Joaquím González Muntadas
Secretario General de FITEQA CC.OO
No tardamos ni tres meses desde las últimas elecciones en oír a los dirigentes del Partido Popular y del Gobierno de España reclamar a la oposición, en particular al PSOE, también a los sindicatos: "que arrimen el hombro". Una expresión muy gráfica y campechana que aún resuena de cuando, no hace todavía un año, los dirigentes del PSOE repetían la misma expresión con igual insistencia. Traducido al lenguaje de la política española debe querer decir: "cuando yo estoy en el gobierno, por patriotismo la oposición debe apoyar sin rechistar mis medidas, unas medidas que no necesito, ni quiero, negociar con nadie". Pero esto no es proponer concertación ni nada que se le parezca.
También es cierto que concertar no está precisamente en la historia de nuestra de practica política, incluso a sabiendas que nuestros mejores resultados políticos han tenido su origen en el acuerdo y el compromiso, precisamente cuando los partidos políticos y/o los agentes sociales han dado lo mejor de sí al ponerse de acuerdo, superando una tendencia tan arraigada en nuestra historia como es la imposición y la descalificación. Esto, ahora, en la grave situación que estamos viviendo, lo único que genera es el hartazgo de la mayoría de la opinión pública, como se expresa insistentemente encuesta tras encuesta.
Puede definirse con bastante precisión en qué consiste la "concertación", también en el ámbito político y social, con lo que es su propio origen musical, es decir "acordar entre sí voces o instrumentos musicales". O sea, practicar el difícil arte de hacer música juntos y, para ello, como en la concertación política, en primer lugar se precisa que al menos cada uno sepa tocar bien su instrumento. Después hay que saber, y tener voluntad, de tocar juntos, y, al final, lo más determinante, es decidir qué se va a tocar juntos, decidir la partitura.
Seguir con la metáfora nos permite recuperar algunas enseñanzas útiles también para la concertación política, como son: 1) que hacer música juntos es una disciplina severa que no se improvisa, 2) que la autonomía, en nuestro caso de los sujetos políticos y sociales, no puede llevar a tocar todos la misma nota, porque no sería “concertar”.
Pero lo más común entre ambos espacios es que en los dos se precisa algo insustituible como es el liderazgo, el del Presidente de Gobierno para la concertación política como lo es para la ejecución del concierto el director de orquesta. Un director que (normalmente) no toca ningún instrumento, pero da el tiempo a cada uno y, sobre todo, sugiere la interpretación justa, los subrayados, los acentos, los tonos, el volumen del sonido, etc..
Dirigir la orquesta no es solo bracear y gesticular. Como no lo es tampoco, para impulsar un proceso serio de Concertación, sólo pedir, como hacen el Partido Popular y el Gobierno, al resto de las fuerzas política "arrimar el hombro" a la vez que descalifican y pretenden desprestigiar a todo y a todos los que están fuera de su ámbito ideológico. Éste no puede ser el camino.
Concertar no es, como hace el Gobierno, reclamar apoyos incondicionales, abusar de Decretos Ley, sustituir la comunicación por dramaturgia. Ni tampoco querer explicar todos los fracasos endosando las responsabilidades a los demás para justificar su evidente incapacidad para gobernar la coyuntura, el empeoramiento día a día la situación económica y social de nuestro País. Concertar es, y lo sabe muy bien el sindicalismo porque es la esencia misma de su razón y de la negociación colectiva, llegar a un acuerdo asumido por las partes donde no basta con presentar exigencias, reivindicaciones, sino que hay que construirlo asumiendo cada parte, concesiones, renuncias, pero con un resultado y saldo final de avance positivo para todos y para cada una de las partes concertantes.
El Gobierno prefiere bracear y gesticular antes que hacer el serio sobreesfuerzo que representa liderar el diálogo social y político que demanda la actual situación y que exige la convivencia democrática. Son los pactos y los acuerdos los que expresan con más claridad que el poder es una realidad compartida y que se precisa reconocer tanto derecho como el propio a otros poderes o intereses sociales, para así poder tejer con el resto de las fuerzas políticas y sociales el necesario compromiso común para afrontar con rigor y solidaridad la grave situación de emergencia que estamos padeciendo y que exige el mayor esfuerzo de todos. Es lo que sigue reclamando la abrumadora mayoría de la ciudadanía.
Solo así, con medidas adecuadas, compartidas y, sobre todo, equitativamente repartidas, será posible superar esta crisis y salvaguardar la cohesión social que día a día se está deteriorando de forma acelerada. Solo saldremos de ésta con el esfuerzo que resultaría de un Gran Pacto de Estado, como CCOO viene reclamando y por el movilizándose desde hace más tres años. Porque somos conscientes de que, aunque sea la opción más compleja y difícil, la experiencia nos enseña con ironía que todo problema complejo tiene también soluciones rápidas, sencillas, ... y además equivocadas. Hoy ya podemos añadir que, además de equivocadas, son también injustas, inútiles y de consecuencias dramáticas. Sólo cabe recordar que se trata de una realidad reversible porque si todos sabemos reaccionar a tiempo y el Gobierno abandona, o se le obliga abandonar con la movilización sindical y social, su actitud sectaria y prepotente que ha presidido su gestión hasta hoy, seguro que podremos salir de ésta.