Quim
González Muntadas
Hola, amigas y amigos, han pasado dos semanas desde que
salí del hospital y solo tengo buenas noticias. Esta mañana, por teléfono, el
servicio sanitario me ha dado el alta médica. Rosa María ya hace 6 días que no
tiene ni fiebre, ni síntomas de malestar. Así que, después de unas semanas muy
especiales, hoy, en esta casa, cerramos la puerta al coronavirus y abrimos la
ventana de la anhelada “normalidad”: ya podemos ir a tirar la basura y a
comprar, ¡todo un lujo! Por esto repito: ¡joder, qué importante es la salud!.
En esos instantes recuerdo el grito de guerra de mi madre cuando iba a trabajar
a la fábrica textil, cosa que hizo hasta los 63 años: ¡salud i feina!
Aunque después de leer el artículo de John Carlin, en La
Vanguardia del pasado viernes, tengo la moral por las nubes. En dicho artículo,
con ironía, nos dice que los que hemos sido contagiados y hemos salido bien, en
realidad nos ha tocado la lotería. Porque, si es cierto que ahora somos
inmunes, seremos envidiados porque nos darán un carnet que nos dará la libertad
para salir de casa, seremos los que podremos viajar, ir a los bares, los
restaurantes y a los campos de fútbol. ¡Caray!, qué suerte, si es verdad.
Están siendo días de leer y de escuchar muchas opiniones
sobre el futuro que nos espera. Días de preguntas y dudas sobre el mundo que
vendrá tras este shock, que aún nos sigue pareciendo irreal, como si
estuviéramos siendo protagonistas de una mala, por exagerada, serie de TV.
Dudas de si volveremos a ser los mismos y si nuestras costumbres sociales
cambiarán mucho, poco o nada. Si la crisis económica será una V, una U, o una
L.
Preguntas sobre si al final se harán realidad las
terribles previsiones que se anuncian para la economía española. Si sabremos
responder con inteligencia y solidaridad, como nos exige la ocasión. Si los
hombres de la Troika volverán a sacar del armario sus trajes negros. O, por el
contrario, como afirma Ursula von der Leyen (presidenta de la UE), “Europa
responderá y saldrá más fuerte de esta crisis, porque han sido las crisis las
que le han hecho avanzar”.
Son días en los que hay mucho tiempo para pensar y, como
suele ocurrir ante las grandes amenazas y catástrofes, se agitan las
conciencias y se remueven algunas cuestiones que han quedado tapadas por el
tran-trán de la cotidianidad. Dicen, que son momentos de nuevas preguntas e
incluso de renovar viejas buenas intenciones, ¿será verdad?
Nadie sabe, si esta crisis despertará nuestros mejores
valores y una conciencia transversal sobre la importancia de lo colectivo, que
va mucho más allá de lo público, y cultivaremos la solidaridad porque sabemos
que mucha gente va a sufrir.
Lo que sí sabemos es que sectores poderosos nos pondrán
sobre la mesa y defenderán, con todas sus fuerzas, viejas recetas para afrontar
la crisis, vestidas de un rigor científico “incontestable”, que buscarán que
paguen las consecuencias los de siempre. Porque seguirán confundiendo las
causas con las consecuencias. Como le sucede al científico de esta historia.
« Un investigador hizo el siguiente experimento:
Tomó una araña, le arrancó dos patas, la colocó sobre una mesa y se dirigió a
ella y le dijo ¡araña anda! y la araña se puso a caminar sobre seis patas.
Luego le arrancó dos patas más, hizo la misma operación y la araña caminó sobre
las cuatro patas restantes.
Decidido a obtener alguna conclusión, le arrancó tres patas más y dijo ¡araña
anda! y la araña, con su sola pata, se puso en movimiento.
Finalmente le arrancó la última pata que le quedaba y gritó ¡araña anda!, pero
la araña permaneció completamente inmóvil.
La conclusión del investigador fue esta:
Cuando a una araña se le arrancan las ocho patas, ésta se queda absolutamente
sorda. »
Bueno, aquí acaban estas crónicas escritas desde el miedo, la esperanza y la
alegría. He querido compartir con vosotros, amigos y amigas, algunas de mis
preocupaciones, temores, dudas y preguntas. Lo que me ha ayudado mucho y que os
agradezco vuestra atención y comentarios.
Gracias.
Un abrazo muy fuerte y cuidaros mucho.