sábado, 9 de diciembre de 2017

Miquel Iceta, el carpintero que necesita Cataluña

Ha empezado la campaña para las elecciones del 21D, así que cada candidato o candidata ha centrado su mensaje y sus promesas respondiendo, por supuesto, a su ideología. Pero, además, dadas las particulares circunstancias que durante estos últimos años estamos viviendo en Catalunya, el eje electoral lo marcan especialmente las diferencias    de dónde encuentra y explica cada cual las razones del conflicto que  estamos viviendo, así como sus soluciones. 

Unos entienden que el conflicto es entre territorios, entre un Estado reprensor y un territorio ocupado y oprimido. Otros lo explican por el caduco, dicen, Régimen del 78. Otros afirman que la solución, tan pronto se derrote electoralmente a los partidos independentistas, vendrá sola.

Pero hay un candidato,  por suerte, que  huye de la simplificación y nos advierte que no es suficiente con derrotar electoralmente a los partidos independentistas. Que además, insiste, es preciso derrotar al sectarismo que habita entre nosotros y que cada día se extiende y recrudece más. Que entiende que es preciso y urgente restaurar la fraternidad y la normal convivencia social hoy muy arañada. Que es urgente construir puentes y derribar esos muros, cada día más altos, que dividen a la sociedad catalana. Que la solución no vendrá de la mano ni de héroes, ni de mártires, ni tampoco de magos llenos de supuesta buena voluntad que piensan que por la sola negación del problema éste desaparecerá. 

El problema social que tenemos es tan grave y complejo que precisa de la mano de  un buen operario para cerrar de una vez este largo ciclo de rauxa y entrar de lleno, ya es hora, en el ciclo del seny. Como explicaba el maestro de historiadores Jaume Vicens Vives (1910-1960) en su libro NOTICIAS DE CATALUNYA, escrito en 1953, esos dos resortes sicológicos colectivos han estado presentes a lo largo de nuestra historia. Y han provocado que tras la rauxa que ha impulsado las numerosas revueltas y revoluciones fracasadas, vividas a lo largo de la historia de Catalunya, la reacción de esta sociedad ha sido siempre recuperar “el seny”, y con ello, nos dice Vicens Vives: “dejar y cambiar el arma de la causa perdida por la herramienta del trabajo de cada día para construir el reagrupamiento del país hacia su refugio esencial que es el trabajo, el que, de verdad, entierra decepciones y despierta nuevas esperanzas”.

Para abrir este necesario nuevo periodo, para provocar este cambio en la sociedad catalana, necesitamos un buen operario. Necesitamos un buen carpintero que construya esos puentes imprescindibles para recuperar el pulso de una sociedad normal y moderna. Necesitamos puentes para enterrar de una vez los pitidos dedicados al que piensa contrario y guardar las banderas. Necesitamos que  vuelvan a la primera página de los periódicos los problemas graves que tenemos en la enseñanza y también los éxitos que cosechamos en el campo de la investigación sanitaria. Necesitamos que vuelvan a ser noticia las luchas sindicales por la mejora de las condiciones de trabajo, y la de los vecinos por unos barrios y ciudades más limpias, sanas y habitables. Necesitamos estremecernos y reaccionar ante la noticia de que  cientos de personas mueren semanalmente ahogadas en el Mediterráneo, etc. 
  
Necesitamos puentes para que mi amigo Canals vuelva hablarse con su nuera, para que a mi amiga Noemi le vuelva apetecer ir a cenar con sus amigas del alma porque el tema de conversación vuelva a ser el de sus hijos, sus suegras, el trabajo o las vacaciones. 

Necesitamos puentes para recuperar la afección mutua entre las sociedades catalana y del resto de España, que en otros periodos nuestra historia común ha sido profunda y fraternal. Y que ahora estamos en riesgo de perder.



Por esto necesitamos buenos operarios de la política, para que el día después del 21 de diciembre se pongan a “construir puentes y no trincheras ni fronteras” en frase textual de Miquel Iceta.  Quien, por lo que ha venido demostrando en estos años en el Parlament y defiende en su programa de gobierno, bien podría ser el mejor operario carpintero que hoy necesita Catalunya para que dejemos de recordar jornadas históricas que no lo fueron, y de esperar nuevas derrotas que no se deberían volver a repetir.