sábado, 17 de octubre de 2015

Volkswagen: las lecciones de una tremenda decepción.

El gravísimo escándalo de Volkswagen ha representado una tremenda decepción para quienes creemos en la utilidad y el valor de las políticas y los  compromisos de Responsabilidad Social en las empresas. Una profunda decepción para quienes sabemos, por nuestra experiencia personal y profesional, que no todo es escaparate ni solo buenas palabras cuando se habla de RSC, ya que conocemos ejemplos de empresas  que intentan hacer las cosas bien, cumplen los compromisos éticos y respetan los valores que declaran.

Precisamente el negativo ejemplo de Volkswagen, nos debería reafirmar para seguir creyendo, todavía con más fuerza, en la necesidad de profundizar en extender y reforzar la Responsabilidad Social en las empresas, porque precisamente este escándalo evidencia las catastróficas consecuencias de la vulneración de estos valores para los trabajadores, la empresa y la sociedad.

Con toda crudeza, Volkswagen enseña que debemos mirar la actividad y el producto, porque es ahí donde debe estar el eje y el corazón de la RSC de una empresa, que se debe medir en la respuesta a ¿cómo?, ¿en qué condiciones?, ¿a costa de qué?segeneranlosbeneficios. Dicho en otras palabras, es preciso  corregir y cambiar esa extendida tendencia  atendiendo a ¿a qué dedican? las empresas sus beneficios, en lugar de exigir conocer y controlar cómo se  obtienen, porque con este patrón, más allá de la potente acción social que haya podido desarrollar Volkswagen, su estafa en el producto la descalifica absolutamente como empresa socialmente responsable.  Como otras muchas empresas que se presentan como socialmente responsables solo por sus vistosas y potentes campañas de acción social, mecenazgo y filantropía, pero que a su vez escondencómo, dónde  y en qué condiciones producen su impacto en la sociedad.

Este escándalo, más allá de otras muchas consideraciones, obligará a releer y modificar muchas de las teorías recogidas en la prolija literatura que se ha escrito en torno a la Responsabilidad Social de las empresas. Sobretodo, debería obligar a repensar muy seriamente  los actuales  instrumentos, procedimientos y protocolos de gestión de la RSC, para conseguir reforzar y mejorar los débiles mecanismos de control, más formales que reales, que tienen la mayoría de las empresas, en el objetivo de conseguir que  todas las partes implicadas, trabajadores, clientes, sociedad y administraciones públicas pasen ya, de una vez por todas, de ser unos meros receptores de información, a convertirse en eficaces y estrictos interlocutores a la hora de definir compromisos, así como fiscalizadores del cumplimiento de los compromisos adquiridos y declarados por las empresas.

Pero más allá de las muchas lecturas y críticas que se merece el escándalo de  Volkswagen, es sabido que los primeros y más directos afectados por la mala gestión de los directivos serán sus 600.000 empleados que tienen en el mundo, entre ellos los 22.000 trabajadores en España. Y que el primer reto para estos miles de trabajadores trabajadoras será recuperar la confianza de sus clientes y el prestigio de la marca que hoy está por los suelos. Y resolver sobre qué base se saldrá de esta crisis: si, como vemos tantas veces, los destrozos provocados por los errores  de los altos ejecutivos, se pagan en destrucción de empleo y retroceso en las condiciones de trabajo o, por el contrario, gracias a la fuerte y sólida presencia sindical en todas sus plantas de producción, la salida de esta crisis se afronta desde un fuerte compromiso de Responsabilidad Social, salvaguardando lo esencial, la defensa el empleo y el compromiso con  la sostenibilidad con sus productos.

Volkswagen ha de salir adelante, no hay duda, gracias al compromiso de sus trabajadores y trabajadoras y a la solidaridad canalizada por sus sindicatos comprometidos con el futuro de la empresa. Ha de salir adelante porque sabrán convertir la actual crisis en nuevas oportunidades para una nueva Volkswagen. De igual forma que el sindicalismo global debería saber aprovechar esta oportunidad para demostrar lo equivocados que están esos teóricos, sabios y gurús  de la gestión empresarial que lo han dado por muerto. Porque, el sindicalismo, gracias a su fuerte presencia en las  118 plantas de todo el mundo, y la evidencia de una elevada afiliación y solidez de CCOO y UGT en las plantas en España, demostrará el valor del trabajo y su capacidad para construir y proponer alternativas de mejora en todos los ámbitos de la empresa, y demostrará al mundo económico que la participación y el empoderamiento de los empleados es la única vía para mejorar la gestión de las empresas.

El sindicalismo, y en esa dirección apuntan las primeras declaraciones de los líderes sindicales, tiene la oportunidad de ejercer la solidaridad entre todos los trabajadores y trabajadoras, evitando que los eslabones más débiles sean los que sufran las consecuencias de la crisis, y el riesgo siempre presente del “sálvese quien pueda” . Y es esperanzador, para evitar estos riesgos, leer, desde hace unos días, el mensaje: "Un Equipo -Una Familia" impreso en las camisetas de los afiliados y afiliadas al potente sindicato alemán IG Metal de Wolfsburg. Más allá de todas las incógnitas por resolver, que son muchas y en muchos frentes, podemos afirmar, que del  grave escándalo de VW deberían salir  importantes lecciones para el mundo empresarial, para los agentes sociales, los gobiernos y para el conjunto de la sociedad.