martes, 5 de febrero de 2013

Política industrial: ¿factura energética o fractura hidráulica?


Desde hace unos años, en la mayoría de los análisis económicos e industriales y, en particular, en todo aquello vinculado con la energía, se ha incorporado un nuevo término: "fractura hidráulica" o "fracking", una nueva tecnología para la recuperación de reservas de gas no convencional del subsuelo hasta hoy inaccesible. Esta nueva tecnología ha permitido, por ejemplo, a EEUU ser autosuficiente en gas natural y, con ello, poder incorporar nuevos y potentes factores de mejora de competitividad en su industria química y petroquímica, competidora muy directa de la industria química europea con no pocas amenazas de descolonización. El desarrollo de las técnicas de fracturación ha alimentado la esperanza de reducir la dependencia energética de muchos países.
.¿Deberíamos estar preocupados los ciudadanos europeos -donde ni siquiera ha comenzado la explotación con esta nueva tecnología- por si pudiera representar que perdamos la próxima revolución energética? Más bien parece que no, ya que en Europa el volumen de las reservas de gas existentes, según la Agencia Internacional de la Energía, no serían tan importantes como en EEUU o China. Pero podría ser muy importante y positivo para la economía y la industria de aquel país europeo que tuviera un volumen importante de estas reservas energéticas.
También en esto, Europa -donde en junio de 2011 la Comisión de Medio Ambiente, Salud Pública y Seguridad del Parlamento Europeo publicó un informe en el que se planteaban interrogantes sobre el uso de la fractura hidráulica como técnica de investigación y extracción de gas-, tiene una realidad heterogénea. Heterogénea en relación a la oposición y contestación social frente a los inciertos riesgos a la salud y medioambientales, que en España es importante. También en relación a las autorizaciones y reglamentaciones para realizar estas exploraciones de gas porque son competencia de cada país miembro, lo cual podría llevar a prácticas diversas y contradictorias dentro de la EU. Por ejemplo, podrían llevarse a cabo en Polonia y no en Francia, con prácticas tan diversas entre sí como su cobertura y su mix energético, donde Polonia cuenta con importantes reservas de carbón subvencionado y Francia con una alta cobertura energética gracias al peso de su energía nuclear.
Así, sería muy positivo que un día la explotación de las reservas de gas no convencionales pudieran ser utilizadas en nuestro país. Para ello es imprescindible una legislación más estricta que obligue a los productores a adoptar las últimas tecnologías, y realizar todos los esfuerzos científicos y técnicos en descubrir y comprender todos y cada uno de los impactos. Y para que los efectos sobre la salud y el medioambiente estén plenamente investigados y regulados, y resueltos positivamente, y sobretodo entendidos socialmente, es necesario un debate social y político que huya de la exageración y el maniqueísmo, que se sustente en el rigor científico, y especialmente esté guiado por el bien común por encima de las rentabilidades y de los intereses económicos o políticos particulares. Así es muy posible que podamos responder la pregunta con la que se encabeza esta reflexión: ¿factura energética o fractura hidráulica?