Un macguffin es la expresión acuñada por Sir Alfred Hitchcook para
definir la maniobra o excusa argumental, carente de relevancia en la película,
donde apoyado por
un elemento como un maletín, un sombrero, un
elefante, etc, que el espectador no había
apreciado hasta ese momento, realiza el director para despistar al espectador y provocar un
giro en la trama.
Algo
muy parecido acaba de hacer la Ministra Báñez. Nos ha presentado a bombo y
platillo, en mitad del relato de inicio de legislatura que estamos viviendo y
de preparación de la agenda de negociación del Dialogo Social en materias como
pensiones, reforma laboral y renovación del Acuerdo para la Negociación
Colectiva, su propuesta de modificar los horarios de trabajo para favorecer la
conciliación de la vida laboral y personal, una idea recurrente y compartida
por la inmensa mayoría de la sociedad y las fuerzas políticas y sociales.
El macguffinde la
ministra Báñez, no debería cambiar el foco ni rebajar la preocupación social y la denuncia de las
deplorables condiciones de trabajo y de salario de amplios colectivos de
trabajadores y trabajadoras, fruto de los abusos en la contratación de la
mayoría de las empresas multiservicios, o las diferencias salariares entre
directivos y trabajadores, de las más agudas de Europa, o la devaluación que
han padecido los salarios entre los jóvenes y las nuevas contrataciones en las
empresas, una auténtica lacra social que empieza a ser denunciada por la
mayoría de las instituciones económicas por representar un serio riesgo para la
salud y el equilibrio de nuestra economía.
Unos
temas que precisan negociación, diálogo y decisión para afrontarlas con máxima
urgencia que están situadas en la agenda social y política y hasta ahora
ocupaban las primeras páginas en los medios de comunicación y no deberían ser
relegados por este macguffinde la ministra Báñez en
forma de iniciativa política novedosa del gobierno Y que, como el espectador en el cine, no desviemos la mirada,
en este caso, las prioridades y las urgencias, mientras nos
cambian la trama.
Esperemos que se reafirme la agenda política y se aceleren las
negociaciones de los temas pendientes, que son difíciles y urgentes pero
necesarios de resolver como la brecha salarial, la Inspección de Trabajo o la
reforma del Estatuto de los Trabajadores, además de las ya citadas.
Ello no quiere decir, muy al contrario, que no debamos
afrontar también la racionalización horaria con seriedad y rigor, trabajando medidas que
faciliten la conciliación de la vida personal, familiar y laboral. Conscientes
de la necesidad de poner en común los tres espacios ahora tan difícil de
armonizar, para tantas personas, como son los horarios de trabajo, los
escolares y comerciales y los personales, de ocio y relaciones sociales, lo que
supone introducir cambios, en algunos casos muy profundos, en los hábitos y
costumbres de la sociedad, y que precisará de un conjunto de pactos y acuerdos
sociales para que sea posible.
Pero
una muestra importante del grado de madurez de nuestra sociedad en
relación a la demanda de reformas horarias nos la dará también cuantas medidas
y derechos se pactarán en los convenios colectivos que favorezcan e impulsen la
conciliación, en línea con la afirmación de Miguel Ángel
Aller, director de personas, organización y cultura de Gas Natural Fenosa, en
el periódico Expansión del 13/12/2016, donde afirma la necesidad de que se
pacte en las empresas “un
horario de gran flexibilidad de entrada, salida y pausas para la comida, Bancos de Tiempo para la
realización de gestiones personales en horario laboral etc, …… acciones que
contribuyen a la mejora de la calidad de vida de las personas y a su
autorrealización personal, que tienen un efecto de retorno en mejora social y
muy probablemente en mejorar la productividad nacional”.
Conciliar
la vida laboral, personal y profesional, racionalizar los horarios, cambiar las
costumbres. Pongámonos a ello, que no sea uno de esos espacios comunes que
sirven para hablar y hablar pero que luego la vida de los hechos, los convenios
colectivos, las leyes, van en dirección contraria. Al final solo sirven para
entretener, cuando no es para despistar como un macguffin, pero este es un tema
demasiado serio y necesario para jugar con él.