Repsol NO es España, pero 17.000
trabajadores/as SÍ
Más allá de quienes califican la intervención de YPF como
nacionalización revolucionaria de los recursos energéticos o expropiación a una
multinacional del petróleo (dándole así su justo merecido, según explica el
gobierno argentino), o de quienes entendemos que podría ser legítima si así lo
decidiera soberanamente el país con respeto a sus propias leyes y a los
tratados internacionales por él suscritos, lo sucedido en Argentina con YPF y
REPSOL ha sido una intervención llena de sombras. Sombras en las formas, en las
razones esgrimidas y en su previsible resultado final que, sin duda, terminarán
por decepcionar las entusiastas expresiones de algunos sectores sociales y
políticos que han visto la medida como una acción en favor de la justicia
social. El tiempo lo dirá.
Pero no
necesitamos esperar para comprobar el fuerte quebranto que para Repsol puede
representar si, como parece, la compensación por parte de Argentina no responde
al valor objetivo de lo expropiado. Es ahí donde surge la discusión en caliente
en las redes sociales, donde se expresan muy diversas opiniones. Unas entienden
que es una afrenta a España, por lo que la respuesta debe ser patriota, y ahí
caben los boicots a productos argentinos, desagravios o movilizaciones, locuras
que siempre nacen de invocar enfáticamente a la patria.
Entonces,
¿debemos ser indiferentes como expresan muchas voces? Para fundamentarlo
afirman que, al ser Repsol una empresa privada y extranjeros una parte
importante de sus accionistas, su destino es algo que afecta en exclusiva a sus
propietarios. Yo afirmo que no, porque solo desde una visión extrema y de lo
más ultraliberal se puede identificar exclusivamente a las empresas con sus
accionistas o considerar que sus éxitos o fracasos serían ajenos al resto de la
sociedad, a sus trabajadores y a los territorios donde están ubicadas.
Repsol no
es España, es cierto, tan cierto como sí son España sus 17.000 trabajadores/as
directos en el país y muchos de sus 480.000 accionistas minoritarios. Como lo
son sus complejos industriales de Euskadi, Galicia, Castilla-La Mancha, Murcia
y Catalunya, donde trabajan cientos de empresas de servicios y en ellas
bastantes miles de trabajadores. También su puntero Centro de Tecnología de
Móstoles (Madrid) y sus 3.620 estaciones de servicio repartidas por todo el
país.
No sabemos
cómo va a repercutir en las cuentas de los grandes accionistas, españoles o
extranjeros. No es nuestro principal problema, sabemos que nunca pierden. Pero
sabemos que precisamente la fortaleza industrial de Repsol y su salud financiera
han permitido que, tras varios años de crisis general de la economía, se haya
culminado el pasado miércoles la inauguración de la ampliación del complejo
industrial de Cartagena, iniciada hace 4 años, y que ha representado la mayor
inversión industrial de la historia de nuestro país: 3.150 millones de euros,
duplicando la capacidad de destilación de crudo en Cartagena, contribuyendo con
ello a una clara mejora de nuestra balanza comercial tan deteriorada.
Igual
trascendencia económica y social tienen −para un país como el nuestro de escasa
inversión industrial− los 900 millones de euros invertidos en la nueva unidad
de coque de la refinería de Petronor, en Bilbao, o los 100 millones de euros
anuales de salarios que representa la red de empresas homologadas en torno a su
complejo industrial de las Comarcas de Tarragona.
Repsol no
es España, pero su presente y futuro no son ajenos a los intereses de sus
trabajadores y del conjunto de la ciudadanía. Así lo entiende el sindicalismo
cuando no comparte la opinión de los que consideran que las empresas son
exclusivamente de sus accionistas, uno de los muchos frentes de nuestra
confrontación. Y estas posiciones ultraliberales son las que pueden acabar
reforzando algunos argumentos que critican a CC.OO. y UGT porque hemos
expresado nuestra preocupación y compromiso con la defensa del proyecto
industrial de una de las mayores empresas industriales de nuestro país.
No
deberíamos ser indiferentes a lo que le suceda a Repsol, como no lo somos en
FITEQA CC.OO respecto a los esfuerzos de internacionalización de empresas del
sector de la moda, la energía, la química o la farmacia, como Inditex, Mango,
Puig, Gas Natural Fenosa, Gamesa, Maxan, Grupo Esteve, Grifols, etc., empresas
que, más allá de la propiedad de sus acciones, se reconocen como españolas. Y
que, con su internacionalización, atenúan una de las principales debilidades de
nuestro tejido productivo, como es el reducido tamaño de la mayoría de nuestras
empresas y el escaso número de compañías internacionales, lo cual nos impide
aprovechar las ventajas de ser el país sede, como vemos día a día con las
multinacionales de otros países, a la hora de localizar su inversiones, el
I+D+i, los nuevos proyectos y también, como en el caso de Repsol ( 8.310
millones de €), los ingresos por impuestos que generan sus beneficios.
Por esto es
tan importante arriar las banderas y silenciar himnos patrióticos que nos
distraigan del fondo del conflicto, para que REPSOL sea adecuadamente tratada y
se refuercen el resto de las numerosas empresas españolas en Argentina. Nos va
mucho en ello.