jueves, 20 de diciembre de 2018

Intervención de Quim González Muntadas en el 40 Aniversario del Convenio General de la Industria Química




19 de diciembre de 2018  MINISTERIO DE TRABAJO,  MADRID

Quiero dedicar estas palabras a Salvador López, recientemente fallecido, como reconocimiento a su persona, a su militancia sindical. Y hoy especialmente a su trabajo y protagonismo desde la primera línea en la construcción, negociación y aplicación del Convenio General de la Industria Química.  Gracias Salva por tu inteligencia, honestidad y capacidad de trabajo, que están reflejadas en cada uno de los artículos de este convenio colectivo. Gracias Salva.

Hace ahora cuarenta años, en el inicio de la normalización democrática de nuestro país y al calor de los Pactos de la Moncloa y del debate constitucional, unos jóvenes sindicalistas y no menos jóvenes dirigentes empresariales decidimos no seguir la inercia de la arquitectura y la estructura de la negociación colectiva heredada del franquismo. Decidimos innovar creando un convenio colectivo de nueva planta con la voluntad de cambiar los viejos ámbitos, materias, formas y maneras de negociación.
Aspirábamos responder a las exigencias de un nuevo tiempo económico y político. A los nuevos tiempos de libertades políticas y, con ellas de libertad sindical. Queríamos crear unas relaciones laborales más parecidas a la realidad de otros países europeos.

Era una empresa arriesgada, sin duda, ya que ni unos ni otros, ni la patronal ni los sindicatos, teníamos referencias pasadas de relaciones laborales en democracia.  Sobre todo porque éramos conscientes que representaba una ruptura radical, disruptiva como se dice ahora, del viejo modelo de relaciones laborales del viejo vertical.

Han pasado cuatro décadas en las que se han vivido periodos, por suerte la gran mayoría, de fuerte unidad sindical entre CCOO y UGT. También de graves diferencias superadas gracias a que salieron en nuestra ayuda la generosidad y la inteligencia. Por ello sigue existiendo este convenio, de lo contrario ya estaría enterrado hace años y para siempre. También, pido disculpas a FEIQUE por entrar en su terreno, pero también las patronales de la Industria Química han vivido severas y profundas discrepancias en en determinados momentos de la vida de este convenio.  Pero que ha sabido superar con una formula tan sencilla como es la disciplina de la democracia tras un votación, algo nada habitual en la cultura de las patronales de nuestro país, que por norma resuelven sus diferencia con el bloqueo, lo que, de haber prosperado aquí hubiera también  enterrado este convenio.


Quizás han sido las muchas dificultades vividas en su creación, negociación y aplicación las que le dan más mérito a este convenio, digamos, tan “particular”, por no decir “extraño”, incluso hay quienes lo califican de “estrafalario”, en el mundo de las relaciones laborales de nuestro país.

A veces, repasando en frio las dificultades evidentes que existían para su creación he pensado que el CGIQ es cómo el abejorro. Ya sabéis: “ese animal que está demostrado que aerodinámicamente, por su tamaño, peso y cuerpo… es imposible que pueda volar. Pero la realidad  es que vuela. Igual es porque él no es consciente de  esas dificultades que vuela.”

Pues creo que a nosotros nos sucedió algo parecido. Un análisis racional no era la Industria Química el sector más lógico para emprender la arriesgada empresa de modernizar su negociación colectiva y adecuarla a la nueva realidad económica, empresarial y sindical.

Pero fue la química, a pesar de nuestras debilidades evidentes para poder responder con solvencia al reto de negociar y aplicar un convenio de estas dimensiones a los 300.000 trabajadores que en aquellos tiempos había en nuestra industria en todo el país. Teníamos fuerza de combate y capacidad de movilización, porque sin ellas el CGIQ no existiría. Pero carecíamos de estructura y de recursos para gestionarlo. No los teníamos. Ni los sindicatos CCOO y UGT, ni tampoco FEIQUE.

El convenio exigía recursos y estructura para su aplicación en los centros de trabajo, ya que una de las novedades del este convenio era el cambio importante en la función de los sindicatos, porque ésta no finalizaba con su publicación en el BOE. Muy al contrario, ahí empezaba. Ahí estaba la novedad y la complejidad de la MSB, la nueva clasificación profesional que enterraba las viejas categorías sustituyéndolas por grupos profesionales, la congelación de la antigüedad, la conversión en salario fijo de decenas de pluses de asistencia, puntualidad y todos los voluntarios, lo que representó un cambio radical en la hoja de salarios, etc, etc

Pero sobre todo era imprescindible la nueva estructura sindical, porque el convenio desde su inicio está pensado con una nueva mirada en relación al protagonismo del sindicato en la empresa, con nuevas competencias y derechos para su acción sindical. No olvidemos que estamos hablando de una iniciativa siete años antes de la publicación de la Ley Orgánica 11/1985, de 2 de agosto, de Libertad Sindical, y el CGIQ anticipo no pocos artículos de esta Ley.

Pero creo que lo afrontamos así porque fuimos conscientes, como se demostró con el tiempo, que es cierta la teoría de Jean-Baptiste Lamarck, aquel naturalista francés que dejo escrito que “la función crea el órgano y la necesidad la función”. Y así fue, el convenio necesitaba unas organizaciones fuertes, organizadas y disciplinadas y precisamente esa necesidad fue el mejor acicate para avanzar en este objetivo.

Creo que podríamos afirmar, al menos yo estoy convencido de ello, que nunca FEIQUE, ni tampoco las dos federaciones sindicales de CCOO y UGT, hubieran sido lo que han sido durante estos cuarenta años sin el CGIQ. Porque, además de haberles dado sentido, nos ha exigido demandas y retos mayores que en otros sectores, retos a los que hemos tenido que responder y que explican, en gran medida, mucha de las particularidades de estas tres organizaciones tanto en el mundo empresarial, como sindical.

Pero en el fondo, ¿dónde está el valor real y práctico del CGIQ, me han preguntado muchas veces?

Mi respuesta siempre ha sido la misma: en su utilidad a las empresas y a los trabajadores y trabajadoras del sector  y que la convierte precisamente en una potente arma de presión tanto a a patronal, como a los sindicatos a la hora de su negociación. La presión de la necesidad de mantenerlo y de cuidarlo para que siga siendo útil.

Digo esto porque no han sido pocas las ocasiones que dentro de mi sindicato he oído críticas porque hacía muchos años que no se hacían huelgas en las negociaciones de este convenio colectivo. Y siempre he respondido con lo que aprendí en la conversación que tuve sobre la negociación colectiva con un dirigente sindical del la Federación Sindical IG Química alemana al que hice la misma observación. “Compañero, lleváis décadas  sin convocar huelgas en el sector químico en la negociación de su convenio sectorial” le dije. Su respuesta reconozco que me impacto. “Querido compañero” me contestó, “porque somos fuertes y la patronal lo sabe”.  Y siguió: “sólo los pobres tienen que estar extendiendo cheques para demostrar o aparentar que son ricos. A nosotros, la IG Química, no nos hace falta convocar y hacer huelga en cada negociación. La patronal ya sabe que tenemos fuerza para hacerla. Es precisamente esa fuerza la que está presente permanentemente en la mesa de negociación. Y cuándo lo tenemos que hacer, es que la patronal ha olvidado o desconfía de nuestra fuerza”.

FEIQUE siempre ha sabido que en este sector CCOO y UGT son fuertes y representativos en las empresas del sector. Y estos que FEIQUE es una patronal organizada y disciplinada. Y sobre todo ambos, patronal y sindicatos, que una negociación cooperativa sienpores precisa de un equilibrio de fuerzas e intereses razonable. 

Durante estos cuarenta años las dos partes han sido conscientes de que el convenio debe expresar los salarios y condiciones de trabajo reales de las decenas de miles de trabajadores y trabajadoras afectados. Y debe también responder a los cambios constantes en la industria y el trabajo. Han sido conscientes de que el día que deje de ser útil o se rompa el razonable equilibrio de intereses no habrá fuerza capaz de mantenerlo vivo. Por esto, en mi opinión, algunos aspectos de la última Reforma Laboral han supuesto una dificultad añadida a la filosofía de este convenio porque claramente debilita el necesario equilibro. Precisamente en un convenio colectivo como éste que en toda su historia ha demostrado su voluntad de defender la “autonomía colectiva”. O sea la defensa del poder conjunto de decisión de los representantes de los trabajadores y de los empresarios a través de la negociación colectiva, como ha demostrado, negociación tras negociación, con su contenido.

Y unas palabras aún para acabar y buscar la moraleja. Hemos oído y leído muchas veces que este Convenio puede ser un ejemplo muy útil para los cambios y la modernización que precisa la negociación colectiva de este país. Estoy efectivamente convencido de que puede ser un buen testigo ante la difícil situación política y social que vivimos. Un testigo de las ventajas de sumar fuerzas y de compartir objetivos, de las ventajas de poner la fuerza de unos, los más fuertes, para empujar al conjunto. Un testigo en unos tiempos políticos en los que, lamentablemente, prima el agravio comparativo como motor principal de la movilización, la defensa de las diferencias y los espacios particulares.

Por esto es tan necesario seguir trabajando por unas relaciones laborales e industriales maduras, alejadas de radicalidad, demagogia y de populismo.

Así que os deseo, a la patronal y a los dos sindicatos, mucha inteligencia, innovación, valentía, trabajo y, como no, también, un poquito de suerte. 
  
Muchas gracias.