lunes, 10 de febrero de 2014

EFICIENCIA Y PRODUCTIVIDAD. En polémica con López Romito (dejando de lado a Schumpeter)

Joaquim González Muntadas

Citar a Schumpeter en vano –y especialmente sin venir a cuento--  no encuentra buen acomodo en un debate con punto de vista fundamentado. Menos todavía si quien lo hace es un colega del famoso economista austriaco. Es lo que ha hecho Francisco S. López Romito a través de una fabuladora interpretación de mi artículo “Enterrar la vieja empresa y renovar el sindicalismo” (1).  López Romito tilda mis planteamientos como «sindicalismo amarillo» en Destrucción creativa y sindicalismo amarillo, donde el autor coge el rábano por las hojas.  Porque traer a colación, en su polémica con un servidor, a Schumpeter digamos que es algo forzado.  Más todavía,  el autor pone en mi boca cosas que ni he dicho en mi artículo ni se me han pasado por las mientes. Por ejemplo, de ¿dónde saca –o de donde infiere— que «González Muntadas dé por universal e inmodificable a la empresa capitalista y aliente a los trabajadores y sus organizaciones sindicales a aceptar su sino»? Esta es una pregunta pertinente, por no decir indispensable, para enhebrar una conversación honesta. Si eso fuera verdad, tenga por seguro López Romito que no hubiera dedicado cuarenta años de mi vida al sindicalismo confederal, de clase, en Comisiones Obreras.

Creo firmemente en el sindicalismo confederal y en su capacidad para intervenir en las empresas, sectores y en la economía para conseguir, en expresión de Bruno Trentin, la «humanización del trabajo»  un objetivo, precisamente hoy más necesario y actual que nunca, a pesar de la innovación y el avance tecnológico, que, como sabemos, no en todos los casos, ha repercutido en mejorar las condiciones de trabajo y vida de la clase trabajadora. Pero sí es indudable que son inseparables ciertos niveles de eficiencia y productividad de las empresas para garantizar la mejora de vida y trabajo, y también que ello se asienta en la mejora constante de la profesionalidad y la calidad del trabajo.

Por eso, como reitera de forma insistente el artículo que critica López Romito, entiendo que es preciso situar en el centro de la acción sindical y en la negociación colectiva los temas de la organización del trabajo y sus correspondientes derechos de información y participación de los trabajadores y sus sindicatos. Un objetivo, aunque difícil, que está y ha estado presente durante décadas en la opinión mayoritaria de CCOO y de forma muy particular en la Federación de Industria Textil Químicas y Afines de CCOO (FITEQA) donde he militado durante años ejerciendo la responsabilidad de Secretario General y que , con estrecha unidad con UGT, han entendido que el centro de la acción reivindicativa – el convenio de la Industria Química y los de importantes empresas del ámbito de esta Federación son una referencia de ello – está en la conquista y el ejercicio de nuevos derechos que nos defiendan del autoritarismo, la discriminación y la discrecionalidad tan  propios de la vieja empresa que urge enterrar con nuevos derechos de participación arrancados con la pala del sindicalismo confederal organizado en los centros de trabajo.  

La realidad nos demuestra, y no tengo duda que López Romito lo sabe también, que desde la chatarrería –esto es, desde la empresa que no innova o no es obligada por la acción colectiva a ponerse al día--  se está fisiológicamente o en puertas de la crisis o en crisis permanente y es por esto que tampoco tengo dudas que mí interpelante sabe muy bien, que desde ese territorio, el de la empresa vieja, no se mejoran las condiciones de trabajo de los asalariados y sus familias. Y, por extensión, tampoco la economía general, ni las conquistas del Estado de bienestar ya que a estas alturas --observando los efectos devastadores de la crisis y en estas páginas no creo que nos debamos recordar--  que esta ha golpeado con más saña allá donde el modelo productivo era o es aproximadamente pura chatarrería.

Por esto creo que, desde la óptica sindical, la pregunta que hoy interesa a la clase trabajadora, insisto desde la óptica sindical, no es tanto la que se formulaba hace muchas décadas Joseph Alois Schumpeter con la que inicia el artículo de réplica Francisco S. López Romito “¿Puede sobrevivir el capitalismo?  Ni creo incluso tampoco la respuesta del insigne economista cuando afirma que: “No, yo pienso que no puede hacerlo”.

Y en cambio son muchas las preguntas que tiene hoy sobre la mesa el sindicalismo global, europeo y español y que las respuestas no son nada fáciles como estamos comprobando. Preguntas que van desde: ¿cómo se afronta la nueva acción sindical internacional ante la globalización y conscientes de todas las contradicciones que están provocando? A como se abordan y armonizan la defensa los derechos individuales y  los colectivos, la igualdad de oportunidades, la profesionalidad, la flexibilidad y la seguridad, la información y la participación en la nueva realidad del  actual mundo del trabajo cada vez más heterogénea.

Preguntas que algunas se salen del guión tradicional más pensado para la vieja empresa taylorista y que hoy se percibe insuficientes para liderar a esos amplios colectivos de trabajadores y trabajadoras de esas empresas con nuevas las formas de gestión empresarial, donde, en algunos casos desde la iniciativa empresarial se han incorporado nuevos instrumentos y canales de información y participación de los trabajadores, pero eso sí, individual, sin el sindicato. Ahí tenemos otra pregunta como el sindicalismo recupera o reconquista su espacio su espacio y expresa su utilidad en la nueva empresa.   

No, no es sindicalismo amarillo, que sería el peor insulto que puede recibir un sindicalista y un sindicato, pero como López Romito sabe bien el sentido de esta expresión, es por lo que no me siento aludido y por ello ofendido porque supongo que no era su intención o incluso puede ser una mala interpretación. Pero, sí, son preguntas ante los cambios en el mundo del trabajo que obligan al sindicalismo a innovar nuevas formas y reivindicaciones o dicho de otra forma, que entre la disputa (ya secular) entre liberación desde el trabajo y liberación del trabajo, el que firma este artículo, está de parte de quien sostiene que hoy es posible, humanizar y enriquecer el trabajo dependiente con mayores grados de libertad sin tener que esperar la superación del capitalismo para obtener algún resultado.

Y es precisamente la tarea del sindicalismo la demostrar día a día que eso está dentro de las cosas posibles, organizando en afiliación, innovando y transformando las reivindicaciones en conquistas y progreso sin miedo a los cambios como se refería Luciano Lama en su despedida como dirigente de la CGIL, a los sindicalistas con estas palabras: «no tengáis miedo a los cambios, el miedo no es una virtud sindical».


(1)