sábado, 20 de junio de 2020

APROVECHEMOS LA OPORTUNIDAD

Quim González Muntadas


Si política industrial es la acción de los gobiernos dirigida a apoyar que las empresas y sectores se doten de las capacidades y los recursos necesarios que les permitan competir y afrontar la evolución de los mercados, creo que podemos afirmar, con rotundidad y mucho pesar, que en España la política industrial real y efectiva ha estado ausente durante décadas. Aunque de lo que no hemos estado escasos es Resoluciones, Declaraciones y Pactos por la Industria con los agentes sociales y económicos cada dos o tres años, y a todos los niveles, Gobierno Central, autonómicos e incluso locales. Pactos siempre genéricos, sin ninguna coordinación entre sí y llenos de frases comunes. Y, sobre todo, faltos de recursos económicos y de un mínimo balance de seguimiento de los objetivos planteados y alcanzados o no.

En mayo de 2011 el Congreso de los Diputados aprobó la Ley de la Ciencia, la Tecnología y la Innovación, que en su preámbulo decía: “El modelo productivo español (…) se ha agotado, con lo que es necesario impulsar un cambio a través de la apuesta por la investigación y la innovación como medios para conseguir una economía basada en el conocimiento…”

El Parlament de Catalunya, por poner otro ejemplo, aprobó, en septiembre de 2009 “impulsar el desarrollo en Catalunya de un nuevo modelo de progreso económico basado en la educación, la investigación y la innovación, que deben convertirse en prioridades estratégicas de primer orden en las agenda política, social y económica de Catalunya.”

No habrá cambio productivo sin nuevos y específicos instrumentos políticos, sociales y legales que impliquen mayores inversiones en capital humano, en desarrollo y en educación a todos los niveles del sistema educativo y en la formación profesional permanente.

Y así, podríamos recorrer la geografía española para repasar las decenas de resoluciones y pactos políticos y sociales en los que se repiten, con escaso éxito, los mismos objetivos y prioridades que hoy volvemos a leer y escuchar cuando se inicia la reflexión, discusión y negociación en la Comisión del Congreso para la Reconstrucción Social y Económica en búsqueda de un Pacto que la ciudadanía tenemos el derecho a esperar que, esta vez, vaya más allá de las grandes declaraciones de buena voluntad ya conocidas. Porque llevamos un costoso retraso desde aquel Libro Blanco de Jaques Delors de hace 23 años sobre Empleo, Crecimiento y Competitividad, en cuya su introducción ya nos emplazaba a los europeos al esfuerzo de "Invertir en lo inmaterial y valorizar el recurso humano que es el que aumentará la competitividad global, desarrollará el empleo y permitirá conservar las conquistas sociales”. Una advertencia que, vista nuestra realidad y sus resultados, parece que otros países la entendieron mejor que nosotros. Lo vivimos y padecimos ya en la crisis de 2008 y en sus graves consecuencias sociales.

Ahora estamos ante una nueva oportunidad, la de poder aprovechar el impulso de la Reconstrucción y los importantes recursos previsiblemente disponibles para ello. De cómo se gestionen estos recursos y de las prioridades que se fijen, dependerá nuestro éxito o fracaso como sociedad. Aprovechemos que partimos de un importante consenso entre la mayoría de la sociedad y las organizaciones políticas, sociales y económicas. Un consenso colectivo sobre la necesidad de aunar esfuerzos para un cambio profundo en nuestro modelo productivo, para superar la debilidad industrial y el bajo valor añadido que padecen muchos de nuestros sectores productivos, lo que explica su baja productividad y los alarmantes niveles estructurales de desempleo que padecemos y que no acabamos de ser capaces de superar.

Pero no habrá cambio productivo sin nuevos y específicos instrumentos políticos, sociales y legales que impliquen mayores inversiones en capital humano, en desarrollo y en educación a todos los niveles del sistema educativo y en la formación profesional permanente.

No hay urgencia mayor para nuestro futuro que la inversión en capital humano, con un esfuerzo extraordinario similar al que hicimos durante veinte años, desde mediados de los 80, en capital físico, muy especialmente con algunas de las infraestructuras de transporte, comunicación y urbanismo, que hoy constituyen nuestro mejor recurso estratégico.

No habrá nueva economía sin unas nuevas relaciones laborales que sitúen la búsqueda del conocimiento y la creatividad en el centro mismo de la gestión empresarial. Que promuevan nuevas formas de flexibilidad interna sustentada en el diálogo y el pacto social con permanente información sobre la marcha de la empresa a los trabajadores y la participación de sus sindicatos. Que faciliten nuevas políticas retributivas relacionadas con los objetivos compartidos, el trabajo en equipo e la innovación.

No dejemos perder esta oportunidad para no repetir, una vez más, los viejos errores con los que, después de tantos papeles y discursos hablando de innovación, Industria 4.0, digitalización, inteligencia artificial …, sigamos sin desprendernos de la vieja y pesada losa de unas relaciones laborales que impiden el necesario cambio del modelo producto.

Aprovechemos esta oportunidad.