En muy pocas
semanas, máximo meses, encontraremos hasta en la sopa un nuevo concepto.
No habrá suplemento dominical, canal de televisión o emisora de radio que no
dedique un artículo o un programa especial a este concepto que se conoce como
Industria 4.0. Ya hoy, en nuestro país, se están celebrando infinidad de
iniciativas - seminarios, conferencias y cursos que organizan una multitud de
organizaciones e instituciones públicas locales, autonómicas, estatales y
sectoriales - con los enunciados de digitalización, Industria 4.0 o la IV
Revolución Industrial.
Si desde la apretada
agenda de actos presentes y futuros tuviéramos que evaluar nuestra posición y
expectativas como país ante los retos que abre está nueva revolución
industrial, podríamos afirmar, sin ninguna duda, que España está al día y
responderá como el que más para afrontar el cambio que representa la Industria
4.0. Y que esta vez, no vamos a quedarnos en el andén, como sucedió en las
anteriores, mientras parte el tren de la nueva Revolución Industrial.
Pero si miramos más
allá de las hermosas presentaciones. Y nos fijamos en lo realizado durante los
últimos quince años en relación a la industria y el cambio del modelo
productivo, el optimismo se convierte en seria preocupación, porque vemos
que lo que más hemos hecho es confeccionar los mejores Planes
Estratégicos, Planes por la Competitividad y Hojas de Ruta, aunque en la
primera curva se han parado. La novedad, es que ahora les llamaremos Planes
por la Digitalización, Planes por la Industria 4.0 etc, por supuesto,
esta vez también, habrá uno por cada CCAA, comarca, provincia sin relacionarse
entre sí. Conseguiremos tener una nutrida ristra de observatorios, comisiones
mixtas, comisiones multidisciplinarias, multisectoriales, parlamentarias,
para el estudio, seguimiento, e implementación de la Industria 4.0 . Que
elaborarán sus planes, en la mayoría de los casos parecidos como dos
gotas de agua, todos llenos de párrafos de “copia y pega” traducidos del alemán
o el inglés y donde el verbo más repetido volverá a ser “se debería”.
Podemos mirar el
lustroso zapato con el que entrará en el futuro ese reducido núcleo de
empresas, la mayoría multinacionales, que sin duda avanzarán aquí como en el
resto de los centros que la multinacional tiene en otros países. Pero
necesitamos ese otro pie, el que seguimos calzando una vieja alpargata, La que
representa esos déficits estructurales que lastran nuestra competitividad
y de los que apenas se habla cuando se sitúan las prioridades políticas.
Tenemos en muchos sectores y empresas, realidades más propias de la II
Revolución Industrial, solo cabe mirar a una parte de nuestro viejo
sistema productivo, a nuestro deplorable mercado de trabajo, al obsoleto
modelo de relaciones laborales y nuestro, más que deficiente,
modelo educativo que tenemos.