martes, 25 de agosto de 2020

FONDOS PARA LA RECUPERACIÓN. EN LA COOPERACIÓN ESTÁ LA FUERZA

Quim González Muntadas


El 18 de agosto pasado La Vanguardia publicó un artículo firmado por los profesores Esteve Almirall, Xavier Ferràs, Antoni Garrell, Xavier Marcet, titulado Catalunya ,un replanteamiento económico global. Sería útil que el gobierno de la Generalitat y las fuerzas políticas, sociales y económicas de Catalunya prestaran atención a su contenido. Como también es de utilidad atender las lúcidas observaciones a este artículo que ha publicado en  Nueva Tribuna Isidor Boix, en las que apunta los riesgos de presentar una Catalunya como una unidad concebida al margen de España, aislada en Europa.

¿Qué señalan los cuatro profesores? Pues lo que todos ya sabemos, aunque nos cuesta reconocer: «Catalunya ha perdido peso como país industrial y como una de las regiones innovadoras de Europa.» Y lo ha perdido a pesar de haber tenido un modelo de investigación que ha dado buenos resultados científicos, pero que ha sido incapaz de constituir un modelo de innovación serio y sostenido, al haberle faltado la necesaria apuesta presupuestaria pública. Y, sobre todo, la ausencia del necesario compromiso con la innovación del mundo empresarial catalán, que hace años optó por ir desprendiéndose de las empresas más emblemáticas, precisamente aquellas que deberían haber sido la punta de lanza y el motor para crear la base del necesario ecosistema de innovación. Porque sin empresas y empresarios, no hay innovación.

Un déficit que se ha resultado disimulando durante décadas tras los mejores planes estratégicos y pactos sociales y políticos. Unos planes que decían pretender el impulso y la modernización del sistema productivo para convertir a Catalunya en una plataforma de industria avanzada y competitiva, engarzada en el cambio digital y de la industria 4.0. La realidad ha sido que todo ello se ha quedado en el papel y no ha pasado de la teoría. Solo con que se hubiera hecho realidad un 20% de todos esos planes y pactos, Catalunya sería hoy una de las principales referencias de Europa.

Esta consideración obliga a enterrar el repetido autobombo institucional y la generalizada autocomplacencia sobre nuestra realidad, y reconocer, una vez por todas, que se ha hecho muy poco mientras se han ido perdiendo industrias y centros de decisión de las que fueron grandes empresas catalanas — por cierto resulta sorprendente la poca tinta que ha merecido este hecho durante los últimos años —.  Son déficits que no se resolverán solamente con recursos, tampoco con más toneladas de papel en Planes y Pactos Estratégicos aislados del resto de España. 

Ahora los Fondos Europeos para la Recuperación pueden representar una formidable ocasión para, desde el realismo de lo que en realidad somos y de dónde partimos, poder producir ese necesario punto de inflexión estratégico que precisa el modelo productivo de Catalunya y del resto de España. Un país, lo hemos comprobado, tan vulnerable en cada crisis.

Es la hora de fijar con realismo, pero también con ambición, cuáles son los motores sociales y tecnológicos que se deben impulsar. Cuáles son propios y específicos de cada realidad territorial, en este caso Catalunya, como apuntan los cuatro profesores en su artículo. Pero también comunes con el conjunto del Estado y con los planes complementarios entre algunas Comunidades Autónomas, o con otros países europeos como son Francia y Alemania, por poner un ejemplo en el sector  de la automoción.

Catalunya no ha sido, ni es, una excepción. Sabemos que los cambios sociales están afectando a todos los niveles, comenzando por las personas y alcanzando al conjunto de la comunidad, sea en el ámbito urbano o rural. Que la aceleración de la revolución tecnológica alcanza a todos los sectores económicos, desde la agricultura a los servicios y del turismo a la industria. Sabemos que la sostenibilidad medioambiental nos obliga a abordar nuevos retos y oportunidades con horizontes de medio y largo plazo. Son retos que difícilmente pueden encerrarse en un solo territorio y afrontarse de forma aislada desde una Comunidad o desde un sector productivo.

El mayor riesgo, y el peor error que podemos acabar cometiendo, es que cada una de las Comunidades Autónomas, y particularmente Catalunya, vea el mundo desde su agujero y se desprecien todas las potencialidades y sinergias que puede representar, en tantos temas, una inteligente cooperación entre los distintos territorios y sectores económicos. De la capacidad de liderazgo que sepa ejercer el gobierno de España dependerá también poder convertir en realidad estas buenas intenciones. Confiemos que se intente y se pueda. Por el bien de todos.