jueves, 1 de octubre de 2020

ESTE PARTIDO LO VAMOS A GANAR


Quim González Muntadas

Cuando nuestro país vive una grave crisis económica y social, provocada o agravada por una emergencia sanitaria que tiene en vilo a todo el planeta y que está provocando miles de muertos, el cierre de decenas de miles de empresas y la pérdida de empleo de millones de personas, cuando frente a nuestras narices tenemos dantescas previsiones económicas y sociales, como apuntan con crudeza  todos los estudios sobre el presente y futuro de nuestro país, vemos como la respuesta de algunos de nuestros líderes políticos es, con ésta o similares expresiones, el  grito de “más madera a la máquina de la confrontación” y el de “otra vuelta más a la tuerca del sectarismo”.

Sabemos que estas formas de hacer política no son exclusivas de nuestro país. Un ejemplo claro lo hemos podido ver en  la madrugada del 30 de septiembre con los gritos, insultos, deformación de la historia y con los ataques de Trump a su oponente político. Se ha puesto también de manifiesto unas horas después, más cerca, en él Congresos de Diputados, en la sesión de control de los miércoles, con el contenido y las formas de las preguntas arrojadas por los portavoces de las derechas a los miembros del Gobierno.

Constituye al parecer una estrategia que responde a los nuevos tiempos que vivimos, en los que, como ha escrito el filósofo Daniel Innerarity, “hablar de datos objetivos no le interesa a nadie y lo que de verdad capta la atención es la historia, sea verdad, verdad exagerada, o mentira”. Por ello, cuando los hechos son muy débiles, entra en acción la fabulación, la interpretación a medida de esa realidad, para vender una historia que interese. Y en tiempos de tanto desconcierto como los que estamos viviendo, estas historias inverosímiles atrapan, dan tranquilidad, porque nos explican la situación tal cómo la queremos oír.

Pero hoy, en España, en momentos como los actuales, lo que precisamos de la política y de las instituciones que de ellas emanan, es: rigor, ciencia, objetividad, generosidad, humildad, honradez, lealtad diálogo y acuerdo. Lo precisamos, aunque fuera solo por la excepcional y muy grave situación que vivimos, ya que, según cómo se resuelva marcará varias generaciones futuras.

Seguir crispando irresponsablemente la escena política, bloqueando toda posibilidad de acuerdo entre distintos para aparentar firmeza. Lo que, la mayoría de las veces, no es más que disimulo y miedo a compartir riesgos y también soluciones. Isabel Diaz Ayuso y su Gobierno, Pablo Casado y algunos líderes del Partido Popular y del independentismo catalán, son un claro ejemplo de esa confrontación permanente que imposibilita atender la compleja realidad que vivimos, llena de matices y grises, que va más allá del radical blanco y negro que nos quieren hacer creer.

Impedir el necesario debate y el intercambio de ideas, constructivo y sosegado, que nos permita imaginar las soluciones a tantos problemas, que sabemos, que exigen solidaridad, diálogo y suma de esfuerzos, como es habitual en otros países de nuestro entorno, es más que una irresponsabilidad, es un “crimen a la democracia” y una profunda deslealtad a la noble función de la política y los políticos. Más cuando estamos frente al reto de implementar los necesarios y profundos cambios y reformas que demanda nuestro país, y tenemos la oportunidad de contar con importantes recursos provenientes de la Unión Europea para intentar afrontar el cumplimiento de la Agenda para el Desarrollo Sostenible, el Programa 2030.

Seguir embarrando el terreno, como ese entrenador de fútbol que conoce la debilidad de su equipo y su único objetivo es impedir el juego del equipo contrario, constituye una actitud que daña la convivencia y pretende en la práctica servir intereses partidistas y electorales. Impedir que podamos aprovechar la oportunidad histórica para afrontar los muchos y difíciles retos que estamos llamados a resolver, como son la crisis sanitaria y económica, el desempleo, el paro juvenil, la formación, la mejora de la productividad, o la desconfianza hacia la política y nuestras instituciones democráticas, que, de forma insistente, tantos están intentando debilitar.

Pero estos sectores, los del cuanto peor mejor, deberían saber que no lo conseguirán, por mucho que embarren el campo de la convivencia, por mucho que intenten robarnos la ilusión del futuro. La mayoría de la sociedad seguimos con la esperanza intacta de que saldremos adelante a pesar de todo el barro que puedan lanzar al terreno de juego.  Y deben saber que: ¡este partido lo vamos a ganar!