Joaquim González Muntadas
Citar a Schumpeter en vano –y
especialmente sin venir a cuento-- no encuentra buen acomodo en un
debate con punto de vista fundamentado. Menos todavía si quien lo hace es un
colega del famoso economista austriaco. Es lo que ha hecho Francisco S. López
Romito a través de una fabuladora interpretación de mi artículo “Enterrar la
vieja empresa y renovar el sindicalismo” (1). López Romito tilda mis
planteamientos como «sindicalismo amarillo» en Destrucción creativa y sindicalismo amarillo, donde el autor coge el rábano por las hojas. Porque traer
a colación, en su polémica con un servidor, a Schumpeter digamos que es
algo forzado. Más todavía, el autor pone en mi boca cosas
que ni he dicho en mi artículo ni se me han pasado por las mientes. Por
ejemplo, de ¿dónde saca –o de donde infiere— que «González Muntadas dé por
universal e inmodificable a la empresa capitalista y aliente a los trabajadores
y sus organizaciones sindicales a aceptar su sino»? Esta es una pregunta
pertinente, por no decir indispensable, para enhebrar una conversación
honesta. Si eso fuera verdad, tenga por seguro López Romito que no hubiera dedicado
cuarenta años de mi vida al sindicalismo confederal, de clase, en Comisiones Obreras.
Creo firmemente en el
sindicalismo confederal y en su capacidad para intervenir en las empresas,
sectores y en la economía para conseguir, en expresión de Bruno Trentin, la «humanización del trabajo» un
objetivo, precisamente hoy más necesario y actual que nunca, a pesar
de la innovación y el avance tecnológico, que, como sabemos, no en
todos los casos, ha repercutido en mejorar las condiciones de trabajo
y vida de la clase trabajadora. Pero sí es
indudable que son inseparables ciertos niveles de eficiencia y
productividad de las empresas para garantizar la mejora de
vida y trabajo, y también que ello se asienta en
la mejora constante de la profesionalidad y la calidad del trabajo.
Por eso, como reitera de
forma insistente el artículo que critica López Romito, entiendo
que es preciso situar en el centro de la acción sindical y en la
negociación colectiva los temas de la organización del trabajo
y sus correspondientes derechos de información y participación de los
trabajadores y sus sindicatos. Un objetivo, aunque difícil, que está
y ha estado presente durante décadas en la opinión
mayoritaria de CCOO y de forma muy particular en la
Federación de Industria Textil Químicas
y Afines de CCOO (FITEQA) donde he militado durante
años ejerciendo la responsabilidad de Secretario General y
que , con estrecha unidad con UGT, han entendido que
el centro de la acción reivindicativa – el convenio de la
Industria Química y
los de importantes empresas del ámbito de esta Federación son una
referencia de ello – está en la conquista y el ejercicio de
nuevos derechos que nos defiendan del autoritarismo, la discriminación y
la discrecionalidad tan propios de la vieja empresa que urge enterrar
con nuevos derechos de participación arrancados con la pala del
sindicalismo confederal organizado en los centros de trabajo.
La realidad nos demuestra, y no
tengo duda que López Romito lo sabe también, que desde la
chatarrería –esto es, desde la empresa que no innova o no es
obligada por la acción colectiva a ponerse al día-- se está
fisiológicamente o en puertas de la crisis o en crisis permanente y es por
esto que tampoco tengo dudas que mí interpelante sabe muy
bien, que desde ese territorio, el de la empresa vieja, no se mejoran
las condiciones de trabajo de los asalariados y sus familias. Y, por
extensión, tampoco la economía general, ni las conquistas del
Estado de bienestar ya que a estas alturas --observando los efectos
devastadores de la crisis y en estas páginas no creo que nos
debamos recordar-- que esta ha golpeado con más saña allá donde
el modelo productivo era o es aproximadamente pura chatarrería.
Por esto creo que, desde
la óptica sindical, la pregunta que hoy interesa a la clase
trabajadora, insisto desde la óptica sindical, no es tanto la que se
formulaba hace muchas décadas Joseph Alois Schumpeter con la que
inicia el artículo de réplica Francisco S. López Romito “¿Puede
sobrevivir el capitalismo? Ni creo incluso tampoco la
respuesta del insigne economista cuando afirma que: “No, yo pienso que
no puede hacerlo”.
Y en cambio son muchas
las preguntas que tiene hoy sobre la mesa el sindicalismo global, europeo
y español y que las respuestas no son nada fáciles como
estamos comprobando. Preguntas que van desde: ¿cómo se afronta la
nueva acción sindical internacional ante la
globalización y conscientes de todas
las contradicciones que están provocando? A como se abordan y armonizan
la defensa los derechos individuales y los colectivos, la igualdad
de oportunidades, la profesionalidad, la flexibilidad y la
seguridad, la información y la participación en
la nueva realidad del actual mundo del trabajo cada vez
más heterogénea.
Preguntas que algunas
se salen del guión tradicional más pensado para la vieja empresa
taylorista y que hoy se percibe insuficientes para liderar
a esos amplios colectivos de trabajadores y trabajadoras de esas
empresas con nuevas las formas de gestión empresarial, donde, en algunos
casos desde la iniciativa empresarial se han incorporado
nuevos instrumentos y canales de información y participación de
los trabajadores, pero eso sí, individual, sin el
sindicato. Ahí tenemos otra pregunta como el sindicalismo recupera o
reconquista su espacio su espacio y expresa su utilidad en
la nueva empresa.
No, no es sindicalismo
amarillo, que sería el peor insulto que puede recibir un sindicalista y un
sindicato, pero como López Romito sabe bien el sentido de
esta expresión, es por lo que no me siento aludido y por ello
ofendido porque supongo que no era su intención o incluso puede ser una
mala interpretación. Pero, sí, son preguntas ante los cambios en el mundo del
trabajo que obligan al sindicalismo a innovar nuevas formas y reivindicaciones
o dicho de otra forma, que entre la disputa (ya secular) entre liberación
desde el trabajo y liberación del trabajo, el que firma este
artículo, está de parte de quien sostiene que hoy es posible, humanizar
y enriquecer el trabajo dependiente con mayores grados de libertad sin tener
que esperar la superación del capitalismo para obtener algún resultado.
Y es
precisamente la tarea del sindicalismo la demostrar día a día
que eso está dentro de las cosas posibles, organizando en
afiliación, innovando y transformando las reivindicaciones en
conquistas y progreso sin miedo a los cambios como se refería Luciano Lama en su despedida como
dirigente de la
CGIL , a los sindicalistas con estas
palabras: «no tengáis miedo a los cambios, el miedo no es una
virtud sindical».
(1)