domingo, 11 de octubre de 2015

En el recuerdo de Simón Rosado



Joaquim González Muntadas
Director Ética Organizaciones SL

Si hay algún colectivo de personas que hoy está sintiendo una profunda decepción por el poco reconocimiento social que recibe el duro esfuerzo que realiza son esas decenas de miles de hombres y mujeres que de forma voluntaria han asumido la función de representar a sus compañeros y compañeras de trabajo y que ejercen, con responsabilidad y honestidad, su actividad de sindicalistas. Personas a las que les ha afectado más que nadie esos casos, excepcionales y muy minoritarios, que pueden haber ensuciado las siglas de su organización. Que viven como un insulto a su persona las duras campañas de descalificación y difamación que han venido sufriendo en los últimos años los sindicatos. Que han sufrido como el que más los graves efectos de la crisis económica y el efecto de las Leyes que se han ido aprobando dirigidas a debilitar su función. Pero también saben que el sindicalismo en su larga historia ha vivido, ha combatido con estas dificultades y con peores ataques por aquellos que siempre lo han visto como un dique a su concepción reaccionaria de la empresa  y la sociedad.

Por esto los sindicalistas saben, con todas esas dificultades que son muchas, que el riesgo  principal que corre su función está en las serias dificultades que está teniendo para atender con eficacia los profundos cambios que está viviendo el mundo del trabajo y su actual fragmentación. Cada día comprueba  cómo,  en muy pocos años y agravado por la crisis, se ha ido dibujando un nuevo mapa de realidades lleno de diversidades que tiene muy poco que ver con aquellas relaciones laborales, industriales y políticas, no tan lejanas en el tiempo, sobre las que se fundamentaron los sindicatos en el pasado siglo y  sobre las que se construyeron las formas de organización,  de relación y comunicación con sus afiliados y con los trabajadores, como también las prioridades programáticas y reivindicativas a defender.

Unos cambios profundos que le exigen, a los y las sindicalistas, nuevos conocimientos y  nuevas competencias de gestión, de comunicación y de liderazgo para ejercer con eficacia su función de representante sindical en la empresa y en los sectores productivos. Que les exige nuevas capacidades para gestionar y dialogar con la enorme diversidad que hoy es la característica dominante en el mundo del trabajo. Porque está quedando muy atrás aquella cómoda uniformidad de la clase trabajadora de ayer para la que están formados y pensada la pesada y poco eficiente estructura  organizativa de su sindicato todavía profundamente jerárquica y rígida.       

Y como en toda empresa y organización, que aspire a afrontar un  cambio y a salir de la zona de confort que da la seguridad de hacer las cosas como siempre, el sindicalismo no le queda más opción que abrirse de par en par al aprendizaje y sus dirigentes tener la humildad de promover y estimular la creatividad para aprender de ella. Esa creatividad que surge, día a día, del atrevimiento y la imaginación de decenas de militantes sindicales que innovan iniciativas y prácticas nuevas formas, a veces incluso rompedoras, de movilización y de lucha; de nuevos procedimientos para elegir las candidaturas para las elecciones sindicales; o nuevas iniciativas que surgen en muchas empresas para estimular la participación a la hora de construir la plataforma de su convenio colectivo.

El sindicalismo es un territorio rico y propicio para la innovación y la creatividad, pero está falto de canales internos que estimulen la transferencia de conocimiento y experiencias. Falto de espacios que faciliten el  aprender de los aciertos y de los errores en las formas de trabajar entre unos y otros. Y este requisito, tan  imprescindible en toda empresa y organización que aspire al éxito, se consigue de la experiencia diaria que aportan los protagonistas que trabajan en la  empresa o militan en la base de la estructura del sindicato y con la humildad los dirigentes para aprender de ellas y atreverse a revisar sus formas de trabajar y de dirigir la organización.

Por esto me ha parecido de especial interés al hablar de creatividad e incluso de innovación,  referirme a la iniciativa de Alfons Llopis. Militante de CCOO de Industria de Catalunya cuyo trabajo es el de promover elecciones sindicales en las empresas de los sectores de esta organización y conseguir el máximo de delegados y delegadas para las candidaturas de su sindicato. Es un trabajo duro, lleno de decepciones y alegrías según el resultado final de cada proceso electoral. Pero un trabajo nada monótono ya que cada empresa, cada persona con la que habla para ser candidata, cada grupo de trabajadores y de afiliados con las que se relaciona pueden ser una experiencia y por esto una enseñanza para mejorar su trabajo.

La iniciativa de Alfons es tan sencilla como el haber abierto un modesto Blog El Racó del Sindicata http://alfonsllopis-sindicata.blogspot.com.es/ donde en lugar de escribir su opinión sobre el mundo y la vida, qué debería hacer el sindicato o de denunciar las miles de cosas que merecen la denuncia. Él, en ese cajón de emociones, tiene la humildad y la valentía de compartir su experiencia particular y muy especialmente los errores que entiende que ha podido cometer en su trabajo, en unos casos, por no haber sabido percibir los intereses particulares de un determinado colectivo lo que le ha llevado a perder una candidatura; o en otro por no haber tenido la sensibilidad necesaria ante las dificultades que expresaba una candidata potencial, etc. Y también los aciertos, el haber sabido esperar a la hora de hacer una propuesta delante del director de la empresa,  o el haber intuido a tiempo que era mejor hablar con un candidato fuera del recinto de la empresa.

Y la pregunta que nos podemos hacer es: ¿nos imaginamos una organización sindical capaz de estimular a las decenas de personas que están día a día en la calle y en los polígonos industriales;  que les apetezca y encuentren sentido compartir, como está haciendo Alfons Llopis, sus emociones, alegrías y cabreos, sus aciertos y sobre todo sus errores y fracasos de cada día para que de ellos poder aprender y corregir? Pues esto es lo que son capaces de hacer las empresas inteligentes: aprender de sus errores y transferir entre sus miembros conocimiento que, por cierto,  hay mucho y muy valioso en los centenares de personas sindicalistas que día a día visitan los centros de trabajo y que en el fondo son también la cara y la imagen del sindicato.