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El concepto de política industrial se podría definir como la
acción política dirigida a apoyar que empresas y sectores se doten de
capacidades y recursos que les permitan competir y afrontar la evolución de los
mercados. En España, algunos como CCOO venimos repitiendo desde hace años la
necesidad de un cambio de nuestro modelo productivo, afirmando que potenciar y
reforzar la industria, como sector de la economía que añade valor a la materia
prima, constituye la actividad con mayor capacidad de generar riqueza de forma
sostenida.
En mayo de 2011 el Congreso de los Diputados aprobó la Ley de la Ciencia , la Tecnología y la Innovación que en su
preámbulo dice: “El modelo productivo español (…) se ha agotado, con lo que es
necesario impulsar un cambio a través de la apuesta por la investigación y la
innovación como medios para conseguir una economía basada en el
conocimiento…”.
En España se produce una coincidencia entre todas las
organizaciones políticas, sociales y económicas, y un consenso entre todos los
expertos, estudiosos o tertulianos, en torno a que no hay salida a nuestra
dramática crisis económica si no somos capaces de conseguir un cambio profundo
en nuestro modelo productivo, ya que su debilidad industrial y su bajo valor
añadido explican nuestra debilidad competitiva y los alarmantes niveles de
paro.
Existe también consenso en la necesidad de superar unas bases
económicas agotadas, con un tejido productivo sustentado en demasiado empleo de
baja cualificación profesional, en productos con escasa innovación y poco
competitivos que dificultan su internacionalización. Una realidad que hace
incompresible, y a la vez suicida, la histórica parálisis en la acción política
de soporte a la industria que vivimos desde hace años. En ocasiones la acción
simplemente ha impulsado políticas descoordinadas entre gobierno central y
comunidades autónomas, dispersas, contradictorias e inútiles, que explican su
poca efectividad.
Por ello, cuando desde el ámbito sindical reclamamos de las
instituciones públicas que atiendan las necesidades, que son muchas, de las
empresas y de los sectores industriales, lo hacemos sabiendo que cada período
económico precisa de una política industrial especifica en función de los
modelos de consumo, de las exigencias del mercado, de las debilidades y
necesidades de las empresas y sectores.
Hoy la primera urgencia es corregir lo que ha sido nuestro
principal fracaso, un modelo productivo con baja cualificación profesional y
escasa innovación, consecuencia del insuficiente esfuerzo empresarial en I+D+i
–en especial desde el sector privado– y de una errática política formativa a
todos los niveles.
Política Industrial hoy significa desarrollar nuevos y
específicos instrumentos políticos que impliquen mayores inversiones en capital
humano y en investigación, en desarrollo y educación a todos los niveles
-formación profesional y universitario-, junto con el apoyo a la investigación
pública y al I+D+i empresarial, precisamente lo contrario a las políticas de
irresponsable recorte en estos campos cuando no tiene en cuenta una mejora de
eficiencia en su uso.
Política Industrial hoy es favorecer, buscar y promover el
crecimiento de la productividad y de la competitividad por medio de la
innovación empresarial y del conocimiento, sabedores y conscientes, como ha
escrito Juan Blanco, Secretario de Formación de la Federación de Industria
CCOO, de que "(…) si las cartas para la recuperación económica del
país se juegan en el cambio del modelo productivo, éste no es posible con la
actual estructura de la cualificación de la población activa”.
No hay urgencia mayor para nuestro futuro que el esfuerzo y la
inversión en capital humano, un esfuerzo extraordinario similar al que hicimos
durante veinte años, desde mediados de los 80 en capital físico, muy
especialmente con algunas de las infraestructuras de transporte, que hoy
constituye el único recurso estratégico. La formación profesional es el
alimento principal de un patrimonio que no se puede considerar nunca acumulado
de una vez por todas, considerando los tiempos actuales, tan acelerados y tan
necesitados de innovación.
Es grave que sigamos recordando que nuestro futuro pasa por el
conocimiento, la formación y la innovación, repitiendo el contenido del Libro
Blanco sobre Crecimiento, Competitividad y Empleo de Jaques Delors que ahora
cumplirá ya dos décadas, y que en su introducción nos emplazaba al esfuerzo de
"Invertir en lo inmaterial y valorizar el recurso humano aumentará la
competitividad global, desarrollará el empleo y permitirá conservar las conquistas
sociales”. Una advertencia que vista nuestra realidad y sus resultados parece
que otros países la entendieron mejor que nosotros, pues seguimos
irresponsablemente recortando un año más la inversión y recursos
imprescindibles en I+D+i y en formación. Precisamente cuando más estamos
necesitados de recuperar el tiempo perdido porque la mayoría del resto de los
países siguen avanzando y con ello ampliando su diferencia competitiva.
No faltan Leyes ni Directivas, ahí están la Ley de Economía Sostenible, la Ley de la Ciencia , la Tecnología y la Innovación , la Estrategia de Lisboa, la Estrategia de Lisboa
Renovada, etc., etc. Todas girando como el burro del molino, pero sin
financiación y reiterando espacios comunes: "invertir más en conocimiento
e innovación; liberar el potencial empresarial, en particular de las pequeñas y
medianas empresas; invertir en el capital humano y modernizar los
mercados laborales". Tanto papel y tanta estrategia para acabar en
Reformas Laborales que refuerzan una economía sustentada en el empleo precario
y desregulado, que desmotiva la participación de los trabajadores en la
organización del trabajo al reforzar el autoritarismo, precisamente la
antítesis de la innovación, y acabar reforzando lo más rancio y antiguo,
reformando la legislación laboral en la misma dirección de lo que ha sido la
causa de nuestros males económicos.
Porque si la
Innovación es hoy el factor determinante de la Política Industrial
y con ello de las mejoras de los procesos de investigación, fabricación y
comercialización de los productos en las empresas, igual de relevante y
decisiva y determinante es para la mejora de la competitividad de nuestra
industria también la
Innovación Social , la relacionada directamente con las
relaciones laborales y con todo aquello que tiene que ver con los recursos
humanos en las empresas y los sectores, por esto sigue siendo tan
imprescindible redoblar esfuerzos para desarrollar el II AENC en el ámbito de
los Convenios Colectivos, porque recuperar el Diálogo Social es también una pieza
esencial para la defensa de la
Industria y con ello del empleo.