miércoles, 22 de febrero de 2017

Mr. Donald Trump, son los robots y no los mexicanos


"La próxima ola de dislocación económica no provendrá del extranjero. Nacerá del implacable ritmo de la automatización que convierte muchos buenos trabajos de clase media en obsoletos". Discurso de despedida 10 de enero 2017 Barack Obama.



El nuevo presidente de los Estados Unidos de América, Donald J. Trump, repite cada día a los trabajadores y trabajadoras de las industrias de su país que él, con su política nacionalista y proteccionista, conseguirá recuperar el empleo que la globalización y la inmigración han “robado” a los trabajadores americanos.

Es indudable que la globalización, y con ella la deslocalización de empresas y producciones, es la causa de la pérdida de millones de empleos en EEUU y en Europa, en particular de los sectores más intensivos en mano de obra de las industrias manufactureras, debido a los cambios vividos en las últimas décadas, entre otros el comercio con China y los países asiáticos o México.

Pero también sabemos, así lo confirman la mayoría de los expertos, que tanto en EEUU como en Europa la causa más importante en estos últimos años de la destrucción de empleo ha sido la automatización. Y más lo será en el futuro. Nos lo recuerda el estudio del Center for Business and Economic Research de la Ball State University que indica que “en el pasado año, el principal factor en la desaparición de empleos  en EEUU fue la automatización en el 88% y la deslocalización el 12%” y lo confirma el economista laboral del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT, EEUU) David Autor, quien afirma que "la automatización es un factor mucho más decisivo para la desaparición de puestos de trabajo en la industria manufacturera que la externalización o los acuerdos comerciales internacionales”.

Pero es más fácil y útil políticamente y, sobre todo, más rentable para los poderes económicos que representa Trump, buscar las razones del desempleo y la precarización del trabajo en enemigos externos, en este caso México o China, y con ello esconder el debate social sobre los riesgos y oportunidades que representa la automatización, la digitalización y la robótica. Por esto, como afirma  Thomas H Davenport  (Harvard Business Review en español 19-1 2017), “‘Trump no le prestó ninguna atención a la automatización durante la campaña electoral, ni tampoco tuitea nada sobre ello”.

Y así se elude del debate los efectos aún imprecisos de la digitalización, la inteligencia artificial y la robótica, y sobre todo se presiona para que el mercado privado se implante sin ningún tipo de reglas ni políticas públicas que lo condicionen. Se pretende que miremos hacia otro lado sacando del foco político, social y mediático, la necesaria discusión, en la sociedad y en las empresas, de una transición justa para aquellos colectivos cuyos empleos van a ser desplazados por la revolución tecnológica que estamos viviendo.

Pero Trump lo sabe, como también lo saben esas otras figuras de todo el mundo que  como él sacan partido de la banalidad y la rabia, que azuzan los sentimientos nostálgicos y nacionalistas, que encuentran el apoyo de gente que se identifica como excluida del sistema, y señalan chivos expiatorios en los eslabones más débiles de la sociedad. Saben que no son los mexicanos quienes quitan el trabajo a esos americanos que le han votado como presidente de EEUU. Serán más bien los robots, y eso es más difícil de gestionar. Esos robots que su Secretario de Trabajo, Andrew Puzde, ha descrito como: “Ellos siempre son educados, nunca toman vacaciones, nunca llegan tarde, nunca tienen un desliz, ni una caída, nunca son causa de discriminación por razón de edad, sexo o raza”.


Un nacionalismo al que el movimiento sindical de EEUU y también las Federaciones Sindicales Internacionales deben dar respuesta, una respuesta contundente profundizando en la solidaridad, la cooperación y el internacionalismo. El sindicalismo, ahora más que nunca, está llamado a ser el principal muro que impida que progrese el rancio nacionalismo y sus políticas proteccionistas de cierre de fronteras como la solución a la crisis y al paro. Porque ni los mexicanos, ni los marroquíes, ni los turcos o los chinos son los que nos quitan el trabajo.