Quim González Muntadas
«La historia humana es la historia de
comienzos libres y no tanto de un proceso inexorable al que deberíamos
someternos.» Con esta frase finalizaba Daniel Innerarity la
conferencia que dictó en Barcelona en
octubre de 2014 y que tuve la suerte de escuchar. La historia de la Humanidad es la historia de
comienzos libres.
¡Qué útil sería que fuéramos conscientes de esta verdad
en estos momentos tan especiales, en los que nadie duda que empezamos una nueva
era económica, política y social! En estos momentos en los que estamos viviendo
un “parteaguas” como sinónimo de un hito que marca un antes y un después, como
así es, por las consecuencias de la crisis sanitaria.
Tendríamos que saber que ningún manual de crisis podrá
suplir la creatividad necesaria para afrontar el futuro. Hemos oído muchas
veces que las crisis son oportunidades, así que en estos momentos no deberíamos
malgastar nuestras energías en lamentos, ni en reproches que nos hundan todavía
más en el pesimismo y en la parálisis de la fatalidad. Porque el primer
objetivo debería ser evitar el riesgo de la tentación, que toda crisis incita,
de pensar que la solución está en salvarse cada uno como pueda, en lugar de
alentar nuestra inteligencia cooperativa. Depende de nosotros, como personas y
como sociedad, que gane el “sálvese quien pueda” o, por el contrario, la
cooperación y la suma de esfuerzos. La responsabilidad de las organizaciones
políticas, sociales y económicas significa responder con inteligencia a este
tremendo reto, para estar así a la altura de la complejidad y gravedad del
momento.
Dijo Hannah Arendt que en política
tenemos derecho a esperar milagros. No porque seamos supersticiosos, sino
porque los seres humanos, cuando actúan libremente y en comunidad, “están en
condiciones de realizar lo inverosímil y lo inalcanzable”. Porque la
democracia no es solo el menos malo de los regímenes, como suele decirse, sino
también, el menos estúpido. Porque en ella se puede construir la sabiduría
colectiva con el diálogo, la negociación y la cooperación. Podría ser lo mismo
que decir que unos “tontos” podemos producir algo sabio, que es, precisamente
el milagro que se produce cuando una organización o una comunidad tiene un
objetivo común y para conseguirlo trabaja conjuntamente y en equipo.
Como nos muestran las últimas encuestas, así lo creemos
el 70% de nuestra sociedad, favorable a que se negocie un gran Pacto de
Reconstrucción Social y Económica como mejor forma para afrontar las consecuencias
de la actual crisis sanitaria, económica y social. Un Pacto que
sume esfuerzos para acometer la necesaria protección social y los necesarios
cambios en nuestro sistema productivo, que potencie la industria, la formación,
la innovación y la investigación. Como ha dicho Josu Jon Imaz,
consejero delegado de Repsol: «Aprovechemos esta crisis, que ha dejado en
evidencia nuestras muchas lagunas, para modernizar el país.» Un Pacto para
acordar las nuevas prioridades y los necesarios recursos para afrontarlos y que
solo podrán venir de decisiones fiscales.
La gran duda está en si al final se impondrán, una vez
más en este nuestro país, los que apuestan por el “sálvese quien pueda”, y con
ello nuestra particular cultura política que del acuerdo hace la excepción, y
del sectarismo y el enfrentamiento la norma para aparentar firmeza cuando en la
mayoría de las ocasiones no es más que miedo a compartir riesgos y
responsabilidades.
O, por el contrario, ante la gravedad de la situación y
el desasosiego que la previsible devastación económica y social provoca en
amplios sectores de la sociedad, la mayoría de líderes políticos, sociales y
económicos entiendan que, para ellos y sus organizaciones, los costes del
no acuerdo serán más elevados que los del acuerdo. Que entiendan que el arte de
la política es saber distinguir en cada momento entre aquello en lo que se
puede e incluso se debe mantener el desacuerdo y, aquello que, en momentos como
el actual, exige ponerse de acuerdo.
Es imposible encontrar un momento en nuestra historia
reciente en el que se haga más evidente la necesidad de sumar esfuerzos y
compromisos para construir, como está reclamando Pedro Sánchez,
un Pacto de Reconstrucción Social y Económica, o como se
le quiera bautizar, en el que las diversas fuerzas políticas y los
interlocutores sociales imaginen juntos el futuro.