La reciente fotografía en Moncloa, en la que se reencuentran los interlocutores sociales y el Gobierno, se acompaña de un documento conjunto entre el Presidente y los máximos responsables de CEOE, CEPIME, CCOO y UGT, que puede sugerirnos varias ideas.
Por el momento sólo se trata de una foto y un papel, en el centro de las profundas diferencias entre las partes y el largo camino andado en sentido contrario durante estos años. Pero los graves problemas que atraviesan la economía, el mundo del trabajo y el mercado laboral, merecen el máximo esfuerzo.
Creo que es una buena noticia, más allá de todas las consideraciones lógicas sobre el momento, su oportunismo, o, incluso, la dudosa sinceridad del Gobierno que ha convocado la reunión. Puede ser también una oportunidad para revisar la situación, para repensar y corregir muchos de los errores cometidos.
Es una oportunidad para impulsar el diálogo social y mejorar unas relaciones industriales y laborales que reclaman cambios en muchos campos y que el propio documento apunta cuando habla de "impulsar el diálogo social para favorecer el cambio del ciclo económico, la creación de empleo y la cohesión social".
Es un buen momento, ya que parece que estemos iniciando una realidad económica algo mejor. Algunos datos indican que se comienzan a crear puestos de trabajo y se podría empezar a superar la fase de dura excepcionalidad que se ha vivido durante estos últimos años, cuya máxima expresión ha sido la última reforma laboral y sus consecuencias tan negativas para el equilibrio en la negociación colectiva entre empleado y empleador, entre patronal y sindicatos.
Quizás sea el momento de abrir nuevos caminos, como exigen los nuevos tiempos, en las empresas y en la sociedad. Dar una oportunidad real a la mejora de las relaciones laborales tan necesitadas de modernización, de mirar y comparar la experiencia de otros países europeos con rigor y sin trampas.
Es el momento de que empresarios y sindicatos coincidan y acuerden construir un nuevo modelo de negociación colectiva, un modelo que represente un verdadero cambio con respecto a nuestra cultura tradicional, en el que la flexibilidad interna se compense con estabilidad en el empleo y garantías de acceso a las ventajas en las buenas etapas de la empresa.
También es un buen momento para cambiar esa cultura que provoca que en épocas de crecimiento no interese reformar y, luego, en plena crisis, la imaginación de los gobernantes solo haya dado para una reforma laboral que desincentiva la negociación y el acuerdo porque ha debilitado a la parte sindical en extremo y, con ello, ha agrandado la desconfianza que ha venido presidiendo las relaciones laborales en nuestro país, dificultando la innovación, la reforma, la propuesta y la negociación de su modernización.
Es necesario un modelo que desde la cultura de la negociación afronte las nuevas exigencias, hoy todavía tan ausentes en la mayoría de los convenios colectivos, del cambio en la organización de las empresas, que las atienda de verdad, que ayude y estimule a compartir el compromiso por la mejora competitiva de la empresa y la creación y mejora de la calidad del empleo.
Es el momento de que algunas empresas entierren los hábitos que tanto daño han hecho a la hora de pedir sacrificios en los momentos de crisis. Porque sus trabajadores, al contrario que los directivos y accionistas, estuvieron sin estímulos en los momentos boyantes y constreñidos en una negociación colectiva rígida, con el IPC como único criterio de referencia para la evolución de sus salarios.
Es el momento de innovar en el capítulo salarial para no caer en la trampa de los efectos negativos de una alta inflación, avanzando en nuevos instrumentos y criterios a la hora de relacionar los salarios con la evolución de las empresas y con objetivos medibles, algo que ya apuntó el vigente AENC con escaso éxito.
Los sindicatos son los primeros interesados en garantizar el éxito de esta difícil negociación. Representan la parte de la sociedad más débil y más castigada por la crisis y por las políticas practicadas por los gobiernos. Y como expresan con su firma en el documento del 18 marzo en la Moncloa , son los más interesados en impulsar con urgencia "desde un renovado protagonismo del diálogo social, medidas destinadas a favorecer el crecimiento de la actividad, impulsar la creación de empleo y consolidar la evolución positiva de la demanda externa, favorecer el crecimiento de la actividad, impulsar la creación de empleo y reforzar la cohesión social."
Esperemos que sea mucho más que una fotografía y que estemos ante una auténtica oportunidad que permita recuperar el tiempo perdido. Reconocer el fracaso de imponer políticas sectarias que han deteriorado gravemente el valor del trabajo y del diálogo. Que sea una oportunidad que permita impulsar un amplio debate en los centros de trabajo, despertando el interés y la participación de los trabajadores y trabajadoras con las propuestas sindicales a negociar, situando el protagonismo del movimiento sindical en el lugar que se merece en una democracia avanzada.