"La
próxima ola de dislocación económica no
provendrá del extranjero. Nacerá del implacable ritmo de la automatización que
convierte muchos buenos trabajos de clase media en obsoletos". Discurso de despedida 10 de enero 2017 Barack Obama.
El nuevo presidente de los Estados
Unidos de América, Donald J. Trump, repite cada día a los trabajadores y
trabajadoras de las industrias de su país que él, con su política nacionalista
y proteccionista, conseguirá recuperar el empleo que la globalización y la
inmigración han “robado” a los trabajadores americanos.
Es indudable que la globalización, y
con ella la deslocalización de empresas y producciones, es la causa de la pérdida de millones de empleos en EEUU y en Europa, en
particular de los sectores más intensivos en mano de obra de las industrias
manufactureras, debido a los cambios vividos en las últimas décadas, entre
otros el comercio con China y los países asiáticos o México.
Pero también sabemos, así lo confirman
la mayoría de los expertos, que tanto en EEUU como en Europa la causa más importante en estos últimos años de
la destrucción de empleo ha sido la automatización. Y más lo será en el futuro. Nos lo recuerda el estudio del Center for Business and Economic Research de la Ball State
University que indica que “en el pasado año, el
principal factor en la desaparición de empleos en EEUU fue la
automatización en el 88% y la deslocalización el 12%” y lo confirma el economista laboral del Instituto
Tecnológico de Massachusetts (MIT, EEUU) David Autor, quien afirma que "la
automatización es un factor mucho más decisivo para la desaparición de puestos
de trabajo en la industria manufacturera que la externalización o los acuerdos
comerciales internacionales”.
Pero es más fácil y útil políticamente
y, sobre todo, más rentable para los poderes económicos que representa Trump,
buscar las razones del desempleo y la precarización del trabajo en enemigos
externos, en este caso México o China, y con ello esconder el debate social
sobre los riesgos y oportunidades que representa la automatización, la
digitalización y la robótica. Por esto, como afirma Thomas H
Davenport (Harvard Business Review en español 19-1 2017), “‘Trump no le
prestó ninguna atención a la automatización durante la campaña electoral, ni
tampoco tuitea nada sobre ello”.
Y así se elude del debate los efectos
aún imprecisos de la digitalización, la inteligencia artificial y la robótica, y sobre todo se presiona para que el mercado privado se implante sin ningún tipo de reglas ni
políticas públicas que lo condicionen. Se pretende que miremos hacia otro lado
sacando del foco político, social y mediático, la necesaria discusión, en la
sociedad y en las empresas, de una transición justa para aquellos colectivos cuyos empleos van a ser desplazados por
la revolución tecnológica que estamos viviendo.
Pero Trump lo sabe, como también lo
saben esas otras figuras de todo el
mundo que como él sacan partido de la banalidad y la
rabia, que azuzan los sentimientos nostálgicos y nacionalistas, que encuentran
el apoyo de gente que se identifica como excluida del sistema, y señalan chivos
expiatorios en los eslabones más débiles de la sociedad. Saben que no son los
mexicanos quienes quitan el trabajo a esos americanos que le han votado como
presidente de EEUU. Serán más bien los robots, y eso es más difícil de
gestionar. Esos robots que su Secretario de Trabajo, Andrew Puzde, ha descrito
como: “Ellos siempre son educados, nunca toman vacaciones, nunca llegan
tarde, nunca tienen un desliz, ni una caída, nunca son causa de discriminación
por razón de edad, sexo o raza”.
Un nacionalismo al que el
movimiento sindical de EEUU y también las Federaciones Sindicales
Internacionales deben dar respuesta, una respuesta contundente profundizando en
la solidaridad, la cooperación y el internacionalismo. El sindicalismo, ahora
más que nunca, está llamado a ser el principal muro que impida que progrese el
rancio nacionalismo y sus políticas proteccionistas de cierre de fronteras como
la solución a la crisis y al paro. Porque ni los mexicanos, ni los marroquíes,
ni los turcos o los chinos son los que nos quitan el trabajo.