Quim
González Muntadas
Todos los sondeos que se están publicando estos días
revelan que la opinión mayoritaria de los españoles y españolas suspende al
gobierno de España. Ha caído 25 puntos en pocas semanas en las encuesta como
consecuencia de la gestión de la crisis sanitaria. Por ejemplo, el 56% de la
ciudadanía de Andalucía y Catalunya (una coincidencia que
debería hacer pensar a esos que se creen tan diferentes, una con gobierno del
PP y otra independentista) y el 49% de la Comunidad de Madrid, considera que la gestión del Gobierno ha sido
muy mala o mala. Sólo uno de cada cuatro españoles, el 27,7%, piensa que la
gestión ha sido aceptable.
Sorprende el contraste con los apoyos que están
recibiendo otros gobiernos de países vecinos que no han hecho nada distinto, o
más, que España en la gestión de
esta crisis. Por ejemplo, el gobierno italiano recibe el 71% de apoyo a su
gestión. El 63% apoya la de la canciller alemana Angela Merkel. En Francia, Emmanuel
Macron ha mejorado incluso el apoyo de sus ciudadanos con la crisis del
coronavirus.
La pregunta es: ¿qué explica esta diferencia entre España
y el resto de los países? Seguramente las razones son muchas. Unos lo
explicarán por la dura campaña, ya denunciada, en la que más de una
organización criminal está infectando de infundios y falsedades las redes
sociales para generar alarma social y debilitar las instituciones del Estado. Otros lo explicarán por la
guerra sin cuartel que vivimos por parte de algunos partidos políticos que
ponen por delante el partidismo, el electoralismo y sus ambiciones. O la
deslealtad de algunas instituciones que aplican el “cuanto peor mejor” porque
creen que les dará una ventaja para su proyecto de debilitamiento y
desprestigio del Estado español, aquí e internacionalmente.
Pero, ¿cuál es la causa de fondo que explica estas
diferencias, cuando el partidismo, el electoralismo y el populismo no deben ser
tan diferentes a los de nuestros vecinos? Quizás la razón principal es que
somos un país de listos, de muy listos. La mayoría de nosotros sabíamos a la
perfección, mucho antes que el gobierno de España, lo que se tenía que haber
hecho y las medidas que se tenían que haber puesto en marcha.
Sabíamos que tendríamos que haber comprado, incluso
fabricado, en España respiradores para las UCIs. Sabíamos, como no, que
tendríamos que haber comprado y almacenado, hace muchas semanas, millones de
test, pero test de los buenos, cuando precisamente estaban mucho más baratos. Y
sabíamos... ¡quién no lo sabía!..., que tendríamos que haber comprado decenas
de millones de mascarillas y de batas ligeras, reutilizables, resistentes e
impermeables… y de todas las tallas. Y parece que, menos el gobierno de España,
todos sabíamos que teníamos que haberlo parado todo, ¡pero todo!..., y el
primer día. Eso sí, sin crear alarma social, para que no desaparecieran de las
estanterías de nuestros supermercados los rollos de papel higiénico, ni los
productos de primera necesidad.
Debe ser que somos el país que tiene la ciudadanía más
lista, lo que explicaría el resultado de estas encuestas y el contraste con la
opinión pública en otros países. Aunque instituciones internacionales hayan
avalado en varias ocasiones la gestión de nuestro gobierno, aunque incluso en
algún tema se haya puesto a España como referencia del buen hacer.
Es el precio de ser un país de listos, lo único que nos
queda es exclamar bien alto: ... ¡qué suerte que seamos tan listos los
españoles…!