Después del
espectáculo del PSOE, ¿hará travesuras el PSC?
“Los
hombres son tan simples y de tal manera obedecen a las necesidades del momento,
que aquel que engaña encontrará siempre quien se deje engañar”. Maquiavelo .- El Principe
Esta semana pasada los dirigentes del Partido
Socialista Obrero Español nos han permitido ver y vivir un verdadero
espectáculo. Tan emocionante que ha sido retransmitido con todo lujo de
detalles por los medios de comunicación, con programas especiales de TV y
radio. Todo como si se tratara de una reñida final de copa de fútbol, con su
información de “minuto resultado” incluido. Con las imágenes de los hinchas
recibiendo a los participantes en la puerta del lugar donde se iba a dar
el acontecimiento, con las pancartas e insultos a los miembros del equipo
contrario, incluso con agentes de seguridad presentes para evitar que se
pudiera llegar a mayores.
Como en un verdadero espectáculo deportivo, en
el que no podían faltar los inflamados artículos y comentarios propios de la
prensa y radio deportiva alineada con su equipo local. Opiniones llenas
de estridencias, exageraciones y sensacionalismo e incluso editoriales, en no
pocas ocasiones, con insultos y falta de respeto a la opinión de los
contrarios.
Un verdadero espectáculo, lleno de denuncias e
incumplimiento de compromisos y de promesas, de acusaciones de traición e
intereses ocultos, etc. Una exhibición de silencios y disimulos, de dobles
lenguajes que han escondiendo la discusión abierta sobre el qué hacer tras las
elecciones del 26 de junio, posiciones escondidas en hipócritas, por
imposibles, resoluciones que han hecho imposible un debate de personas adultas
y profesionales en el que podamos entender las verdaderas diferencias y razones
que han provocado este espectáculo.
Ya ha pasado el espectáculo del fin de semana,
ahora la pregunta obligada es ¿quién ha ganado? La respuesta es fácil, ha
perdido el PSOE. La copa y la medalla se las han llevado sus principales
competidores.
Ha ganado Podemos, que ha conseguido
presentarse como el desencadenante y protagonista principal de la crisis, la
espoleta que ha hecho saltar por los aires al “viejo partido”. Han
sabido, una vez más, con un alarde de eficacia comunicativa concentrar, tal
como aconsejan los expertos en comunicación, un mensaje claro y sencillo, sin
matices, directo al corazón y por tanto, de buenos y malos, de blanco y negro.
Mensajes que han acabado siendo los más repetidos. Como: “ha sido un golpe de
estado”, “han perdido los defensores de las esencias de izquierdas”, “han
ganado los barones y la obsoleta estructura del viejo partido
socialista”, “han ganado los intereses del Ibex frente a la gente”
“ha vencido el poder establecido”, “se han impuesto los apéndices de Rajoy”,
“ya sabemos quien es la niña de Rajoy”, etc.
Y ha ganado, cómo no, Mariano Rajoy y el
Partido Popular, que ha visto, sentado a la sombra de la puerta de su
casa como pasaba en camilla su principal competidor autolesionado,
desprestigiado para construir una alternativa de gobierno, desmovilizado
y debilitado para poder competir en unas terceras elecciones.
Ahora, solo falta saber cuánto podrán aportar,
para ayudar o para estropear más, a este espectáculo de autodestrucción,
los dirigentes del Partit Socialista de Catalunya (PSC) en su próximo proceso
congresual y de primarias. En cuanto ayudarán a levantar o a derribar el
debilitado proyecto socialdemócrata en España y en Catalunya. Si aportarán
útiles propuestas para recuperar la iniciativa en el mundo del trabajo, la
educación, la solidaridad y la lucha por la igualdad etc, o su debate girará
en insustanciales diferencias internas o en nuevas-viejas
propuestas de desvinculación de los diputados y diputadas del PSC en el grupo
socialista en el Parlamento español, en lugar de aspirar a jugar un papel de
cohesión y liderazgo en estos momentos de extrema debilidad del proyecto común.
Si consolidaran su posición firme a favor del federalismo o volverán a nacer,
por enésima vez, nuevas disidencias y posiciones en su ya difícil y cambiante
posición ante la compleja e incómoda realidad de política catalana.