Amazon nos demuestre, una vez más en la historia,  que por muy grande y poderosa que sea una empresa, como es  en este caso,  sean  más  fuertes las razones de sus trabajadores y trabajadoras cuando  hay unidad sindical y solidaridad. Así que: ¡Fuerza, compañeros y compañeras de Amazon!

 

 

 



CCOO Y UGT, el riesgo de ser instrumentalizados por el procés

 

miércoles, 2 de mayo de 2018

 
Desde el principio quiero aclarar que mi opinión sobre la actividad y el papel de los sindicatos no es neutral, ni probablemente objetiva. Estoy afiliado a CCOO y he formado parte de sus órganos de dirección en todos sus niveles, desde el ámbito de una comarca, el Valles Occidental (Catalunya), hasta la Secretaria General de una de las federaciones estatales de industria de este sindicato. Me siento parte de los éxitos, fracasos, aciertos y errores que el sindicalismo confederal de CCOO y UGT pueda haber cosechado durante varias décadas. 

Como en todas las organizaciones y colectivos, la historia del sindicalismo en España ha tenido momentos y periodos más exitosos que otros. Momentos en los que los y las sindicalistas hemos recibido unas veces el reconocimiento y el elogio mayoritario de la sociedad por nuestra función y acción, mientras en otras la crítica,  incluso a veces un ataque furibundo con el claro objetivo de encerrarnos en el baúl de los recuerdos. Pero podemos afirmar que no lo han conseguido, por suerte para la clase trabajadora y para la democracia. 

CCOO y UGT, como toda obra humana, han tenido y tendrán sus luces y sombras. Han vivido y vivirán éxitos, y también fracasos, aunque éstos pueden dejar de serlo si se corrigen a tiempo y de ellos se aprende para mejorar. En esta línea hemos podido ver hace unas semanas cómo afiliados y afiliadas de ambos sindicatos, hemos expresado, la gran mayoría en privado, nuestro desacuerdo con que nuestro sindicato se hayan comprometido en la convocatoria de la manifestación celebrada en Barcelona el pasado 15 de abril convocada por L’Espai Convivència i Democràcia. Lo considerábamos un error importante.  

Muchos afiliados y afiladas de CCOO y UGT hemos sentido la incomodidad de que las siglas de nuestro sindicato sirvieran para reforzar la estrategia del secesionismo, que pretende presentar el conflicto que estamos padeciendo en Catalunya como la batalla de unos  demócratas, ellos, frente a los no demócratas, todos los demás. Tuvimos las sensación de que nuestro sindicato era el “paga Fantas” de una fiesta muy alejada de representar la pluralidad de su afiliación, que por suerte es amplia en relación a las opciones políticas, ideológicas, religiosas, etc. etc. Y también plural en cuanto a la afirmación  identitaria, tan presente hoy por desgracia en la sociedad catalana, una deriva que el sindicalismo ha aprendido a lo largo de la historia que nunca ha aportado nada bueno y sí muchas desgracias para la clase trabajadora.

Catalunya vive una realidad compleja, donde la política de las esencias ha invadido año tras año todo el espacio político, social, institucional y asociativo las 24 horas del día y los siete días de la semana. Parece que se hayan bloqueado todas las neuronas de la sociedad, invadidas por una realidad cada día más sectaria y preñada de emociones, de signos y gestos, de ilusiones imposibles, de fantasías, lo que ha conseguido romper o poner en crisis a la mayoría de las organizaciones sociales, políticas, de las entidades e instituciones catalanas. El sindicalismo debería intentar evitarlo con todas sus fuerzas. 

Sabemos también, y precisamente éste es también el discurso público en estos últimos días de los máximos dirigentes de CCOO y UGT de Catalunya, que para superar esta situación necesitamos toneladas de tolerancia, de dialogo y de moderación. Y el sindicalismo podría y debería ser un agente fundamental para construir esos puentes tan necesarios. 

Pero, para conseguirlo, también sabemos que es imprescindible preservar ese bien tan esencial que es la autonomía sindical, y evitar el riesgo, siempre presente, de ser instrumentalizados. Algo que precisamente bastantes afiliados de CCOO y UGT percibimos ese 15 de Abril de 2018, aunque la mayoría pudiéramos compartir nuestro radical desacuerdo con la situación que están viviendo los nueve dirigentes políticos en la cárcel. Pero en absoluto nos sentimos representados por ese mar de color amarillo  ni con al grito de “¡Puigdemont President!”. 

Esperemos que ambos sindicatos, también en Catalunya, consigan desde su autonomía, como subraya, acertadamente, la DECLARACIÓN DE CCOO Y UGT ANTE LA NUEVA COYUNTURA CATALANA 11 de Abril de 2018, ser un actor principal en: “la recuperación de espacios de convivencia social y normalización política, en Catalunya y en España” y superar  todas las dudas creadas por situaciones como la vivida el pasado 15 de abril. 

 

 

VIVA EL 1º de MAYO! AFILIACIÓN SINDICAL MÁS QUE NUNCA

 


miércoles, 25 de abril de 2018
 

La grave crisis económica que hemos padecido, remachada con la nefasta Reforma Laboral del Partido Popular, ha conseguido fundir muchas de las bombillas necesarias para realizar la acción sindical en los centros de trabajo. Nuevas sombras que se perciben en las dificultades y el debilitamiento que durante estos últimos años padece la negociación colectiva y la acción sindical en la empresa, y que contrasta con la mayor claridad que percibimos en la movilización social en nuestras plazas y calles tantas veces llenas. Una movilización social convocada en ocasiones por plataformas, colectivos de afectados o mareas y, por supuesto, también, en la mayoría de las ocasiones,  por CCOO y UGT. 

Pero esa luz, o el resplandor que a veces provocan, o incluso deslumbran, las importantes movilizaciones en la calle, no nos deberían hacer olvidar que, para la función propia del sindicalismo, que nadie puede sustituir, la calle no es suficiente. Porque, guste o no, muchos de los problemas de la clase trabajadora, en particular aquellos relacionados con el puesto y condiciones de trabajo (salario, las políticas de igualdad, futuro profesional, formación, etc.), siempre se han disputado y se disputarán en los centros de trabajo. Y en la negociación colectiva. 

Es urgente poner el foco, ante los cambios en la gestión de las empresas y de las condiciones de trabajo, en el preocupante incremento de los accidentes de trabajo, en las cada día mayores diferencias salariares entre colectivos, en los abusos y discriminación de derechos a los jóvenes y las nuevas contrataciones. Poner el foco sobre los efectos que representa la digitalización sobre las nuevas formas de organización del trabajo, los tipos de contratos y las necesidades de formación. Sobre la lucha por la igualdad de género, etc. Objetivos y batallas que además de reclamar leyes y normas, precisan de la imprescindible fuerza, iniciativa, organización y afiliación sindical en los centros de trabajo.

Urge afiliar y organizar en los centros de trabajo, precisamente y con más motivo cuando percibe que hay poca luz en muchos de ellos. Porque no será sólo con las plazas de los pueblos llenas con lo que el sindicalismo podrá responder a su función de representar y defender a los trabajadores y trabajadoras. Aunque hoy oigamos y leamos teorías del mundo de la izquierda, que afirman que la función del sindicalismo ha cambiado, que hoy la acción sindical en la empresa es el pasado, que todo pasa por la acción sociopolítica, y que por ello la función principal del sindicalismo de clase está en construir alianzas con todo lo que se mueve, aunque tenga que disimular sus siglas, sus banderas y su personalidad.  

Pero la realidad es que el sindicalismo, ahora más que nunca, precisa articular una ofensiva, casi tan potente en medios y esfuerzos como los desarrollados en todas las movilización generales para incrementar los niveles de afiliación y reforzar la acción sindical en las empresas y sectores. Un objetivo, indudablemente más difícil porque precisa de algo más que eslóganes y redes sociales. Porque exige propuestas, alternativas, negociación y resultados. Pero ahí está también y, principalmente, el papel del sindicalismo, si no quiere hacer lo que el personaje de esta metáfora:

 

Un hombre buscaba afanosamente algo alrededor de una farola. Un transeúnte pasó junto a él y se detuvo a contemplarlo. No pudo por menos que preguntar:

— ¿Qué se le ha perdido?, ¿qué busca Vd.?

Sin dejar de gemir, el hombre, con la voz entrecortada por los sollozos, pudo responder a duras penas:

— Busco mi anillo que he perdido en mi casa, pero, como allí no hay luz, he venido a buscarlo junto a este farol.

 

Como el hombre que no encontró su anillo en la calle que estaba más iluminada, el sindicalismo en España tampoco encontrará plenamente su función sólo en la calle, si no consigue también, y el 1º de Mayo es siempre una buena ocasión para recordarlo, más afiliación y mayor poder en la empresa. ¡VIVA EL 1º DE MAYO!