Desde hace
unos meses se van encadenando noticias esperanzadoras para algunos sectores
como el textil y los sectores de la industria de la moda española, al empezar a
corregirse la tendencia iniciada hace una década de deslocalización hacia China
y otros países, en los que ahora se ve que no todo eran ventajas. Se evidencia
por ejemplo, que no solo importan los costes salariales por minuto de
producción sino el coste final, incluyendo costes de transporte, de personal
trabajando en el extranjero, de adaptación de servicios informáticos, de
formación de los trabajadores en destino, logísticos, de implantación y
mantenimiento de las máquinas e instalaciones, etc.
Esta
tímida pero novedosa "relocalización industrial" puede suponer una
oportunidad para muchas empresas y comarcas muy castigadas por la crisis y
necesitadas de actividad industrial tras la destrucción de su tejido
productivo, algo que no deberían perder de vista los sesudos ‘informes,
estrategias o alternativas industriales’, ya que el 85% de las empresas, el 65%
de la producción y el 74% del empleo en nuestro país corresponde a actividades
industriales manufactureras de baja o media intensidad tecnológica. Deberíamos
aprovechar cualquier oportunidad que pueda suponer recuperar la producción, y
mirar con atención, por no decir mimo, a los sectores industriales
tradicionales y con ellos a las pequeñas y medianas empresas, porque desde esa
base podremos generar el esperado y lento cambio de modelo productivo tan
reclamado como poco concretado por todos, Administraciones Públicas, Gobiernos,
patronales y sindicatos.
Surgen
dudas sobre si tendremos empresarios que respondan a la demanda de actividad,
si habrá crédito, hoy casi imposible, para que su iniciativa no quede
estrangulada, si tendremos profesionales de oficio, si tendremos industria
auxiliar, etc. Esperemos que sí y que no sea demasiado tarde para corregir el
grave error que ha representado para nuestra economía y nuestra sociedad que
sectores como el textil, el calzado, todos los que conforman el Sector de la Moda u otros sectores
industriales metalúrgicos, madera..., con historia y oficio, que antaño
generaron miles de puestos de trabajo y conocimientos, hayan sido relegados
-por no decir maltratados- por las políticas europeas, la legislación y las
Administraciones Públicas, los bancos, y también por algunos creadores de
opinión que los habían estigmatizado como sectores sin futuro.
Desde los
gobiernos se alentó a deslocalizar la producción porque España se ‘merecía algo
mejor’, sectores más punteros, con mayor valor añadido e innovación, llamados
insistentemente por voces políticas, económicas y sociales, que como refleja la
débil realidad industrial, no han acabado de llegar.
Las
razones por las que no han llegado aún, o no suficientemente, las conocemos:
ineficiente realidad educativa y formativa, baja inversión, escaso esfuerzo en
I+D+i, falta de cooperación y alianzas empresariales, así como el precio del
suelo que expulsó del centro de las ciudades a miles de empresas generando unas
plusvalías que sirvieron para cambiar y abandonar la actividad empresarial por
otra mucho más rentable, la actividad inmobiliaria.
Estas
empresas y sectores punteros no han llegado porque no hemos entendido, como
saben bien los países potentes y avanzados industrialmente, que esto no se
improvisa, ni se inventa, ni se construye solo con los discursos. La ‘nueva
economía’ no ha llegado porque cuando desaparece una pequeña industria o un
taller auxiliar, muere también una célula de potencialidad innovadora propia y
externa. Porque una empresa puntera, de alto valor añadido, casi siempre
resulta de la evolución de un producto, de aprovechar experiencias de procesos
y de mejorar un oficio. Por poner un ejemplo, una empresa de material de
precisión de última generación para quirófano, muchas veces es el fruto de la
evolución y la innovación de una antigua fábrica de tenedores y cucharas. Ésta
ha sido la historia de muchas empresas industriales punteras de Centroeuropa,
donde enseñan que cerrar una instalación industrial es algo más que apagar la
luz de un local.
Por esto,
Administraciones Públicas, patronales y sindicatos, empresarios y trabajadores
de sectores industriales, debemos redoblar nuestros esfuerzos para crear las
condiciones adecuadas que permitan impulsar un nueva reindustrialización. Una
de las medidas más urgentes y funcionales está en favorecer la cooperación
entre las empresas para dotarles de tamaño y capacidad, revirtiendo la realidad
de que en España existían más empresas industriales manufactureras que en
Alemania, cuando en conjunto generan menos de una cuarta parte de su valor
añadido.
Es
necesario que los empresarios dejen atrás lo antes posible sus históricas
reticencias a la cooperación y decidan actuar creando redes estables capaces de
nivelar el coste de las transacciones, garantizando un mejor resultado en calidad
y en tiempo de respuesta a las exigencias del mercado, en particular a las
exigencias de las grandes marcas y empresas de las que muchas son proveedoras.
Es el
momento de reforzar la cooperación empresarial entre las pequeñas y medianas
empresas, tanto en el ámbito territorial como en el de la especialización de
las diversas conglomeraciones, valorando y reconociendo la investigación
aplicada, a partir de los procesos que interactúan hasta llegar a la
comercialización. Se puede aprender del buen ejemplo de la integración y
cooperación de la investigación en el sector químico, o entre fabricantes y
proveedores en el sector del automóvil.
Al tiempo
que estas noticias abren tibias esperanzas y nuevas oportunidades, hay que
subrayar que difícilmente se transformarán en realidad sin jóvenes cualificados
que encuentren en estos sectores industriales una oportunidad de trabajo
reconocido, remunerado y profesionalmente gratificado en términos de salario,
formación continua, estabilidad y seguridad sin unas relaciones laborales que
posibiliten un mutuo compromiso y la necesaria complicidad que debería aportar la Negociación Colectiva
y más en concreto los convenios sectoriales que erróneamente la reforma laboral
pretende debilitar y que la acción sindical por el contrario deberá fortalecer.