miércoles, 4 de noviembre de 2020

Este blog se mudó

 ¡Hola!

Quería informaros que ahora el Quimblog se mudó a "El Blog de Quim" .

Muchas gracias por el apoyo y os espero allí.





jueves, 1 de octubre de 2020

ESTE PARTIDO LO VAMOS A GANAR


Quim González Muntadas

Cuando nuestro país vive una grave crisis económica y social, provocada o agravada por una emergencia sanitaria que tiene en vilo a todo el planeta y que está provocando miles de muertos, el cierre de decenas de miles de empresas y la pérdida de empleo de millones de personas, cuando frente a nuestras narices tenemos dantescas previsiones económicas y sociales, como apuntan con crudeza  todos los estudios sobre el presente y futuro de nuestro país, vemos como la respuesta de algunos de nuestros líderes políticos es, con ésta o similares expresiones, el  grito de “más madera a la máquina de la confrontación” y el de “otra vuelta más a la tuerca del sectarismo”.

Sabemos que estas formas de hacer política no son exclusivas de nuestro país. Un ejemplo claro lo hemos podido ver en  la madrugada del 30 de septiembre con los gritos, insultos, deformación de la historia y con los ataques de Trump a su oponente político. Se ha puesto también de manifiesto unas horas después, más cerca, en él Congresos de Diputados, en la sesión de control de los miércoles, con el contenido y las formas de las preguntas arrojadas por los portavoces de las derechas a los miembros del Gobierno.

Constituye al parecer una estrategia que responde a los nuevos tiempos que vivimos, en los que, como ha escrito el filósofo Daniel Innerarity, “hablar de datos objetivos no le interesa a nadie y lo que de verdad capta la atención es la historia, sea verdad, verdad exagerada, o mentira”. Por ello, cuando los hechos son muy débiles, entra en acción la fabulación, la interpretación a medida de esa realidad, para vender una historia que interese. Y en tiempos de tanto desconcierto como los que estamos viviendo, estas historias inverosímiles atrapan, dan tranquilidad, porque nos explican la situación tal cómo la queremos oír.

Pero hoy, en España, en momentos como los actuales, lo que precisamos de la política y de las instituciones que de ellas emanan, es: rigor, ciencia, objetividad, generosidad, humildad, honradez, lealtad diálogo y acuerdo. Lo precisamos, aunque fuera solo por la excepcional y muy grave situación que vivimos, ya que, según cómo se resuelva marcará varias generaciones futuras.

Seguir crispando irresponsablemente la escena política, bloqueando toda posibilidad de acuerdo entre distintos para aparentar firmeza. Lo que, la mayoría de las veces, no es más que disimulo y miedo a compartir riesgos y también soluciones. Isabel Diaz Ayuso y su Gobierno, Pablo Casado y algunos líderes del Partido Popular y del independentismo catalán, son un claro ejemplo de esa confrontación permanente que imposibilita atender la compleja realidad que vivimos, llena de matices y grises, que va más allá del radical blanco y negro que nos quieren hacer creer.

Impedir el necesario debate y el intercambio de ideas, constructivo y sosegado, que nos permita imaginar las soluciones a tantos problemas, que sabemos, que exigen solidaridad, diálogo y suma de esfuerzos, como es habitual en otros países de nuestro entorno, es más que una irresponsabilidad, es un “crimen a la democracia” y una profunda deslealtad a la noble función de la política y los políticos. Más cuando estamos frente al reto de implementar los necesarios y profundos cambios y reformas que demanda nuestro país, y tenemos la oportunidad de contar con importantes recursos provenientes de la Unión Europea para intentar afrontar el cumplimiento de la Agenda para el Desarrollo Sostenible, el Programa 2030.

Seguir embarrando el terreno, como ese entrenador de fútbol que conoce la debilidad de su equipo y su único objetivo es impedir el juego del equipo contrario, constituye una actitud que daña la convivencia y pretende en la práctica servir intereses partidistas y electorales. Impedir que podamos aprovechar la oportunidad histórica para afrontar los muchos y difíciles retos que estamos llamados a resolver, como son la crisis sanitaria y económica, el desempleo, el paro juvenil, la formación, la mejora de la productividad, o la desconfianza hacia la política y nuestras instituciones democráticas, que, de forma insistente, tantos están intentando debilitar.

Pero estos sectores, los del cuanto peor mejor, deberían saber que no lo conseguirán, por mucho que embarren el campo de la convivencia, por mucho que intenten robarnos la ilusión del futuro. La mayoría de la sociedad seguimos con la esperanza intacta de que saldremos adelante a pesar de todo el barro que puedan lanzar al terreno de juego.  Y deben saber que: ¡este partido lo vamos a ganar!

  

jueves, 17 de septiembre de 2020

EL DECLIVE DEL INDEPENDENTISMO CATALÁN

 


Quim González Muntadas

Que el independentismo ya no es lo que era lo puede sentir y percibir toda persona que viva en Catalunya. Así lo muestra la reciente fotografía de la encuesta del Centre d’Estudis d’Opinió (CEO) en la que se nos dice que los partidarios de la independencia han caído al 44,9% y los contrarios han subido hasta alcanzar el 50,5%, el porcentaje máximo desde el año 2017. Igual de relevantes son otros datos de la misma encuesta. El primero es que en cuatro meses se ha desplazado la principal preocupación de la sociedad catalana, que ayer era la relación Catalunya–España y hoy lo es solo para el 14,3%. El otro cambio, también muy significativo, es que el 75,3% de la ciudadanía catalana cree hoy que la situación de Catalunya es peor que hace un año. De estos, el 41% está convencido que aún empeorará más en el futuro. Y, para rematar la fotografía gris de la realidad que vive Catalunya, el 53% de los catalanes vemos la situación política de nuestra Comunidad peor que la de España.

La realidad que describe el último CEO tendrá muchos y variados motivos, pero sin dudad uno de ellos ha sido la profunda decepción que ha representado para muchos la nefasta gestión de estos dos años y medio del Gobierno de Quim Torra. De manera muy particular la muy mala ante la pandemia, que ha acabado por romper el espejismo, tan insistente y cuidadosamente trabajado por el separatismo y sus medios de comunicación públicos y privados, de que los catalanes somos mejores en la gestión política. Por no decir también mejores en todo, una creencia común en los pensamientos nacionalistas, de cualquier color o condición.

La creencia de que “somos mejores” ha sido la que permitió en los últimos años de gobierno de Artur Mas pasar de argumentar la independencia de Catalunya con un mensaje cargado de razones pasadas, de identidades y derechos históricos, buscando la respuesta a la pregunta del “POR QUÉ” a la independencia, a un mensaje nuevo centrado en la pregunta, “poderosa”, como se define en el Coaching, del “PARA QUÉ”. ¿Para qué la independencia?, y se nos decía que para ser semejantes a Dinamarca, Austria o Finlandia, semejantes en innovación, en su Estado del Bienestar, en la calidad de su educación, formación profesional, en la estructura industrial, o incluso semejantes a Israel en I+D. Y a partir de ahí ya no hubo conferencia, entrevista o discurso de Artur Mas que no estuvieran llenos de este mensaje, nombrando a estos países.

En aquellos años de crisis económica con un gobierno de España de derechas, reaccionario en lo económico y social, inútil para afrontar con un mínimo de empatía el conflicto catalán, era más fácil vender un proyecto de país independiente en el que “se comerían helados todos los días” que hoy, con un gobierno del PSOE y Unidas Podemos, con un programa de gobierno de políticas progresistas y una demostrada voluntad de aplicarlo, que incluye una clara voluntad de dialogo para afrontan el conflicto político catalán.

Se ha roto el espejismo de que “somos mejores y solos lo haríamos mejor”. Y una parte muy importante de la sociedad catalana ha visto que no hay pueblos mejores, ni peores. Que lo que son mejores o peores son las políticas y con ello las personas que administran lo público. Han visto en estos últimos meses lo parecidos que pueden llegar a ser en muchas ocasiones Ayuso de Madrid y Torra de Catalunya. Ha sentido la decepción que suele provocar la cruda realidad cuando ésta hace caer las excusas y las justificaciones para explicar las dificultades y los problemas provocados por un mal gobierno, cuando éste tiene todas las competencias, por ejemplo en sanidad, educación o residencias para gente mayor. Y ha comprobado la fuerte caída de inversiones extranjeras en Catalunya o el fuerte descenso en el ranking de competitividad de las 271 regiones al pasar, en pocos años, del puesto ciento tres, al ciento sesenta regiones europeas. Y que mucho tiene que ver en estos retrocesos con la crisis social iniciada por el procés y el deterioro institucional permanente que padece Catalunya.

Por esto hoy, frente a la fuerza transformadora que representa el actual gobierno de España PSOE-UP que apuesta por modernizar económica y socialmente España, el discurso de los líderes independentista ha tenido que retroceder y extremar su esfuerzo en intentar presentar España como una pseudo dictadura, como un Estado fracasado, un país retrasado y pobre, presentar una falsa España en la que sus instituciones serían aún la herencia política de Franco. Y esperar que una alta abstención en las próximas elecciones catalanas, por la desmovilización de los votantes contrarios a la independencia, les puede permitir seguir manteniendo su Procés, un procés hacia ninguna parte.

 

martes, 1 de septiembre de 2020

LA GENERACIÓN Z, ¿UN FUTURO MEJOR?


 

Quim González Muntadas

 

Este mes de agosto he tenido la suerte de convivir con mi sobrino de 15 años, recién cumplidos, que tiene más de 60.000 seguidores en su cuenta de Instagram. Una experiencia que me ha llevado a dedicar algunas horas a bucear en los pocos estudios y trabajos sobre esta generación de adolescentes nacidos al inicio de este siglo XXI y que forman la denominada Generación Z.

 Unos chicos y chicas que han hecho viejos a los millennials. Son la primera generación que realmente ha crecido dentro de la Red, en la que viven conectados. Son los verdaderos nativos digitales. Se han educado y socializado con internet plenamente desarrollado. No conciben un mundo sin Wi-Fi, YouTube,  o Instagram,  Tik Tok, y Snapchat, ni sin seguidores olikes. No han vivido lo que era conectarse a internet a través de un módem ligado a la línea telefónica, ni esperar para poder realizar descargas y conexiones, ni han sufrido el incordio de esas paradas en la reproducción on-line de un video cuando la velocidad de reproducción es mayor a la de bajada. Han crecido en la cultura de lo instantáneo, de lo inmediato, en el lo quiero todo y lo quiero ahora”. 

Es una generación que espera que todo funcione a la perfección. Que exigen el acceso a las cosas que necesitan, pero sin tener realmente el deseo de poseerlas tanto como las generaciones anteriores. Son quizás la expresión de una nueva realidad social que apunta, basada en el acceso a” en lugar de la propiedad de”. Una tendencia, que de ser cierta como apuntan los estudios sobre su comportamiento, representaría sin duda un cambio radical en las normas de consumo. Y por ello en el sistema económico futuro.

 Los chicos y chicas de la Generación Z son autodidactas, aprenden vía tutoriales en Internet desde donde hacen todas sus tareas y labores online. Habituados a hacer múltiples tareas y procesar al mismo tiempo varías fuentes de información. Son la primera generación que rompe el concepto de formación formal y cerrada. Valoran las titulaciones, pero saben que en un mundo cambiante van a serles más útiles las habilidades, la autoformación y los perfiles profesionales al ad hoc. El acceso a la nube, desde la soledad de su habitación, les ha dado las herramientas necesarias para encontrar la manera de construir su propio mundo y encontrar de forma inmediata cualquier tipo de respuesta.

Si a los millennials se les ha identificado a menudo como la generación del Yo, todo apunta que la Generación Z  pueda ser más bien la deNosotros”. Son más pluralistas cuando, a los 15 años, han conseguido una impresionante red social digital, a menudo internacional, lo que hace que vivan en una realidad más global que cualquier otra generación anterior porque la tecnología les permite formar parte de una sociedad mucho más amplia que su entorno inmediato.

A esos ocho millones de chicos y chicas que forman la Generación Z en España los que percibimos irreverentes y algo soberbios. No dudan en llevar la contraria a sus padres, profesores o mayores, pero, ¿serán los que construirán un país y un mundo mejor?. Esperemos que sí, aunque la generación de la inmediatez deberá adaptarse a los tiempos de un sistema político en el que las decisiones nacen del diálogo, del análisis meditado, del consenso entendido como pacto y compromiso. Por esto será necesario, como explica Nuria Vilanova (autora con el director de Deusto Business School, Iñaki Ortega, del libro “Generación Z” en Plataforma Editorial),  “Por un lado, que los sistemas políticos sean más flexibles y sepan adaptarse a una nueva cultura política emergente. Por otro lado, los Z tienen su propio reto, el de aprehender los valores implícitos que caracterizan a una democracia, para así aprender lo que significa ser ciudadanos en una democracia”

Que los jóvenes inquieten a los adultos no es nada nuevo, es algo que ha sucedido desde la antigüedad. Debe ser normal que nos cueste entender que se pasen el día mirando la pantalla de smartphone, viendo Instagram o TikTok, y no jugando en la calle. Pero en lugar de escandalizarnos por su forma diferente de comportarse, deberíamos hacer todo lo posible para convertir este relevo generacional en una oportunidad, mejorando el entorno educativo, laboral, empresarial y político que les facilite aprovechar y poner en práctica sus extraordinarias capacidades. Para que lideren esté Siglo y contribuyan a la construcción de un mundo mucho mejor.

 



 

miércoles, 26 de agosto de 2020

METIENDO BULLA: "LO PRIMERO ES ANTES"


 

Quim González Muntadas

 

“Lo primero es antes” propone don Venancio Sacristán, padre del afamado actor Pepe Sacristán.  Con esta frase cierra, desde hace unas semanas, su artículo diario José Luis López Bulla en su Blog “Metiendo Bulla”. Una frase que es un editorial de política, e incluso de filosofía, en los momentos actuales cuando deberían estar tan claras las prioridades, al menos para la izquierda política y social. Un blog, el de José Luis, seguido diariamente con fiel devoción por miles de personas de toda España y otros país . Porque son unos artículos directos, bien escritos, con finura granadina y obsesión por la correcta ortografía. Unas veces sarcástico y otras provocador. Pero siempre inteligente y lleno de un valiente sentido común, opinando sobre la actualidad, el mundo del trabajo, la política o la cultura.

Tiene mucho mérito escribir diariamente, durante más catorce años. Solo la disciplina de un veterano militante y líder sindical y político, que presume más de sus numerosas primaveras de edad que de los años de cárcel que sufrió en la dictadura franquista y de los importantes cargos sindicales y políticos que ejerció: Secretario General de CCOO de Catalunya y Diputat en el Parlamente de Catalunya. De quién Manolo Vázquez Montalbán dijo que lo había usado gratuitamente de asesor de ópera y como diccionario viviente.

José Luis López Bulla, que ha publicado centenares de artículos en los principales diarios (El País, El Mundo, El Periódico y ahora Nueva Tribuna), que ha escrito cuatro exitosos libros relacionados con el mundo del trabajo en este país en el que esta literatura está ausente de las librerías. Son “Qüestió salarial i nova cultura”, “El sindicalismo en la encrucijada”, “Cuando hice las maletas”, y el último, dedicado a los sindicalistas ante los profundos cambios tecnológicos y de organización que vive el mundo del trabajo: “No tengáis miedo de lo nuevo”. Algo muy poco común en un país en que el pensamiento y la opinión de la mayoría de sus líderes no se suele expresar más allá de los 140 caracteres de Twiter.

Tiene mucho mérito, responder a la cita, día a día, durante más de 14 años, para dar la opinión sobre los conflictos laborales, los acuerdos sindicales y convenios colectivos, unas materias que lamentablemente tan poca atención y reflexión merecen a los medios de comunicación. También sobre la política en mayúsculas, y ridiculizando la que es minúsculas. Sobre los nacionalismos, tan nocivos para la solidaridad entre la clase trabajadora y el progreso social. Sobre el patriotismo, que escribió, “yo, como Norberto Bobbio que la emoción patriótica solo la sentía cuando veía en un pueblecito una estatua de Dante. la siento cuando veo en Fuentevaqueros la efigie de García Lorca. Igual que en Italia viendo la figura de Verdi  o en París la de Voltaire (a pesar de algunas de sus cosas), o en Barcelona ante la estatua de Francesc Layret, abogado defensor de los trabajadores asesinado en 1920 por los pistoleros de la patronal catalana”.

Un blog que siguen miles de personas, muchas de ellas militantes o ex militantes de las organizaciones políticas de izquierdas y sindicales. Un blog que, cuando como una rutina diaria obligada lo abrimos en Internet, leemos la máxima de Arquílaco que encabeza “Metiendo Bulla”: "Nada curo llorando y nada empeoraré si gozo de la alegría". Lo que es una buena síntesis de lo que nos vamos a encontrar navegando en ese inmenso trasatlántico construido hasta hoy con 2.240 artículos en los que nos acompañarán pasajeros tan ilustres y de tanto interés como son  Giuseppe Di Vittorio, Osvaldo Gnocchi-Viani, Luciano Lama, Bruno Trentin, Umberto Romagnoli, Karl Marx (que desde la confianza es tratado como el Barbudo de Tréveri), Winston Churchill, el filósofo español Gregorio Luri, Carlos Navales, Enric Juliana, Paco Rodríguez de Lecea, o el maestro confitero Ceferino Isla, más conocido como Tito Ferino de Santa Fe.

Un buen rincón para descansar en estos tiempos difíciles en los que se abren a paso firme y con demasiada facilidad los discursos sectarios, improvisados e irreflexivos. Un buen rincón para estos tiempos llenos de urgencias partidistas que acaban tapando emergencias sociales. Y en los que cobra especial importancia el tener claro que “lo primero es antes”.

 

martes, 25 de agosto de 2020

FONDOS PARA LA RECUPERACIÓN. EN LA COOPERACIÓN ESTÁ LA FUERZA

Quim González Muntadas


El 18 de agosto pasado La Vanguardia publicó un artículo firmado por los profesores Esteve Almirall, Xavier Ferràs, Antoni Garrell, Xavier Marcet, titulado Catalunya ,un replanteamiento económico global. Sería útil que el gobierno de la Generalitat y las fuerzas políticas, sociales y económicas de Catalunya prestaran atención a su contenido. Como también es de utilidad atender las lúcidas observaciones a este artículo que ha publicado en  Nueva Tribuna Isidor Boix, en las que apunta los riesgos de presentar una Catalunya como una unidad concebida al margen de España, aislada en Europa.

¿Qué señalan los cuatro profesores? Pues lo que todos ya sabemos, aunque nos cuesta reconocer: «Catalunya ha perdido peso como país industrial y como una de las regiones innovadoras de Europa.» Y lo ha perdido a pesar de haber tenido un modelo de investigación que ha dado buenos resultados científicos, pero que ha sido incapaz de constituir un modelo de innovación serio y sostenido, al haberle faltado la necesaria apuesta presupuestaria pública. Y, sobre todo, la ausencia del necesario compromiso con la innovación del mundo empresarial catalán, que hace años optó por ir desprendiéndose de las empresas más emblemáticas, precisamente aquellas que deberían haber sido la punta de lanza y el motor para crear la base del necesario ecosistema de innovación. Porque sin empresas y empresarios, no hay innovación.

Un déficit que se ha resultado disimulando durante décadas tras los mejores planes estratégicos y pactos sociales y políticos. Unos planes que decían pretender el impulso y la modernización del sistema productivo para convertir a Catalunya en una plataforma de industria avanzada y competitiva, engarzada en el cambio digital y de la industria 4.0. La realidad ha sido que todo ello se ha quedado en el papel y no ha pasado de la teoría. Solo con que se hubiera hecho realidad un 20% de todos esos planes y pactos, Catalunya sería hoy una de las principales referencias de Europa.

Esta consideración obliga a enterrar el repetido autobombo institucional y la generalizada autocomplacencia sobre nuestra realidad, y reconocer, una vez por todas, que se ha hecho muy poco mientras se han ido perdiendo industrias y centros de decisión de las que fueron grandes empresas catalanas — por cierto resulta sorprendente la poca tinta que ha merecido este hecho durante los últimos años —.  Son déficits que no se resolverán solamente con recursos, tampoco con más toneladas de papel en Planes y Pactos Estratégicos aislados del resto de España. 

Ahora los Fondos Europeos para la Recuperación pueden representar una formidable ocasión para, desde el realismo de lo que en realidad somos y de dónde partimos, poder producir ese necesario punto de inflexión estratégico que precisa el modelo productivo de Catalunya y del resto de España. Un país, lo hemos comprobado, tan vulnerable en cada crisis.

Es la hora de fijar con realismo, pero también con ambición, cuáles son los motores sociales y tecnológicos que se deben impulsar. Cuáles son propios y específicos de cada realidad territorial, en este caso Catalunya, como apuntan los cuatro profesores en su artículo. Pero también comunes con el conjunto del Estado y con los planes complementarios entre algunas Comunidades Autónomas, o con otros países europeos como son Francia y Alemania, por poner un ejemplo en el sector  de la automoción.

Catalunya no ha sido, ni es, una excepción. Sabemos que los cambios sociales están afectando a todos los niveles, comenzando por las personas y alcanzando al conjunto de la comunidad, sea en el ámbito urbano o rural. Que la aceleración de la revolución tecnológica alcanza a todos los sectores económicos, desde la agricultura a los servicios y del turismo a la industria. Sabemos que la sostenibilidad medioambiental nos obliga a abordar nuevos retos y oportunidades con horizontes de medio y largo plazo. Son retos que difícilmente pueden encerrarse en un solo territorio y afrontarse de forma aislada desde una Comunidad o desde un sector productivo.

El mayor riesgo, y el peor error que podemos acabar cometiendo, es que cada una de las Comunidades Autónomas, y particularmente Catalunya, vea el mundo desde su agujero y se desprecien todas las potencialidades y sinergias que puede representar, en tantos temas, una inteligente cooperación entre los distintos territorios y sectores económicos. De la capacidad de liderazgo que sepa ejercer el gobierno de España dependerá también poder convertir en realidad estas buenas intenciones. Confiemos que se intente y se pueda. Por el bien de todos.


jueves, 13 de agosto de 2020

140.000 MILLONES, ¿LA JODEREMOS UNA VEZ MÁS?

 


Quim González Muntadas

Europa nos ha asignado, fruto del Acuerdo de Recuperación Económica alcanzado en la Unión Europea, un volumen de recursos muy considerable. Al mismo tiempo se han marcado, con bastante claridad, los objetivos y prioridades a los que se deben destinar esos recursos. Por ello, España se encuentra en la urgente necesidad de definir su Plan, digámosle, estratégico, que responda del uso y destino de unos recursos que deberán ir dirigidos a alcanzar los objetivos de la Agenda de la ONU para el desarrollo sostenible 2030.

Dicho de otra forma, estamos ante la gran ocasión en la que deberíamos saber acertar en nuestras prioridades y distinguir los sectores económicos y productivos a potenciar. Acertar en distinguir qué necesidades sociales son las que exigen mayor atención y qué colectivos precisan mayor protección.

Estamos en el momento de encontrar la valentía y la fuerza política necesaria para acometer las reformas que llevan décadas esperando en el cajón. El momento de evitar la improvisación, el clientelismo, los electoralismos populistas, tan comunes en nuestra práctica política cuando se trata de distribuir recursos.

Estamos ante la ocasión del protagonismo de la política en la que prime el rigor. De pasar de las palabras a los hechos. De convertir los reiterados proyectos y las teorías de lo que “se debería hacer” en acción política.

En definitiva, estamos ante la hora de la verdad, para el gobierno de España por supuesto, pero también para todas y cada una de las Comunidades Autónomas, para los partidos políticos,  las patronales y los sindicatos, los empresarios y los trabajadores etc. Porque todos tendremos que elegir.

Una opción es repetir los viejos errores y que finalmente el reparto de estos recursos sea el resultado de la fricción y el combate feroz de los agravios comparativos al que apelen todos y cada uno de los territorios y sectores económicos. Y que el resultado final quede en la espontánea dinámica del mercado y en la suma agregada de los proyectos aislados de cada una de las Comunidades Autónomas como esferas que no se tocan ni se articulan en el proyecto común que es España.

O por el contrario, esta vez sí, somos capaces de construir, desde un Proyecto Común de futuro del país, impulsando lo que podría y debería ser un Plan Estratégico de país a 10 años. Un Plan que gire en torno a los objetivos de la Agenda 2030 y que da sentido a la intervención pública como motor de la economía. Y desde tal Plan, con el mismo eje y articuladas, todas las iniciativas, planes y proyectos autonómicos y locales sumando sinergias, tal como se define la articulación mecánica la articulación.

¿Sabremos aprovechar la oportunidad? Puede ser. Serias dudas surgen de las maneras con las que diversos partidos políticos e instituciones públicas abordan el Pacto del Gobierno central con la Federación de Municipios sobre los 15.000 millones. Una “revuelta” que ha sido capaz, desde el agravio comparativo, unificar todo el arco político del  PP a la CUP. Todos juntos, al grito de “van a robar los ahorros de los ciudadanos de nuestra ciudad”.

Si lo que estamos viviendo estos días es el preámbulo de lo que nos espera a la hora de la discusión del destino de esos 140.000 millones en los que tantos tenemos puesta tantas esperanzas de un buen destino y de palanca para construir un país mejor, más competitivo, cohesionado y más solidario, si es así, estamos jodidos y habremos perdido nuestra última oportunidad. 

 

viernes, 31 de julio de 2020

NUEVO MODELO PRODUCTIVO, NUEVAS RELACIONES LABORALES


Quim González Muntadas

En estos últimos meses son incalculables las veces que leemos y escuchamos las recetas que necesita aplicar nuestro país para afrontar la crisis generada por la pandemia del coronavirus. De todas, la más común, la que está presente en la mayoría de las entrevistas, conferencias, debates políticos y en todos los documentos y dictámenes elaborados por los centros de estudios, las escuelas de negocios, los gabinetes técnicos de los ministerios, partidos políticos, patronales y sindicatos. Es la que afirma que España precisa un cambio de modelo productivo.
Una necesidad que no es nueva, ya que mucho antes de la crisis de 2008 amplios sectores, con más fuerza las Confederaciones Sindicales de CCOO y UGT, apuntaban de su necesidad como condición indispensable para garantizar la generación de riqueza, el empleo estable y de calidad. Pero en estos años, sobre todo, por la timidez de las políticas públicas y la falta de emprendimiento y visión empresarial nos han dejado muy lejos de conseguirlo. Por lo que ha seguido aumentando, en negativo, la brecha en la intensidad innovadora y la productividad de nuestro país respecto a la media europea.
Ojalá que ahora no perdamos esta ocasión, posiblemente la última y definitiva, oportunidad de modernización del país cuando estamos en plena revolución tecnológica y digital que deberían ser la palanca que impulse, refuerce y amplíe nuestra base industrial y el cambio en nuestra economía. Aunque ya sabemos qué proponer un cambio de modelo productivo es más fácil que hacerlo realidad. Y que nos exigirá grandes esfuerzos colectivos para llevarlo a cabo. Porque sus ventajas no serán automáticas y obligarán a renunciar a rentabilidades económicas y sociales presentes e inmediatas para poder invertir en proyectos y sectores más robustos, resilientes y con mayores potencialidades de competitividad a medio y largo plazo.
Como sabemos que tendremos fomentar un aumento generalizado de nuestra productividad, que nos exige que la innovación, la formación y la cualificación de las personas estén en el centro de las preocupaciones sociales y de las políticas públicas. Y también que nada de ello será posible si a la vez no somos capaces de desprendernos de la vieja y pesada losa que representa las actuales relaciones laborales, más propias de un modelo productivo dominado por empresas y sectores de bajo valor añadido que minusvalora el papel del trabajo y de los trabajadores en la empresa. Exige que nos desprendamos de las viejas formas autocráticas y jerárquicas que aún están presentes en tantas y tantas empresas en España y superemos la malsana temporalidad generalizada y nuestro enfermo mercado de trabajo que hace que los jóvenes sean los principales sacrificados en la pérdida de empleo y en sus condiciones de trabajo.
No construiremos un nuevo modelo productivo sin un nuevo Estatuto de los Trabajadores que responda al mundo del trabajo del Siglo XXI, que promueva un cambio profundo de las viejas bases y filosofía que inspira la gestión y las maneras de trabajar y de relacionarse aún en tantas y tantas empresas de nuestro país. No habrá cambio sin unas nuevas relaciones laborales que ayuden a reconocer que cada persona aporta un valor único y diferencial, que es la base de la motivación para mejorar la cualificación profesional, la innovación y la competitividad. No habrá cambio sin una profunda reforma de la actual estructura y contenido de la negociación colectiva, hoy demasiado débil y segregada. Se necesitan convenios colectivos útiles y robustos que atiendan a las nuevas formas de trabajo, que contengan nuevos derechos de formación permanente, de información y participación de los trabajadores y sus sindicatos sobre la marcha de la empresa y los efectos de su transición tecnológica. Y lo más importante, hay fuerza y conocimientos en los sindicatos y las patronales para afrontar este reto.
Aprovechemos la oportunidad, nunca ha habido en España tanta coincidencia política y social sobre la necesidad de impulsar una transición hacia un nuevo modelo económico guiado por la consecución de los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible de Naciones Unidas (ODS). Un nuevo futuro que exige reconocer el valor y la dignidad del trabajo y que las personas y sus maneras de trabajar son el principal factor competitivo de una empresa y un país. No dejemos escapar esta ocasión para humanizar el trabajo y reducir las fuertes desigualdades que hay en las empresas y la sociedad en la distribución del saber y del tener.


martes, 21 de julio de 2020

GOBIERNO PROGRESISTA, CON LA MISMA ESPERANZA


Quim González Muntadas


Ha pasado más de medio año desde que en enero Pedro Sánchez nos presentó a los miembros de su gobierno de coalición. Pocos días después nacía, desde Facebook, la PLATAFORMA de APOYO al PROGRAMA de GOBIERNO PROGRESISTA, con unos 50 promotores del conjunto del Estado, y a la que en pocas semanas se adhirieron más de 5.000 personas de toda España.

Una PLATAFORMA que es el reflejo de las esperanzas que suscitó a millones de personas que sentimos que estamos ante la necesaria oportunidad de abrir un nuevo tiempo de esperanza e ilusión en nuestro país.

La esperanza de un gobierno fiable, solvente y capaz de modernizar y vertebrar una sociedad cada día más plural y diversa. La esperanza de un gobierno se atreva a mirar el mundo tal como es, sin cristales rosas y falsas utopías. Y aún menos con esos cristales de color negro que nos llevan al fatalismo y al conformismo.

La esperanza de un gobierno que vibre con el corazón de tantas personas dispuestas a comprometerse con la justicia, la dignidad social y la igualdad de oportunidades. La esperanza de un gobierno respetuoso con los gobernados y abierto, capaz de asumir que es necesario comprender las muchas incógnitas que la revolución tecnológica y digital nos abre cada día y que están cambiando el mundo y conformando una sociedad casi desconocida.

La esperanza de un gobierno al que le obsesione el alarmante crecimiento de la desigualdad y el empeoramiento de las condiciones de vida de las clases medias y trabajadora. La esperanza de un gobierno que se comprometa a construir un nuevo marco para la regulación de las relaciones laborales acorde con la realidad del mundo del trabajo del siglo XXI. La esperanza de un gobierno que sitúe, de verdad, el valor del trabajo en el centro de la sociedad y que combata la devaluación de salarios y condiciones de trabajo.

La esperanza de un gobierno que sitúe la educación y la cualificación profesional a todos los niveles de la sociedad porque comprenda que son el verdadero motor de la igualdad.

La esperanza de un gobierno valiente para decirle a los ciudadanos y ciudadanas que la educación y la sanidad públicas son y han de ser, ahora y siempre, mejores que las privadas, objetivo para el cual hemos de contribuir en proporción a nuestra renta. De un gobierno que combata el fraude fiscal con todas sus fuerzas.

La esperanza de un gobierno capaz de combinar el autogobierno de nuestras nacionalidades y regiones con la unidad de un Estado con ciudadanos iguales. La esperanza de un gobierno honesto, solvente, que se mantenga muy lejos del populismo y de la demagogia. Qué huya de la retórica nacionalista y del viejo proteccionismo.

La esperanza de un gobierno comprometido con el feminismo, empeñado y comprometido con la igualdad de género.

Y con la esperanza de un gobierno que sepa hacer pedagogía y cumpla lo que promete. Y, por supuesto, con un gobierno que sepa actuar unido.

Esperanzas que siguen vivas después de estos meses excepcionales provocados por la pandemia sanitaria y que nos han hecho vivir lo inesperado e incluso lo inimaginable que algún día nos pudiera suceder. Unos meses en los que la crisis sanitaria ha traído nuevas urgencias y ha recolocado y trastocado muchas de las prioridades contempladas en el Programa de Gobierno. Unos meses que han dado lugar a una nueva realidad y nuevas prioridades para las cuales sin embargo sigue siendo muy necesario y muy útil  el espíritu que llevó a configurar la actual coalición de gobierno. Unos meses que han puesto a prueba al conjunto de la sociedad y a todas y cada una de sus instituciones públicas y privadas. Una nueva etapa en la que se han puesto de manifiesto los verdaderos valores y la valía de cada institución y de cada entidad social, económica y política, de cada gobierno, desde el estatal hasta el municipal, pasando por todos los autonómicos.

Han sido unos duros y difíciles meses que han dado lugar a una nueva realidad que nos exige renovar las esperanzas que encendimos hace unos meses, y con ello activar con fuerza la PLATAFORMA de APOYO al PROGRAMA de GOBIERNO PROGRESISTA, así como todas aquellas iniciativas que sirvan para responder al pesimismo y combatir a los pájaros del mal agüero empeñados en que miremos por sus negros cristales una realidad que si bien está llena de dificultades, también lo está de esperanzas y posibilidades. No para conformarnos en reconstruir lo viejo, sino para construir un país y una sociedad mejor. Porque, visto el comportamiento de algunos en estos meses, el gobierno puede afirmar con toda rotundidad: “Es verdad que estamos mal, pero menos mal que estamos”.


viernes, 17 de julio de 2020

PODEMOS, UNA BUENA OCASIÓN PARA LA REFLEXIÓN


Quim González Muntadas


Acto de Podemos en Galicia el 29 de febrero de 2020.


“Podemos ha sufrido una derrota sin paliativos, en las últimas elecciones de Galicia y Euskadi”, tal y como se expresó su máximo líder Pablo Iglesias. La mayoría de los dirigentes de Unidas Podemos, junto al reconocimiento de este fracaso, han hecho un llamamiento a realizar una profunda reflexión autocrítica de lo sucedido. Son expresiones casi idénticas a las realizadas tras las últimas elecciones municipales y autonómicas: “nos toca hacer una profunda autocrítica y aprender de los errores que sin duda hemos cometido” (Pablo Iglesias, marzo 2019). "Nuestro espacio político ha sufrido hoy una derrota sin paliativos. Perdemos buena parte de nuestra representación en el Parlamento Vasco y quedamos fuera del Parlamento de Galicia. Nos toca hacer una profunda autocrítica y aprender de los errores que sin duda hemos cometido" (Pablo Iglesias julio 2020).

Es de esperar, para el bien de la izquierda de este país, que, en está ocasión, la reflexión y las conclusiones, vayan más allá de las realizadas en abril de 2019, en las que, por ejemplo, la conclusión de Podemos de Castilla León de su autocrítica fue “nuestro error ha sido pensar antes en clave de país que como formación política”. “Es decir, hemos dado prioridad a solucionar los problemas que tiene la gente en este país antes que a obtener más votos como formación política”. Conclusión que se asemeja a lo que sería responder ante la pregunta, en una entrevista de trabajo, de ¿cuál es tú principal defecto? y respondes: la obsesión por el trabajo bien hecho y la puntualidad.

Podemos es una organización joven, creada en marzo 2014, por un grupo de brillantes jóvenes politólogos. Desde su constitución ha vivido una constante noria de emociones. Ha pasado de la euforia que representó lograr a las pocas semanas de su constitución un 8% de los votos en las elecciones europeas y reunir, en seis meses, más de doscientos mil inscritos y situarse, en la encuesta de Metroscopia, de noviembre de 2014, como la fuerza de mayor voto potencial con un 27%, por delante de PSOE y PP…, de haber conquistado las alcaldías de Madrid, Barcelona y otras importantes capitales de provincia. Hasta llegar a ostentar varios ministerios y la segunda vicepresidencia del Gobierno de España.

La pregunta que seguro se hace la dirección y la militancia de Podemos es ¿qué nos está pasando?, ¿qué explicación nos damos para que elección tras elección vayamos perdiendo apoyos a raudales?, sobre todo en estas últimas, de tan espectacular resultado, como es  que en Galicia sólo el 20% de las personas que nos votaron en Marea en 2016 hayan repetido esta vez, y en Euskadi, sólo el 45% de los que optaron por UP. ¿Qué ha pasado? 

La respuesta, como siempre en política, tendrá mil caras y cada cual subrayará su razón. Desde quien dentro de la organización considere, si ya estaba en contra de la entrada de Podemos en el Gobierno, que ahí está el motivo.  Los más ortodoxos de la organización, las razones las buscarán fuera: “las cloacas, los medios de comunicación, los recursos para la campaña...”, y así lo más probable es que pasen días, semanas, hasta que la anunciada necesidad de “una reflexión profunda y autocrítica”, como se repite en estos días en caliente, quede olvidada por nuevos acontecimientos y urgencias.

Pero mientras llega ese momento, sería útil que se respondiera a la pregunta de ¿qué ha quedado de aquel impulso que supo aprovechar la ilusión, la riqueza, la pluralidad y el activismo del movimiento 15 M? ¿Qué ha pasado para que hoy, una organización joven y dirigida esencialmente por personas jóvenes, se perciba como una organización viejuna, rígida y con formas de gestión y dirección tradicional, en todos los sentidos? Da igual, por muchas votaciones online, asambleas permanentes en red, referéndums internos y primarias: el patrón es el común a cualquier partido tradicional.

¿En cuánto se ha transformado el mensaje inicial de Podemos con el que se fundó? El mensaje con el cual pudo aprovechar que el PSOE estaba en el gobierno, en plena crisis económica y social, explotando en monopolio un fuerte discurso de denuncia de los efectos de la crisis que estaba afectando especialmente a las jóvenes generaciones, con niveles de paro escandalosos cercanos al 60% mientras se extendía la precarización de las condiciones laborales de la mayoría de los trabajadores y trabajadoras, provocando el también escandaloso incremento  de la desigualdad social de nuestro país, la mayor de Europa.

Quizás una parte de las respuestas las podrán extraer de la sentencia enfatizada por Juan Carlos Monedero cuando afirma: “la izquierda nacionalista vasca y gallega se han podemizado. El discurso de Bildu y BNG no se diferencia del que antaño criticaban...”. Bien, probablemente sea verdad, que estos partidos nacionalistas han reforzado su discurso social junto al identitario y soberanista. Pero la pregunta de mérito, la de fondo que igual se deberían hacer los dirigentes de Podemos, es: ¿qué diferencias hay, entre ellos y Bildu, BNG y, por supuesto, con ERC en materia territorial y soberanista? Si la respuesta es, ninguna o muy poca diferencia, como a mí me parece, ahí podría estar una de las razones de esa “derrota sin paliativos”. Y que muchos de sus potenciales electores se pregunten, ¿para qué votaros si sois prácticamente lo mismo cuando hablamos de Galicia, Euskadi y Catalunya?


viernes, 10 de julio de 2020

TELETRABAJO, NO ESTAMOS EN EL AÑO CERO



Quim González Muntadas

Teletrabajo, un término que desde hace unos meses se ha convertido en tema común en nuestras conversaciones. La crisis sanitaria ha provocado que se extienda esta modalidad de trabajo, y con ello que empezara el debate de sus pros y sus contras, así como sobre las condiciones con las que debería regularse. También sobre las consecuencias económicas y sociales que puede representar la generalización de esta modalidad de trabajo. Muchas de estas opiniones y propuestas se están planteando como si habláramos de algo inédito y desconocido en las relaciones laborales de nuestro país.

Pues no, el teletrabajo no es algo inédito. No sólo porque ya en los años 70 el físico estadounidense Jack Nilles creaba el concepto “telecommuting”, algo así como llevar el trabajo al trabajador y no el trabajador al trabajo, y con ello ahorrar el doble desplazamiento diario entre casa y oficina. No fue sin embargo hasta mediados de los años 90 cuando los avances en las tecnologías de la información permitieron que grandes empresas estadounidenses empezaran a implantar esta modalidad de trabajo.

Desde entonces, el teletrabajo se ha ido extendiendo en Europa, en unos países de forma más rápida y amplia que en otros, como España, en los que su implantación resultó más lenta, restringida prácticamente a algunas grandes corporaciones empresariales. Pero no estamos en el año cero del teletrabajo en la negociación colectiva en nuestro país. La mayoría, por no decir la práctica totalidad, de las cuestiones que hoy se están poniendo sobre la mesa en las propuestas para una Ley a aprobar por el Parlamento, están apuntadas y recogidas desde hace más de diez años en algunos convenios colectivos de sector o de empresa.

No han faltado referencias para ordenar el teletrabajo desde que en julio del 2002 se firmara el Acuerdo Marco Europeo sobre Teletrabajo. Menos de un año después se firmaba el Acuerdo Interconfederal para la Negociación Colectiva (ANC 2003) en el que se recogía un extenso apartado relacionado con el teletrabajo, con los criterios y la apuesta compartida de CCOO, UGT, CEOE y CEPYME para avanzar en la negociación de los convenios colectivos, su promoción y regulación. Un Acuerdo en cuya argumentación se decía que “si bien aún se trata de una práctica muy incipiente en España, esta podría representar una buena respuesta a las peculiaridades de muchos puestos de trabajo y también un medio, entre otros muchos, de modernizar la organización del trabajo para las empresas y facilitar la conciliación de la vida profesional y personal de muchos trabajadores y trabajadoras al permitir una mayor autonomía en la realización de sus tareas”.

Con la misma filosofía, el XIV Convenio General de la Industria Química, firmado en 2004, ya incluyó un extenso y detallado artículo, el 10º, donde se tratan la mayoría de los temas que hoy están en la discusión de la nueva ley, empezando por el carácter voluntario o la responsabilidad de la empresa en todo lo referido a la revisión del puesto de trabajo en el domicilio y la protección de la salud y seguridad del teletrabajador, etc.

Por seguir con otro ejemplo, entre los muchos que seguro podríamos encontrar, en el que la negociación colectiva ha sabido abordar con éxito la regulación del teletrabajo es el “Libro Blanco del Teletrabajo” en Repsol, firmado por la empresa, CC.OO y UGT en el año 2009. En éste se define con positiva flexibilidad el uso de 5 modalidades de teletrabajo (1 día/semana, 2 días/semana, 3 días/semana, 20% de la jornada diaria y 2 tardes/semana con la jornada del viernes) y se fijan las estrictas condiciones de salud y seguridad del puesto de trabajo con la evaluación de riesgos laborales.

El teletrabajo ha venido para quedarse, con sus ventajas que son muchas, como es la mayor autonomía y flexibilidad positiva, la menor contaminación ambiental de los desplazamientos, las mayores facilidades de conciliación vida personal..., sus inconvenientes, que también son muchos, como puede ser la dificultad de desconectar el trabajo, largas jornadas laborales, riesgos psicosociales, incluyendo el estrés tecnológico o las adicciones tecnológicas...

También el riesgo de perder el sentido colectivo y la relación con los compañeros y compañeras de trabajo, lo que constituye además la base de la organización y acción de los sindicatos. Para todo ello, junto a tantas nuevas realidades que aparecen en la organización y el mercado de trabajo, el sindicalismo deberá innovar y encontrar las formas de incrementar su afiliación y su representatividad en los centros de trabajo, para ser más fuerte y útil ahora, cuando es más necesario que nunca, o al menos como siempre. 


sábado, 20 de junio de 2020

APROVECHEMOS LA OPORTUNIDAD

Quim González Muntadas


Si política industrial es la acción de los gobiernos dirigida a apoyar que las empresas y sectores se doten de las capacidades y los recursos necesarios que les permitan competir y afrontar la evolución de los mercados, creo que podemos afirmar, con rotundidad y mucho pesar, que en España la política industrial real y efectiva ha estado ausente durante décadas. Aunque de lo que no hemos estado escasos es Resoluciones, Declaraciones y Pactos por la Industria con los agentes sociales y económicos cada dos o tres años, y a todos los niveles, Gobierno Central, autonómicos e incluso locales. Pactos siempre genéricos, sin ninguna coordinación entre sí y llenos de frases comunes. Y, sobre todo, faltos de recursos económicos y de un mínimo balance de seguimiento de los objetivos planteados y alcanzados o no.

En mayo de 2011 el Congreso de los Diputados aprobó la Ley de la Ciencia, la Tecnología y la Innovación, que en su preámbulo decía: “El modelo productivo español (…) se ha agotado, con lo que es necesario impulsar un cambio a través de la apuesta por la investigación y la innovación como medios para conseguir una economía basada en el conocimiento…”

El Parlament de Catalunya, por poner otro ejemplo, aprobó, en septiembre de 2009 “impulsar el desarrollo en Catalunya de un nuevo modelo de progreso económico basado en la educación, la investigación y la innovación, que deben convertirse en prioridades estratégicas de primer orden en las agenda política, social y económica de Catalunya.”

No habrá cambio productivo sin nuevos y específicos instrumentos políticos, sociales y legales que impliquen mayores inversiones en capital humano, en desarrollo y en educación a todos los niveles del sistema educativo y en la formación profesional permanente.

Y así, podríamos recorrer la geografía española para repasar las decenas de resoluciones y pactos políticos y sociales en los que se repiten, con escaso éxito, los mismos objetivos y prioridades que hoy volvemos a leer y escuchar cuando se inicia la reflexión, discusión y negociación en la Comisión del Congreso para la Reconstrucción Social y Económica en búsqueda de un Pacto que la ciudadanía tenemos el derecho a esperar que, esta vez, vaya más allá de las grandes declaraciones de buena voluntad ya conocidas. Porque llevamos un costoso retraso desde aquel Libro Blanco de Jaques Delors de hace 23 años sobre Empleo, Crecimiento y Competitividad, en cuya su introducción ya nos emplazaba a los europeos al esfuerzo de "Invertir en lo inmaterial y valorizar el recurso humano que es el que aumentará la competitividad global, desarrollará el empleo y permitirá conservar las conquistas sociales”. Una advertencia que, vista nuestra realidad y sus resultados, parece que otros países la entendieron mejor que nosotros. Lo vivimos y padecimos ya en la crisis de 2008 y en sus graves consecuencias sociales.

Ahora estamos ante una nueva oportunidad, la de poder aprovechar el impulso de la Reconstrucción y los importantes recursos previsiblemente disponibles para ello. De cómo se gestionen estos recursos y de las prioridades que se fijen, dependerá nuestro éxito o fracaso como sociedad. Aprovechemos que partimos de un importante consenso entre la mayoría de la sociedad y las organizaciones políticas, sociales y económicas. Un consenso colectivo sobre la necesidad de aunar esfuerzos para un cambio profundo en nuestro modelo productivo, para superar la debilidad industrial y el bajo valor añadido que padecen muchos de nuestros sectores productivos, lo que explica su baja productividad y los alarmantes niveles estructurales de desempleo que padecemos y que no acabamos de ser capaces de superar.

Pero no habrá cambio productivo sin nuevos y específicos instrumentos políticos, sociales y legales que impliquen mayores inversiones en capital humano, en desarrollo y en educación a todos los niveles del sistema educativo y en la formación profesional permanente.

No hay urgencia mayor para nuestro futuro que la inversión en capital humano, con un esfuerzo extraordinario similar al que hicimos durante veinte años, desde mediados de los 80, en capital físico, muy especialmente con algunas de las infraestructuras de transporte, comunicación y urbanismo, que hoy constituyen nuestro mejor recurso estratégico.

No habrá nueva economía sin unas nuevas relaciones laborales que sitúen la búsqueda del conocimiento y la creatividad en el centro mismo de la gestión empresarial. Que promuevan nuevas formas de flexibilidad interna sustentada en el diálogo y el pacto social con permanente información sobre la marcha de la empresa a los trabajadores y la participación de sus sindicatos. Que faciliten nuevas políticas retributivas relacionadas con los objetivos compartidos, el trabajo en equipo e la innovación.

No dejemos perder esta oportunidad para no repetir, una vez más, los viejos errores con los que, después de tantos papeles y discursos hablando de innovación, Industria 4.0, digitalización, inteligencia artificial …, sigamos sin desprendernos de la vieja y pesada losa de unas relaciones laborales que impiden el necesario cambio del modelo producto.

Aprovechemos esta oportunidad.


domingo, 10 de mayo de 2020

POR LA ACCIÓN SINDICAL GLOBAL EN LA NUEVA REALIDAD


Isidor Boix Lluch
Quim González Muntadas 


Hemos recibido estos días un mail personalizado de Sharan Burrow, Secretaria General de la CSI (que cuenta con 200 millones de afiliados de 332 organizaciones en 163 países y territorios), adjuntando un documento por el que nos invita a participar en una iniciativa nueva, el a mundial de acción para adaptar nuestro trabajo al clima y al empleo”, convocado para el próximo 24 de junio.

En su misiva la Secretaria General nos invita a una conversación a escala mundial”: «Únanse a nuestra iniciativa participando, junto con su empleador, con pequeñas empresas que apoyen, y/o con representantes de Gobiernos locales y nacionales, en la mayor conversación a escala mundial sobre nuestro futuro. Su participación puede tener lugar en persona o de forma virtual.»

Hace pocos días la propia CSI, frente a la pandemia del Covid-19, llamaba también a una acción virtual en un documento titulado «Creemos economías resilientes con un nuevo contrato social.» Para su consecución nos proponía marcar 5 casillas de una larga lista de elementos de un posible contrato social”, y añadía y compare su respuesta con las del resto del mundo. Terminaba este mensaje con una solemne afirmación: El contrato social se ha roto. Pero juntos podemos crear economías resilientes y escribir uno nuevo.

Ante el método y el eje de ambos documentos surge una preocupación, para emplear una expresión prudente. Porque el objetivo es muy ambicioso, nada menos que un nuevo contrato social, pero descansa, prácticamente en exclusiva, en la acción virtual. Esta constituye sin duda un instrumento que el movimiento sindical debe utilizar en toda su amplitud, pero no creemos que pueda convertirse en el medio y marco esencial de una movilización, aunque parece ser esta una tendencia cada vez más extendida en el movimiento sindical, con el riesgo de perder el sentido de la acción social colectiva, que no es solo ni principalmente la suma de acciones individuales, como sí podría ser la base de muchas ONGs.

El sindicalismo impulsó desde sus orígenes el concepto y la práctica de la acción colectiva con una referencia básica, el centro de trabajo. Con la huelga, expresión clara de la confrontación de intereses colectivos en las relaciones de trabajo, que solo puede ejercerse de forma colectiva. No es una anécdota que el derecho de huelga aparezca en los Convenios de la OIT, así como en las constituciones de los países más avanzados, como un derecho humano fundamental.

Es cierto que el concepto de centro de trabajo” está teniendo hoy un particular desarrollo al que hay que prestar atención, y aplicarlo a las también nuevas formas de acción colectiva. Pero acción colectiva en defensa de intereses colectivos, que, insistimos, son la tutela, pero no la suma, de derechos individuales.

Todo ello lo abordamos en unos momentos de aguda crisis, acentuada sin duda por la pandemia del Covid-19, pero no solo causada por ésta. La emergencia del clima, el trabajo indecente”, la crisis de los derechos de las personas, de género, la crisis migratoria, , a las que habría que sumar ya una apuntada crisis de los heterogéneos modelos de consumo.

Todas estas crisis están estrechamente interrelacionadas. Será difícil abordarlas, y menos aún avanzar en su superación, de forma separada, como si fueran compartimentos estancos. Crisis en estos momentos, con problemas de empleo, de consumo, monetarios y de equilibrios presupuestarios, en los países más desarrollados. Problemas que se agravan aún más en los países emergentes para los millones de trabajadores y trabajadoras de las cadenas de producción de las multinacionales y de sus economías informales”, expulsados muchos de sus puestos de trabajo, con agudos problemas de seguridad y salud, empujados más allá del umbral de pobreza; una realidad ante la cual el sindicalismo global, particularmente el de los países y las empresas globales, no puede reducir su acción a piadosos mensajes de solidaridad o de denuncias de papel.

Son sin duda necesarias medidas inmediatas para construir esta nueva y mejor normalidadmundial que plantea Guy Ryder desde la dirección de la OIT. Un PACTO GLOBAL DE RECONSTRUCCIÓN con iniciativas inmediatas y a medio plazo, un pacto en el que la Confederación Sindical Internacional (CSI), junto con las organizaciones de empleadores y las grandes empresas multinacionales, debería jugar un papel determinante. Para ello es necesario un profundo proceso de movilización, y de reflexión en la movilización, en el mundo del trabajo.

En esta situación la clase trabajadora mundial, puede, y debería, estar en condiciones de ser el colectivo esencial para conducir la recuperación del planeta, para sentar las bases de un futuro nuevo y mejor. Estamos convencidos que de la experiencia diaria de las 332 organizaciones sindicales que integran la CSI, de los 200 millones de trabajadores afiliados, pueden derivar ideas e iniciativas que vayan más allá, mucho más allá, de las encuestas individuales que se nos propone.

Porque la emergencia de este momento puede estimular las incontables energías que la historia del sindicalismo mundial ha ido acumulando. Es una buena ocasión para que la Confederación Sindical Internacional lance una potente campaña que movilice a los miles de sus estructuras a todos los niveles, a los millones de trabajadores que organiza.

Contribuir a construir la nueva y mejor normalidad, plasmarla en un nuevo CONTRATO SOCIAL GLOBAL, constituye sin duda una tarea esencial de la CSI, pero las iniciativas a las que nos hemos referido al inicio de estas líneas nos parecen claramente insuficientes. Es necesario, y estamos convencidos de que es posible, conseguir un también nuevo y mejordesarrollo de las energías históricas de la clase trabajadora.