Quim González Muntadas
Cuando nuestro país vive una grave
crisis económica y social, provocada o agravada por una emergencia sanitaria
que tiene en vilo a todo el planeta y que está provocando miles de muertos, el
cierre de decenas de miles de empresas y la pérdida de empleo de millones de
personas, cuando frente a nuestras narices tenemos dantescas previsiones
económicas y sociales, como apuntan con crudeza todos los estudios sobre
el presente y futuro de nuestro país, vemos como la respuesta de algunos de
nuestros líderes políticos es, con ésta o similares expresiones, el grito
de “más madera a la máquina de la confrontación” y el de “otra vuelta más a la
tuerca del sectarismo”.
Sabemos que estas formas de hacer
política no son exclusivas de nuestro país. Un ejemplo claro lo hemos podido
ver en la madrugada del 30 de septiembre con los gritos, insultos,
deformación de la historia y con los ataques de Trump a su oponente político.
Se ha puesto también de manifiesto unas horas después, más cerca, en él
Congresos de Diputados, en la sesión de control de los miércoles, con el
contenido y las formas de las preguntas arrojadas por los portavoces de las
derechas a los miembros del Gobierno.
Constituye al parecer una estrategia
que responde a los nuevos tiempos que vivimos, en los que, como ha escrito el
filósofo Daniel Innerarity, “hablar de datos objetivos no le interesa a nadie y
lo que de verdad capta la atención es la historia, sea verdad, verdad
exagerada, o mentira”. Por ello, cuando los hechos son muy débiles, entra en
acción la fabulación, la interpretación a medida de esa realidad, para vender
una historia que interese. Y en tiempos de tanto desconcierto como los que
estamos viviendo, estas historias inverosímiles atrapan, dan tranquilidad,
porque nos explican la situación tal cómo la queremos oír.
Pero hoy, en España, en momentos como
los actuales, lo que precisamos de la política y de las instituciones que de
ellas emanan, es: rigor, ciencia, objetividad, generosidad, humildad, honradez,
lealtad diálogo y acuerdo. Lo precisamos, aunque fuera solo por la excepcional
y muy grave situación que vivimos, ya que, según cómo se resuelva marcará
varias generaciones futuras.
Seguir crispando irresponsablemente
la escena política, bloqueando toda posibilidad de acuerdo entre distintos para
aparentar firmeza. Lo que, la mayoría de las veces, no es más que disimulo y
miedo a compartir riesgos y también soluciones. Isabel Diaz Ayuso y su Gobierno,
Pablo Casado y algunos líderes del Partido Popular y del independentismo
catalán, son un claro ejemplo de esa confrontación permanente que imposibilita
atender la compleja realidad que vivimos, llena de matices y grises, que va más
allá del radical blanco y negro que nos quieren hacer creer.
Impedir el necesario debate y el
intercambio de ideas, constructivo y sosegado, que nos permita imaginar las
soluciones a tantos problemas, que sabemos, que exigen solidaridad, diálogo y
suma de esfuerzos, como es habitual en otros países de nuestro entorno, es más
que una irresponsabilidad, es un “crimen a la democracia” y una profunda
deslealtad a la noble función de la política y los políticos. Más cuando
estamos frente al reto de implementar los necesarios y profundos cambios y
reformas que demanda nuestro país, y tenemos la oportunidad de contar con
importantes recursos provenientes de la Unión Europea para intentar afrontar el
cumplimiento de la Agenda para el Desarrollo Sostenible, el Programa 2030.
Seguir embarrando el terreno, como
ese entrenador de fútbol que conoce la debilidad de su equipo y su único
objetivo es impedir el juego del equipo contrario, constituye una actitud que
daña la convivencia y pretende en la práctica servir intereses partidistas y electorales.
Impedir que podamos aprovechar la oportunidad histórica para afrontar los
muchos y difíciles retos que estamos llamados a resolver, como son la crisis
sanitaria y económica, el desempleo, el paro juvenil, la formación, la mejora
de la productividad, o la desconfianza hacia la política y nuestras
instituciones democráticas, que, de forma insistente, tantos están intentando
debilitar.
Pero
estos sectores, los del cuanto peor mejor, deberían saber que no lo
conseguirán, por mucho que embarren el campo de la convivencia, por mucho que
intenten robarnos la ilusión del futuro. La mayoría de la sociedad seguimos con
la esperanza intacta de que saldremos adelante a pesar de todo el barro que
puedan lanzar al terreno de juego. Y deben saber que: ¡este partido lo
vamos a ganar!