Viejo
refrán sueco: “Quién paga a sus trabajadores con cacahuetes solo tendrá
monos”.
Ahora, en los que tantos le dedican más tiempo a las esencias
que a las existencias, es una buena noticia para el mundo del
trabajo, las empresas y la economía de Catalunya, que el próximo 27 de
noviembre se firme por CCOO y UGT y las patronales Foment del Treball,
Fepime y Pimec el Acuerdo Interprofesional de Catalunya (AIC) 2015-2017.
También para el conjunto de España lo fue la firma el 8 de junio del
III AENC, aunque padeciera un sospechoso vacío en los medios de comunicación.
Ambos acuerdos apuntan a la voluntad de los Agentes Sociales y Económicos de
mirar la realidad de los centros de trabajos, y la urgente necesidad de
reformar y mejorar desde su principal instrumento que es la negociación
colectiva.
Una negociación colectiva que debería, como anuncia este
Acuerdo, ser capaz de incorporar nuevos instrumentos de flexibilidad y nuevos
derechos de participación de los trabajadores y trabajadoras y sus
representantes, e información transparente de la marcha de las empresas sobre
los resultados, los proyectos, y unos convenios colectivos colectivos que
deberían ser un acicate y una base sólida para el necesario cambio de modelo de
relaciones laborales e industriales, basadas en la cooperación y el esfuerzo
común.
Como el Acuerdo firmado para 2011-2014, el AIC para 2015-2017
es, o eso nos gustaría entender, una positiva y clara expresión de
la voluntad patronal y sindical para superar esa vieja flexibilidad externa que
se sustenta en el desequilibrio entre derechos y obligaciones desde un mercado
de trabajo desregulado y precario. Esa flexibilidad, a la que nos tiene
acostumbrados tantas empresas en nuestro país, que provoca desregulación y
deterioro de las condiciones de trabajo y que, como hemos visto en los últimos
años, cuando las empresas afrontan dificultades, da adiadas consideran el
despido como la primera y única opción.
A partir de ahora, la música contenida en el AIC, sus
recomendaciones, directrices y declaración de intenciones deben
traducirse en realidad y en letra en los cientos y miles de convenios
colectivos. Y estos deberían poder responder a las exigencias de cada realidad
sectorial y de empresa y, en la práctica, deben pasar de regular, en
muchos casos, las condiciones de trabajo de solo los colectivos menos
cualificados de las empresas, a atender también las necesidades de los grupos
de personas con mayor cualificación y responsabilidad, cuyo salario
real y sus condiciones prácticas están al margen del convenio colectivo.
Desde la música de este nuevo AIC se debe iniciar un cambio en
la actitud, tan extendida en tantísimas empresas, de falta de
confianza mutua, uno de los principales escollos de
nuestras relaciones laborales y, con ello, avanzar en un modelo que permita
establecer una adecuada relación entre los costes laborales, la situación de la
empresa y también sus beneficios. Avanzar en una relación de
diálogo, construyendo el compromiso de los trabajadores y trabajadoras con la
mejora de la productividad, entendida como ese mix de esfuerzo, mejora
formativa, aplicación de tecnología, reinversión de excedentes y gestión
eficaz, que exige compromiso por ambas partes. Y sí, cuando las cosas van bien,
los beneficios deben ser para todos.
Conscientes de que avanzar en la música del AIC
exige, inexorablemente, que los empresarios confíen en ellos mismos, en su
capacidad de negociación y acuerdo, y que dejen de esperar que todas las
soluciones vengan de las reformas legislativas porque, como se demuestra en
muchas ocasiones, desde la autonomía de las partes, desde la negociación y el
acuerdo, es donde se alcanzan las mejores soluciones, que siempre
son infinitamente más eficaces cuando la letra está escrita conjuntamente por
las dos partes. Y también exige a los sindicatos aceptar que no están jugando
en campo contrario cuando hablan de mejorar la eficiencia del trabajo, ni
cuando hablan de mejorar la productividad y la competitividad de la empresa.
El AIC es una llamada a superar de una vez la
vagancia negociadora de quienes han esperado que las leyes y las
reformas legislativas resuelvan el complejo mundo del trabajo y su déficit de
cultura de negociación. En estos tiempos necesitados de una ofensiva sindical,
el Acuerdo tiene especial relevancia para atender y mejorar las condiciones de
trabajo (salud laboral, accidentes de trabajo, igualdad, formación,
información….), que necesitan una fuerte innovación en las propuestas tanto
sindicales como empresariales, para que sean capaces de responder a las
demandas y exigencias de los profundos cambios que vive la empresa y las formas
de trabajar y reparar el grave estropicio creado en los últimos años a nuestro
deteriorado mercado de trabajo.
Ahora, solo cabe exigir y esperar de las
organizaciones firmantes el esfuerzo y compromiso para poner letra a la música
de este Acuerdo, y el rigor, tan poco practicado, para hacer
el balance y la evaluación de la aplicación y el resultado de lo
pactado. Ahora solo falta que los firmantes pongan la letra y hagan realidad
las intenciones que recoge el AIC.