"A distinguir me paro las voces de los ecos": Antonio Machado
Reconozco mi admiración por el trabajo periodístico de Jordi Évole. Cada domingo por la noche se me hace esperar con verdadero interés su programa semanal SALVADOS, uno de los mejores trabajos, semana tras semana, de investigación social de la televisión. También confieso mi identificación con el contenido de la mayoría de artículos de opinión de este joven y valiente periodista cuando explica, con especial brillantez y palabras directas y sencillas, la incomodidad que siente, como sentimos muchos ciudadanos y ciudadanas catalanes, frente al actual conflicto de identidades.
Precisamente, desde esta admiración, creo que su último y magnífico programa dedicado a LA CLASE MEDIA, un regalo de pedagogía social en su conjunto, también significó una injusticia para los sindicatos mayoritarios CCOO y UGT que viene a sumarse a las muchas ofensas que estas organizaciones reciben en los últimos tiempos por parte de los sectores más reaccionarios. La militancia sindical sabe que no ofende quien quiere, sino quien puede, aunque quizás lo doloroso es que Jordi Évole, aunque seguro que no quiere, sí puede.
Quien haya podido ver este programa emitido el pasado domingo 22 de noviembre recordará las acusaciones vertidas por una de las personas entrevistadas, presentada como representante de un sedicente sindicalismo combativo frente al sindicalismo mayoritario a quien acusa de domesticado y de ser cómplice necesario del retroceso de la clase obrera. Una dura descalificación, sustentada por una visión muy minoritaria en el mundo del trabajo y entre aquellos trabajadores y trabajadoras que protagonizaron las largas y duras luchas contra la reconversión industrial, la que en los años 80 desmanteló algunas de las grandes empresas públicas de los sectores industriales naval, minero o siderúrgico. Es necesario recordar aquellas luchas más allá de la épica de los relatos, algunos incluso fantasiosos, porque aquellos obreros depositaron su confianza en CCOO y UGT, que fueron quienes las dirigieron y protagonizaron por deseo de los trabajadores. Unos sindicatos que continúan siendo mayoritarios en los sectores industriales citados en el programa de Jordi Évole. Así pues, ¿dónde está mi incomodidad, compartida por muchos sindicalistas? En que Évole no ha dado voz, en esta ocasión, a los directos protagonistas de la acción sindical en los centros de trabajo y estudio. Ni más ni menos.
Por esto, reconociendo el respeto que merece la opinión de quien participó en el programa SALVADOS, conviene tener en cuenta que expresa una opinión sindical presente en el sindicalismo español, pero muy, muy minoritaria, la que entiende que "acordar es igual que renunciar o incluso claudicar" y defiende que la principal arma de los trabajadores y trabajadoras está en las barricadas y en las bolas de acero. Un sindicalismo que entiende, como se dijo en el programa, que la verdadera lucha de la clase obrera empieza cuando las calles y las plazas se huele el humo de los neumáticos quemados.
Ésta no es la realidad del sindicalismo, ni español ni mundial, ni ayer ni hoy, y es de suponer la sorpresa y también la decepción para esas miles de personas, militantes y afiliadas de CCOO y UGT, protagonistas de la lucha sindical (generalmente silenciada en los medios de comunicación) en su empresa, donde dan la cara día a día representando a sus compañeros de trabajo, al oír la descalificación de su compromiso y de su trabajo. Hombres y mujeres cuya actividad sindical está presidida por una combinación de presión, negociación y acuerdo. Acuerdo sí, lo que es consustancial con el sindicalismo para reflejar y consolidar las conquistas y mejoras en las condiciones de trabajo, en unos casos, o para impedir males mayores, en otros.
Decepción y sorpresa también de los militantes y afiliados de UGT y CCOO por sentirse objeto de descalificaciones y juicios insultantes hacia su sindicato, sin que el programa haya posibilitado contrastar esas opiniones con otros protagonistas, al menos igual de cualificados que el sindicalista entrevistado.
Por ello sería útil que los medios de comunicación se atrevieran a acercarse a la realidad del sindicalismo de nuestro país, que no es sólo sus conocidos líderes, ni sólo las grandes empresas o los grandes acuerdos con gobiernos y patronales. Es también el esfuerzo y la militancia de miles de personas afiliadas a UGT y CCOO comprometidas con su trabajo y luchas, en las pequeñas empresas y en esos sectores en crisis donde desde la solidaridad se defienden los derechos y la dignidad de los más débiles y donde, muy al contrario de lo dicho por el compañero sindicalista que habló en el programa SALVADOS, quien, de verdad, espera que no estén los sindicatos en el ERE, no son precisamente los trabajadores y trabajadoras afectados, sino muchos empresarios.
Esta es también la realidad del mundo del trabajo y la de los sindicatos que no deberían ignorar en su conjunto los medios de comunicación, ni la sociedad cuando son más necesarios que nunca para la clase trabajadora, la democracia y la justicia social.