Joaquim González Muntadas
Si bien el titulo esta inspirado en el conocida película dirigida por Syndey Pollack, ni mucho menos pretende comparar la realidad que vivimos hoy con la de aquellos años de la Gran Depresión ni tampoco con aquellas gentes desesperadas que se apuntaban a un maratón de baile con la esperanza, la única probablemente, de ganar el premio final de 1500 dólares de plata y encontrar, al menos, un sitio donde dormir y comer. Tan poco constituye la intención de estas líneas comparar la necesidad de participar en un concurso de baile con lo que significa, para muchas personas, tener que tomar la decisión de emprender una actividad, empezando por el autoempleo, como alternativa a la falta, o escasez, de ofertas de trabajo asalariado.
La profunda crisis económica que padecemos está generando la conciencia social de que una posible solución, en muchos casos, pasa por la actividad profesional independiente, es decir el autoempleo y el desempeño simultáneo de varias actividades profesionales. A esta idea se llega por el convencimiento generalizado de que no es previsible que nuestras grandes empresas, ni tampoco el sector público, sean, como lo fueron hasta hace pocos años, los generadores de los millones de futuros nuevos puestos de trabajo todos ellos necesarios para absorber la demanda de empleo de los millones de jóvenes , y no tan jóvenes, actualmente en el paro.
Este cambio está suponiendo una gran transformación en nuestras tradicionales relaciones de trabajo. Hasta ayer, el emprendedor respondía más al prototipo de persona que no había finalizado los estudios, porque aquellos que sí los finalizaban su aspiración mayoritaria, nada menos que el 60% de los universitarios según las encuestas, ha sido ser funcionarios, trabajar en el sector público o al menos en una "buena empresa", es decir encontrar seguridad, estabilidad y ausencia de riesgo, todo lo contrario de lo que representa la aventura de emprender.
Emprendedor suena a moderno y actual, a veces incluso a frívolo si es a los políticos a los que se les escucha ensalzarlos; han pasado de besar a los niños por la calle a besar a los emprendedores en los muchos saraos institucionales que se organizan. Y es así a pesar de que no hay promesas políticas, legislativas, financieras, administrativas ni fiscales más incumplidas que las hechas a los emprendedores, usados, muchas veces, como coartada para esconder el fracaso de malas políticas económicas y laborales en relación a los asalariados y, en no pocas ocasiones, para contraponerlos a la ausencia de eficaces políticas activas de empleo.
Pero tenemos que ser conscientes que tenemos en nuestras universidades y centros de investigación, investigadores valiosos y reconocidos, comprometidos con su trabajo, con potentes proyectos que están esperando ser traducidos en empresa y empleos. Tenemos proyectos que precisan de un emprendedor que puede ser el estudiante que está sentado en la mesa del bar de la misma universidad de ese profesor que sigue encerrado en su laboratorio y con el proyecto en el cajón, un proyecto por el cual ambos podrían asociarse para hacer grandes cosas, impulsadas por esos nuevos instrumentos de apoyo a los emprendedores.
Precisamos que se extiendan y potencien más incubadoras, públicas y privadas, que promuevan ecosistemas que impulsen esos nuevos proyectos y empresas: pymes, start-up, spin-off, nombres hasta ayer desconocidos para el gran público, y hoy tan familiares para esos colectivos de jóvenes que están hartos de buenas palabras, y que esperan los recursos imprescindibles de los Business Angels, Capital Riesgo, o las3F (Family, Fools & Friends), pero también de los créditos públicos en estos tiempos en los que la financiación bancaria es tan difícil, por no decir imposible, a pesar de los numerosos, pero casi siempre falsos, reclamos de las entidades financieras ("Si tienes un proyecto innovador y necesitas financiación, preséntanoslo"), como bien saben los interesados por experiencia.
Es la hora de pasar de las promesas y la publicidad a los hechos y a la acción. Es la hora de poder decirles a los jóvenes: Emprended, Emprended Malditos, porque encontrareis de verdad el apoyo del conjunto de la sociedad para facilitar que germine la emprendeduría, tan ausente y alejada aún de nuestra idiosincracia social y que en muchos ámbitos, erróneamente se ha podido identificar con la ideología de derechas y conservadora.
Grave error cuando, precisamente, vemos que la mayoría de los nuevos proyectos están impulsados por jóvenes llenos de valores y espíritu transformador. Gentes movidas por la curiosidad, la capacidad de sorprenderse, el gusto por aprender, el trabajo cooperativo y el riesgo. Valores, todos ellos, que la izquierda política y social, no sólo no debería dejar que se los apropie la derecha conservadora, sino que, debería impulsar y defender como parte consustancial del proyecto político y social de la izquierda hoy tan necesitado de innovación en las formas pero también, y mucho, en el fondo.
La profunda crisis económica que padecemos está generando la conciencia social de que una posible solución, en muchos casos, pasa por la actividad profesional independiente, es decir el autoempleo y el desempeño simultáneo de varias actividades profesionales. A esta idea se llega por el convencimiento generalizado de que no es previsible que nuestras grandes empresas, ni tampoco el sector público, sean, como lo fueron hasta hace pocos años, los generadores de los millones de futuros nuevos puestos de trabajo todos ellos necesarios para absorber la demanda de empleo de los millones de jóvenes , y no tan jóvenes, actualmente en el paro.
Este cambio está suponiendo una gran transformación en nuestras tradicionales relaciones de trabajo. Hasta ayer, el emprendedor respondía más al prototipo de persona que no había finalizado los estudios, porque aquellos que sí los finalizaban su aspiración mayoritaria, nada menos que el 60% de los universitarios según las encuestas, ha sido ser funcionarios, trabajar en el sector público o al menos en una "buena empresa", es decir encontrar seguridad, estabilidad y ausencia de riesgo, todo lo contrario de lo que representa la aventura de emprender.
Emprendedor suena a moderno y actual, a veces incluso a frívolo si es a los políticos a los que se les escucha ensalzarlos; han pasado de besar a los niños por la calle a besar a los emprendedores en los muchos saraos institucionales que se organizan. Y es así a pesar de que no hay promesas políticas, legislativas, financieras, administrativas ni fiscales más incumplidas que las hechas a los emprendedores, usados, muchas veces, como coartada para esconder el fracaso de malas políticas económicas y laborales en relación a los asalariados y, en no pocas ocasiones, para contraponerlos a la ausencia de eficaces políticas activas de empleo.
Pero tenemos que ser conscientes que tenemos en nuestras universidades y centros de investigación, investigadores valiosos y reconocidos, comprometidos con su trabajo, con potentes proyectos que están esperando ser traducidos en empresa y empleos. Tenemos proyectos que precisan de un emprendedor que puede ser el estudiante que está sentado en la mesa del bar de la misma universidad de ese profesor que sigue encerrado en su laboratorio y con el proyecto en el cajón, un proyecto por el cual ambos podrían asociarse para hacer grandes cosas, impulsadas por esos nuevos instrumentos de apoyo a los emprendedores.
Precisamos que se extiendan y potencien más incubadoras, públicas y privadas, que promuevan ecosistemas que impulsen esos nuevos proyectos y empresas: pymes, start-up, spin-off, nombres hasta ayer desconocidos para el gran público, y hoy tan familiares para esos colectivos de jóvenes que están hartos de buenas palabras, y que esperan los recursos imprescindibles de los Business Angels, Capital Riesgo, o las
Es la hora de pasar de las promesas y la publicidad a los hechos y a la acción. Es la hora de poder decirles a los jóvenes: Emprended, Emprended Malditos, porque encontrareis de verdad el apoyo del conjunto de la sociedad para facilitar que germine la emprendeduría, tan ausente y alejada aún de nuestra idiosincracia social y que en muchos ámbitos, erróneamente se ha podido identificar con la ideología de derechas y conservadora.
Grave error cuando, precisamente, vemos que la mayoría de los nuevos proyectos están impulsados por jóvenes llenos de valores y espíritu transformador. Gentes movidas por la curiosidad, la capacidad de sorprenderse, el gusto por aprender, el trabajo cooperativo y el riesgo. Valores, todos ellos, que la izquierda política y social, no sólo no debería dejar que se los apropie la derecha conservadora, sino que, debería impulsar y defender como parte consustancial del proyecto político y social de la izquierda hoy tan necesitado de innovación en las formas pero también, y mucho, en el fondo.