Joaquim González Muntadas
Director de Ética Organizaciones SL
Siento la necesidad de compartir una
extraña sensación al haber tomado la decisión de no votar a los “míos”
mañana, 21 de diciembre. La extraña sensación de romper por primera vez
la costumbre o inercia de votar la candidatura que formalmente ha venido representando
a la mayoría de las personas con las que he compartido una larga vida de
militancia política, primero, en Bandera Roja, luego en el PSUC. La extraña
sensación de votar distinto a mi círculo de amistades que en su gran mayoría
simpatiza, incluso milita, en Comú-Podem y vota la candidatura encabezada por
Xavier Domènech, político del quien tengo muy buena opinión y mejores
referencias por parte de personas autorizadas de mi entorno cercano que le
conocen personalmente.
He tomado la decisión de no votar a los
“míos” por el comportamiento que han mantenido los principales líderes
de Comú-Podem en estos últimos tiempos en relación con la independencia de
Catalunya. Comportamiento que ha hecho sentirme muy lejos de esta organización
política, especialmente de sus más influyentes dirigentes. Porque muy
lejos les he sentido de lo que siempre he entendido que deberían representar
los valores y principios básicos y esenciales de una opción política de
izquierdas, muy lejos también de las propuestas concretas que tales valores y
principios se deberían desprender.
Me he sentido lejos de los “míos”,
cuando he visto y sentido la soledad y distancia en la que han vivido aquellos
dirigentes de Comú-Podem con los que más me he sentido identificado, como es el
caso de Joan Coscubiela.
Me he sentido muy lejano de la imagen de
Ada Colau, la indiscutible y principal líder de esta organización, recibiendo,
junto a Puigdemont en la Plaza de Sant Jaume, a los alcaldes independentistas
con el objetivo de impulsar el falso referéndum del 1 de Octubre. Me he sentido
muy lejos del trabalenguas incomprensible o la adivinanza con que la alcaldesa
de Barcelona explicaba su posición ante la votación del 1 de Octubre,
precisamente en unos momentos en los que a los líderes políticos se les debía
exigir claridad y nitidez ante una situación de tan especial trascendencia
política y social como la que estábamos viviendo.
Me siento muy lejos de aquellos cargos
públicos y sector de militantes de Comú-Podem que han decidido romper el
acuerdo de gobierno con el PSC en el Ayuntamiento de Barcelona. Pero todavía
más lejos del silencio de los concejales y de la alcaldesa a la hora de dar su
opinión con ocasión de la consulta a la militancia sobre el acierto o error que
para cada uno de ellos y ellas representaba el sí o el no de esa
decisión.
Me he sentido muy, pero que
muy lejano de Jaume Asens, de sus declaraciones a favor de la DUI, de su
felicitación a los diputados de Catalunya Sí Que Es Pot que no mostraron su
papeleta aquel viernes 27 de octubre en el Parlament de la Catalunya, donde se
aprobó la independencia y la república de Cataluña. O de su apoyo a la marcha
de Carles Puigdemont a Bruselas. Muy lejos de la posición de la alcaldesa de
Badalona en todo aquello que se refiere a la apuesta por la independencia
de Catalunya.
No votaré a aquellos que se supone que
son los “míos”, y no lo hago impugnando su valía política, ni tampoco negando
el trabajo de algunos de sus diputados en el Parlamente durante esta última
legislatura. Ni negando sus aciertos en tantos otros frentes de reivindicación
y de lucha. No votaré a los “míos” a pesar que ahí están personas que aprecio y
de los que admiro su historia y trabajo en el PSUC e IC.
Pero no quiero de ninguna de las maneras
y bajo ningún concepto que se difumine, agüe o no se cuente mi voto como un
voto contra la independencia de Catalunya. Por esto no les voy a votar.
Quiero que se cuente mi voto como un
voto a favor de la Constitución y de su reforma por vías de diálogo y
negociación.
Quiero que no se pueda poner mi voto el
día 21D por la noche en el limbo de los “ni sí ni no, sino todo lo
contrario”, o que se sume a un ficticio y engañoso bloque, “el del
soberanismo”, para así maquillar un fracaso, si los partidos independentistas
no consiguen la mayoría en votos.
Por esto he mirado hacia la candidatura
de Iceta y el PSC, muy consciente que muchos de sus candidatos nunca han sido,
ni serán, de los “míos”. Pero reconozco que hay también en esta
candidatura, además de la claridad a la que aspiro que tenga mi voto
mañana en estas tan especiales elecciones, personas que, con toda rotundidad,
puedo decir que sí son de los “míos”. Un ejemplo claro es Eva Granados, así
como otras personas comprometidas con el mundo del trabajo, como Manuel
Zaguirre o Manuel Gómez Acosta.
Por todo ello votaré la candidatura del
PSC encabezada por Miquel Iceta.