El pasado sábado 24 de enero, con el lógico interés de quien se preocupa por la política y la cosa pública, me puse a escuchar con atención la entrevista en el programa La Sexta Noche a Pablo Iglesias, líder de Podemos. Este partido político, según la mayoría de las encuestas que lo sitúan como primera fuerza política en intención de voto para las próximas elecciones generales, tiene serias posibilidades de gobernar.
Una entrevista seguida por 2.100.000 espectadores, algo que evidencia el lógico interés por conocer las opiniones del político de más éxito de nuestro país aunque se presenta aún sin un programa concreto y evaluarle. Ha conseguido ciertamente ser el centro de atención pública e ilusionar a millones de ciudadanos con un mensaje genérico, de cambio y regeneración democrática, y ha sabido construir nuevos símbolos, con un nuevo lenguaje, alejado de complejos análisis, lo que le está permitiendo proponer soluciones aparentemente fáciles e inmediatas. Con un discurso de colega a colega, directo al rencor que siente la mayoría de la sociedad por estos años de crisis, convirtiendo así a Podemos en el espejo de la sociedad, un requisito esencial para ejercer el liderazgo social.
Era previsible el éxito de audiencia y a la vez su gran repercusión en las redes sociales de esta entrevista en La Sexta Noche , por el interés en escuchar y conocer directamente la opinión del protagonista y su análisis más detallado y preciso, que hasta hoy apenas se ha pronunciado, o que no ha sido más allá de las generalidades que impiden hacerse una opinión clara de lo que propone en caso de gobernar. En momentos tan particulares como los que estamos viviendo, muchas personas esperábamos oír su opinión sobre los temas centrales que un gobierno debe afrontar con algo más que vaguedades y eslóganes.
No hubo suerte y asistimos a un Aquí hay Tomate, un espectáculo impostado y teatral, con un rifirrafe entre un periodista provocador y previsible, propio de un troll, en argot de internet, y un político famoso, atacándose con descalificaciones e insultos que más allá del buen o mal gusto (sobre lo que no hay nada escrito), era muy decepcionante para quienes esperábamos algo más que ver las habilidades de un buen polemista, y nos quedamos con las ganas de un entrevista que se recordara como el debate entre el padre de Zipi y Zape, don Pantuflo, con El Coletas.
Lo que vimos fue la táctica recurrente de la ambigüedad en el mensaje político, evitando con ello tener que concretar políticas y propuestas evaluables, lo que es mucho más eficaz y por supuesto más rentable electoralmente, como estudia Murray Edelman (1919-2001), en La construcción del espectáculo político, donde explica que se deben evitar las promesas claras que puedan resultar incómodas para algunos potenciales electores.
Es evidente que la entrevista de La Sexta Noche consiguió con nota el objetivo de la ambigüedad, pues no entró en ningún tema al detalle, a pesar de su larga duración. No sé si el mérito se lo debemos al líder de Podemos o sucedió a pesar suyo. En todo caso no fue una entrevista política, más allá del beneficio en audiencia y publicidad que le pueda haber aportado a la cadena de televisión.
Porque si como se afirma hoy por algunos políticos, que los platós televisivos son el ámbito principal del debate político y se llega al electorado desde la política como espectáculo, sin duda podemos afirmar que el programa de El Coletas y Don Pantuflo fue una gran aportación a la ciencia política, y su altos niveles de seguimiento serían también una muestra clara del nuevo impulso de la participación ciudadana en la política que vive nuestro país. Pero también deberíamos aceptar que si la política es espectáculo, los ciudadanos y ciudadanas no seremos más que unos meros espectadores que cliquean un me gusta, no me gusta, o retwittean lo que ha dicho mi político favorito.
Esperemos, que el debate político sea algo más que un espectáculo y que un día podremos escuchar una entrevista con profesionales del periodismo, respetuosos con la persona y sus ideas, pero que quieran saber algo más que los titulares de las propuestas y las anécdotas, donde Iglesias responda con franqueza y humildad, aunque le incomode la pregunta y el debate político pueda ir mucho más allá de El Coletas y Don Pantuflo.