lunes, 15 de agosto de 2016

¡Juventud, acción sindical frente el paro y la precariedad


 “Tal vez algún día dejen a los jóvenes inventar su propia juventud”  (Quino)


El 12 de agosto, un año más, se celebró el Día Internacional de la Juventud, una buena ocasión para detenernos a mirar las particularidades con las que viven la mayoría de los jóvenes españoles su presente y futuro laboral y profesional. En un reciente informe elaborado por Adecco se nos dice, respecto al futuro laboral referido a los próximos diez años, que para los jóvenes españoles, entre 18 y 30 años, lo más importante al hablar de empleo, es conseguir estabilidad económica (al otorgarle 7,8 puntos sobre 10), por delante de tener el trabajo de sus sueños (7,49 puntos) y trabajar en una empresa socialmente responsable (6,38 puntos). Pero la cruda realidad, según el mismo informe, es que el 42,2% cree que tras acabar su formación y durante el primer año de búsqueda no encontrará  empleo alguno.

Estos datos ponen de manifiesto lo que piensan nuestros jóvenes sobre sus expectativas de futuro, que los convierte, según este informe, en los más pesimistas de Europa en lo que se refiere a su futuro laboral. Algún motivo tendrán si valoramos el dato de  que el paro juvenil está, actualmente,  en el 46,5%, y, además,  más del 20% de los jóvenes españoles ni estudia, ni trabaja. No es una realidad muy esperanzadora, como no lo ha sido la relación del mercado de trabajo con ellos,  durante estos últimos año, que ha provocado  haya sido, con mucho, el colectivo más afectados por la crisis.

Según el informe PIMEC de junio 2016, proporciona datos sobre la destrucción empleo en Catalunya en el periodo más duro de la crisis 2008 a 2013. Algunos de ellos son extrapolares al conjunto de España y nos evidencian esta afirmación. En estos cinco años se destruyo el 70,5% del empleo de menores de 20 años, el 47.7%  de 20 a 24 años y un 34,6% de entre 25 y 34 años. Por si estos datos no fueran suficientes para apreciar la dimensión del problema y de sus efectos sobre la relación entre generaciones. Si agrupamos a todos los colectivos menores de 35 años vemos que el empleo de los jóvenes cayó en un 38,5%, frente  al 3,7% de los mayores de 35 años en ese mismo periodo.

Evidencia que la crisis en nuestro país se ha ensañado de manera muy particular con las personas más jóvenes negándoles un empleo. Ahí tenemos esa permanente e insoportable mitad de menores de 25 años en el paro y la mayoría de los que tienen empleo con empleo, con contratos de trabajo con menos salarios y derechos o contratos en prácticas, becarios llenos de abusos y mal uso de su situación, etc. etc. Una realidad laboral deteriorada que nos explica muchas de las sorpresas vividas en nuestro escenario político y la extendida desconfianza de los personas jóvenes hacia la mayoría de instituciones y organizaciones sociales que, a pesar  de las buenas intenciones de algunas de ellas, es evidente que la gran mayoría no han estado a la altura para afrontar  el evidente riesgo de ruptura de la solidaridad inter-generacional que puede acabar, dentro de poco, siendo uno de nuestros mayores problemas.

Porque la irracional situación actual no se podrá mantener por mucho tiempo. En la que  un joven que oye insistentemente que en el futuro, lo más probable, él no disfrutará de una pensión o, al menos, no en condiciones parecidas como las actuales. Pero mientras con su empleo, precario y mal pagado, está sustituyendo, en el mismo puesto de trabajo, a un trabajador que se acaba de jubilar cuya pensión, en muchos casos, es un 20% mayor que  el  salario que él percibe por las ocho horas diaria de trabajo, con igual o mayor formación.

Una realidad  injusta, que será difícil de mantener en el tiempo y que merece, como insisten CCOO y UGT, situar urgentemente el empleo y la formación de los jóvenes en el centro de la ación de las administraciones públicas, partidos y organizaciones sociales. Pero también exige convertir la resignación de muchos jóvenes en organización y traducir la lógica indignación en acción. Afiliándose y participando en las organizaciones sindicales, organizándose para proponer, debatir y empujar, también desde los centros de trabajo y la negociación colectiva, la lucha por sus derechos. Porque, sin este compromiso y una fuerte voluntad de lucha, desde y con los sindicatos, las soluciones serán mucho más difíciles.