“Tal vez algún día dejen a los jóvenes inventar su propia juventud” (Quino)
El
12 de agosto, un año más, se celebró el Día Internacional de la Juventud, una
buena ocasión para detenernos a mirar las particularidades con las que viven la
mayoría de los jóvenes españoles su presente y futuro laboral y profesional. En
un reciente informe elaborado por Adecco se nos dice, respecto al futuro
laboral referido a los próximos diez años, que
para los jóvenes españoles, entre 18 y 30 años, lo más importante al
hablar de empleo, es conseguir estabilidad económica (al otorgarle 7,8 puntos
sobre 10), por delante de tener el trabajo de sus sueños (7,49 puntos) y
trabajar en una empresa socialmente responsable (6,38 puntos). Pero la cruda
realidad, según el mismo informe, es que el 42,2% cree que tras acabar su
formación y durante el primer año de búsqueda no encontrará empleo
alguno.
Estos
datos ponen de manifiesto lo que piensan nuestros jóvenes sobre sus
expectativas de futuro, que los convierte, según este informe, en los más
pesimistas de Europa en lo que se refiere a su futuro laboral. Algún motivo
tendrán si valoramos el dato de que el paro juvenil está,
actualmente, en el 46,5%, y, además, más del 20% de los jóvenes
españoles ni estudia, ni trabaja. No es una realidad muy esperanzadora, como no
lo ha sido la relación del mercado de trabajo con ellos, durante estos
últimos año, que ha provocado haya
sido, con mucho, el colectivo más afectados por la crisis.
Según
el informe PIMEC de junio 2016, proporciona datos sobre la destrucción empleo
en Catalunya en el periodo más duro de la crisis 2008 a 2013. Algunos de ellos
son extrapolares al conjunto de España y nos evidencian esta afirmación. En
estos cinco años se destruyo el 70,5% del empleo de menores de 20 años, el
47.7% de 20 a 24 años y un 34,6% de entre 25 y 34 años. Por si estos datos
no fueran suficientes para apreciar la dimensión del problema y de sus efectos
sobre la relación entre generaciones. Si agrupamos a todos los colectivos
menores de 35 años vemos que el empleo de los jóvenes cayó en un 38,5%,
frente al 3,7% de los mayores de 35 años en ese mismo periodo.
Evidencia
que la crisis en nuestro país se ha ensañado de manera muy particular con las
personas más jóvenes negándoles un empleo. Ahí tenemos esa permanente e
insoportable mitad de menores de 25 años en el paro y la mayoría de los que
tienen empleo con empleo, con contratos de trabajo con menos salarios y
derechos o contratos en prácticas, becarios llenos de abusos y mal uso de su
situación, etc. etc. Una realidad laboral deteriorada que nos explica muchas de
las sorpresas vividas en nuestro escenario político y la extendida desconfianza
de los personas jóvenes hacia la mayoría de instituciones y organizaciones
sociales que, a pesar de las buenas intenciones de algunas de ellas, es
evidente que la gran mayoría no han estado a la altura para afrontar el
evidente riesgo de ruptura de la solidaridad inter-generacional que puede
acabar, dentro de poco, siendo uno de nuestros mayores problemas.
Porque
la irracional situación actual no se podrá mantener por mucho tiempo. En la
que un joven que oye insistentemente que en el futuro, lo más probable,
él no disfrutará de una pensión o, al menos, no en condiciones parecidas como
las actuales. Pero mientras con su empleo, precario y mal pagado, está
sustituyendo, en el mismo puesto de trabajo, a un trabajador que se acaba de
jubilar cuya pensión, en muchos casos, es un 20% mayor que el
salario que él percibe por las ocho horas diaria de trabajo, con igual o mayor
formación.
Una
realidad injusta, que será difícil de mantener en el tiempo y que merece,
como insisten CCOO y UGT, situar urgentemente el empleo y la formación de los
jóvenes en el centro de la ación de las administraciones públicas, partidos y
organizaciones sociales. Pero también exige convertir la resignación de muchos
jóvenes en organización y traducir la lógica indignación en acción. Afiliándose
y participando en las organizaciones sindicales, organizándose para proponer,
debatir y empujar, también desde los centros de trabajo y la negociación
colectiva, la lucha por sus derechos. Porque, sin este compromiso y una fuerte
voluntad de lucha, desde y con los sindicatos, las soluciones serán mucho más
difíciles.