Joaquim González Muntadas
Director Ética Organizaciones SL
Si hay algún colectivo de personas que
hoy está sintiendo una profunda decepción por el poco reconocimiento social que
recibe el duro esfuerzo que realiza son esas decenas de miles de hombres y
mujeres que de forma voluntaria han asumido la función de representar a sus
compañeros y compañeras de trabajo y que ejercen, con responsabilidad y
honestidad, su actividad de sindicalistas. Personas a las que les ha afectado
más que nadie esos casos, excepcionales y muy minoritarios, que pueden haber
ensuciado las siglas de su organización. Que viven como un insulto a su persona
las duras campañas de descalificación y difamación que han venido sufriendo en
los últimos años los sindicatos. Que han sufrido como el que más los graves
efectos de la crisis económica y el efecto de las Leyes que se han ido
aprobando dirigidas a debilitar su función. Pero también saben que el
sindicalismo en su larga historia ha vivido, ha combatido con estas
dificultades y con peores ataques por aquellos que siempre lo han visto como un
dique a su concepción reaccionaria de la empresa y la sociedad.
Por esto los sindicalistas saben, con
todas esas dificultades que son muchas, que el riesgo principal que corre
su función está en las serias dificultades que está teniendo para atender con eficacia
los profundos cambios que está viviendo el mundo del trabajo y su actual
fragmentación. Cada día comprueba cómo, en muy pocos años y
agravado por la crisis, se ha ido dibujando un nuevo mapa de realidades lleno
de diversidades que tiene muy poco que ver con aquellas relaciones laborales,
industriales y políticas, no tan lejanas en el tiempo, sobre las que se
fundamentaron los sindicatos en el pasado siglo y sobre las que se
construyeron las formas de organización, de relación y comunicación con sus
afiliados y con los trabajadores, como también las prioridades programáticas y
reivindicativas a defender.
Unos cambios profundos que le exigen, a
los y las sindicalistas, nuevos conocimientos y nuevas competencias de
gestión, de comunicación y de liderazgo para ejercer con eficacia su función de
representante sindical en la empresa y en los sectores productivos. Que les
exige nuevas capacidades para gestionar y dialogar con la enorme diversidad que
hoy es la característica dominante en el mundo del trabajo. Porque está
quedando muy atrás aquella cómoda uniformidad de la clase trabajadora de ayer
para la que están formados y pensada la pesada y poco eficiente estructura
organizativa de su sindicato todavía profundamente jerárquica y rígida.
Y como en toda empresa y organización,
que aspire a afrontar un cambio y a salir de la zona de confort que da la
seguridad de hacer las cosas como siempre, el sindicalismo no le queda más
opción que abrirse de par en par al aprendizaje y sus dirigentes tener la
humildad de promover y estimular la creatividad para aprender de ella. Esa
creatividad que surge, día a día, del atrevimiento y la imaginación de decenas
de militantes sindicales que innovan iniciativas y prácticas nuevas formas, a
veces incluso rompedoras, de movilización y de lucha; de nuevos procedimientos
para elegir las candidaturas para las elecciones sindicales; o nuevas
iniciativas que surgen en muchas empresas para estimular la participación a la
hora de construir la plataforma de su convenio colectivo.
El sindicalismo es un territorio rico y
propicio para la innovación y la creatividad, pero está falto de canales
internos que estimulen la transferencia de conocimiento y experiencias. Falto
de espacios que faciliten el aprender de los aciertos y de los errores en
las formas de trabajar entre unos y otros. Y este requisito, tan
imprescindible en toda empresa y organización que aspire al éxito, se
consigue de la experiencia diaria que aportan los protagonistas que trabajan en
la empresa o militan en la base de la estructura del sindicato y con la
humildad los dirigentes para aprender de ellas y atreverse a revisar sus formas
de trabajar y de dirigir la organización.
Por esto me ha parecido de especial
interés al hablar de creatividad e incluso de innovación, referirme a la
iniciativa de Alfons Llopis. Militante
de CCOO de Industria de Catalunya cuyo trabajo es el de promover elecciones
sindicales en las empresas de los sectores de esta organización y conseguir el
máximo de delegados y delegadas para las candidaturas de su sindicato. Es un
trabajo duro, lleno de decepciones y alegrías según el resultado final de cada
proceso electoral. Pero un trabajo nada monótono ya que cada empresa, cada
persona con la que habla para ser candidata, cada grupo de trabajadores y de
afiliados con las que se relaciona pueden ser una experiencia y por esto una
enseñanza para mejorar su trabajo.
La iniciativa de Alfons es tan sencilla
como el haber abierto un modesto Blog El Racó del
Sindicata, http://alfonsllopis-sindicata.blogspot.com.es/, donde
en lugar de escribir su opinión sobre el mundo y la vida, qué debería hacer el
sindicato o de denunciar las miles de cosas que merecen la denuncia. Él, en ese
cajón de emociones, tiene la humildad y la valentía de compartir su experiencia
particular y muy especialmente los errores que entiende que ha podido cometer
en su trabajo, en unos casos, por no haber sabido percibir los intereses
particulares de un determinado colectivo lo que le ha llevado a perder una
candidatura; o en otro por no haber tenido la sensibilidad necesaria ante las
dificultades que expresaba una candidata potencial, etc. Y también los
aciertos, el haber sabido esperar a la hora de hacer una propuesta delante del
director de la empresa, o el haber intuido a tiempo que era mejor hablar
con un candidato fuera del recinto de la empresa.
Y la pregunta que nos podemos hacer es:
¿nos imaginamos una organización sindical capaz de estimular a las decenas de
personas que están día a día en la calle y en los polígonos industriales;
que les apetezca y encuentren sentido compartir, como está haciendo
Alfons Llopis, sus emociones, alegrías y cabreos, sus aciertos y sobre todo sus
errores y fracasos de cada día para que de ellos poder aprender y corregir?
Pues esto es lo que son capaces de hacer las empresas inteligentes: aprender de
sus errores y transferir entre sus miembros conocimiento que, por cierto,
hay mucho y muy valioso en los centenares de personas sindicalistas que
día a día visitan los centros de trabajo y que en el fondo son también la cara
y la imagen del sindicato.