jueves, 17 de septiembre de 2020

EL DECLIVE DEL INDEPENDENTISMO CATALÁN

 


Quim González Muntadas

Que el independentismo ya no es lo que era lo puede sentir y percibir toda persona que viva en Catalunya. Así lo muestra la reciente fotografía de la encuesta del Centre d’Estudis d’Opinió (CEO) en la que se nos dice que los partidarios de la independencia han caído al 44,9% y los contrarios han subido hasta alcanzar el 50,5%, el porcentaje máximo desde el año 2017. Igual de relevantes son otros datos de la misma encuesta. El primero es que en cuatro meses se ha desplazado la principal preocupación de la sociedad catalana, que ayer era la relación Catalunya–España y hoy lo es solo para el 14,3%. El otro cambio, también muy significativo, es que el 75,3% de la ciudadanía catalana cree hoy que la situación de Catalunya es peor que hace un año. De estos, el 41% está convencido que aún empeorará más en el futuro. Y, para rematar la fotografía gris de la realidad que vive Catalunya, el 53% de los catalanes vemos la situación política de nuestra Comunidad peor que la de España.

La realidad que describe el último CEO tendrá muchos y variados motivos, pero sin dudad uno de ellos ha sido la profunda decepción que ha representado para muchos la nefasta gestión de estos dos años y medio del Gobierno de Quim Torra. De manera muy particular la muy mala ante la pandemia, que ha acabado por romper el espejismo, tan insistente y cuidadosamente trabajado por el separatismo y sus medios de comunicación públicos y privados, de que los catalanes somos mejores en la gestión política. Por no decir también mejores en todo, una creencia común en los pensamientos nacionalistas, de cualquier color o condición.

La creencia de que “somos mejores” ha sido la que permitió en los últimos años de gobierno de Artur Mas pasar de argumentar la independencia de Catalunya con un mensaje cargado de razones pasadas, de identidades y derechos históricos, buscando la respuesta a la pregunta del “POR QUÉ” a la independencia, a un mensaje nuevo centrado en la pregunta, “poderosa”, como se define en el Coaching, del “PARA QUÉ”. ¿Para qué la independencia?, y se nos decía que para ser semejantes a Dinamarca, Austria o Finlandia, semejantes en innovación, en su Estado del Bienestar, en la calidad de su educación, formación profesional, en la estructura industrial, o incluso semejantes a Israel en I+D. Y a partir de ahí ya no hubo conferencia, entrevista o discurso de Artur Mas que no estuvieran llenos de este mensaje, nombrando a estos países.

En aquellos años de crisis económica con un gobierno de España de derechas, reaccionario en lo económico y social, inútil para afrontar con un mínimo de empatía el conflicto catalán, era más fácil vender un proyecto de país independiente en el que “se comerían helados todos los días” que hoy, con un gobierno del PSOE y Unidas Podemos, con un programa de gobierno de políticas progresistas y una demostrada voluntad de aplicarlo, que incluye una clara voluntad de dialogo para afrontan el conflicto político catalán.

Se ha roto el espejismo de que “somos mejores y solos lo haríamos mejor”. Y una parte muy importante de la sociedad catalana ha visto que no hay pueblos mejores, ni peores. Que lo que son mejores o peores son las políticas y con ello las personas que administran lo público. Han visto en estos últimos meses lo parecidos que pueden llegar a ser en muchas ocasiones Ayuso de Madrid y Torra de Catalunya. Ha sentido la decepción que suele provocar la cruda realidad cuando ésta hace caer las excusas y las justificaciones para explicar las dificultades y los problemas provocados por un mal gobierno, cuando éste tiene todas las competencias, por ejemplo en sanidad, educación o residencias para gente mayor. Y ha comprobado la fuerte caída de inversiones extranjeras en Catalunya o el fuerte descenso en el ranking de competitividad de las 271 regiones al pasar, en pocos años, del puesto ciento tres, al ciento sesenta regiones europeas. Y que mucho tiene que ver en estos retrocesos con la crisis social iniciada por el procés y el deterioro institucional permanente que padece Catalunya.

Por esto hoy, frente a la fuerza transformadora que representa el actual gobierno de España PSOE-UP que apuesta por modernizar económica y socialmente España, el discurso de los líderes independentista ha tenido que retroceder y extremar su esfuerzo en intentar presentar España como una pseudo dictadura, como un Estado fracasado, un país retrasado y pobre, presentar una falsa España en la que sus instituciones serían aún la herencia política de Franco. Y esperar que una alta abstención en las próximas elecciones catalanas, por la desmovilización de los votantes contrarios a la independencia, les puede permitir seguir manteniendo su Procés, un procés hacia ninguna parte.

 

martes, 1 de septiembre de 2020

LA GENERACIÓN Z, ¿UN FUTURO MEJOR?


 

Quim González Muntadas

 

Este mes de agosto he tenido la suerte de convivir con mi sobrino de 15 años, recién cumplidos, que tiene más de 60.000 seguidores en su cuenta de Instagram. Una experiencia que me ha llevado a dedicar algunas horas a bucear en los pocos estudios y trabajos sobre esta generación de adolescentes nacidos al inicio de este siglo XXI y que forman la denominada Generación Z.

 Unos chicos y chicas que han hecho viejos a los millennials. Son la primera generación que realmente ha crecido dentro de la Red, en la que viven conectados. Son los verdaderos nativos digitales. Se han educado y socializado con internet plenamente desarrollado. No conciben un mundo sin Wi-Fi, YouTube,  o Instagram,  Tik Tok, y Snapchat, ni sin seguidores olikes. No han vivido lo que era conectarse a internet a través de un módem ligado a la línea telefónica, ni esperar para poder realizar descargas y conexiones, ni han sufrido el incordio de esas paradas en la reproducción on-line de un video cuando la velocidad de reproducción es mayor a la de bajada. Han crecido en la cultura de lo instantáneo, de lo inmediato, en el lo quiero todo y lo quiero ahora”. 

Es una generación que espera que todo funcione a la perfección. Que exigen el acceso a las cosas que necesitan, pero sin tener realmente el deseo de poseerlas tanto como las generaciones anteriores. Son quizás la expresión de una nueva realidad social que apunta, basada en el acceso a” en lugar de la propiedad de”. Una tendencia, que de ser cierta como apuntan los estudios sobre su comportamiento, representaría sin duda un cambio radical en las normas de consumo. Y por ello en el sistema económico futuro.

 Los chicos y chicas de la Generación Z son autodidactas, aprenden vía tutoriales en Internet desde donde hacen todas sus tareas y labores online. Habituados a hacer múltiples tareas y procesar al mismo tiempo varías fuentes de información. Son la primera generación que rompe el concepto de formación formal y cerrada. Valoran las titulaciones, pero saben que en un mundo cambiante van a serles más útiles las habilidades, la autoformación y los perfiles profesionales al ad hoc. El acceso a la nube, desde la soledad de su habitación, les ha dado las herramientas necesarias para encontrar la manera de construir su propio mundo y encontrar de forma inmediata cualquier tipo de respuesta.

Si a los millennials se les ha identificado a menudo como la generación del Yo, todo apunta que la Generación Z  pueda ser más bien la deNosotros”. Son más pluralistas cuando, a los 15 años, han conseguido una impresionante red social digital, a menudo internacional, lo que hace que vivan en una realidad más global que cualquier otra generación anterior porque la tecnología les permite formar parte de una sociedad mucho más amplia que su entorno inmediato.

A esos ocho millones de chicos y chicas que forman la Generación Z en España los que percibimos irreverentes y algo soberbios. No dudan en llevar la contraria a sus padres, profesores o mayores, pero, ¿serán los que construirán un país y un mundo mejor?. Esperemos que sí, aunque la generación de la inmediatez deberá adaptarse a los tiempos de un sistema político en el que las decisiones nacen del diálogo, del análisis meditado, del consenso entendido como pacto y compromiso. Por esto será necesario, como explica Nuria Vilanova (autora con el director de Deusto Business School, Iñaki Ortega, del libro “Generación Z” en Plataforma Editorial),  “Por un lado, que los sistemas políticos sean más flexibles y sepan adaptarse a una nueva cultura política emergente. Por otro lado, los Z tienen su propio reto, el de aprehender los valores implícitos que caracterizan a una democracia, para así aprender lo que significa ser ciudadanos en una democracia”

Que los jóvenes inquieten a los adultos no es nada nuevo, es algo que ha sucedido desde la antigüedad. Debe ser normal que nos cueste entender que se pasen el día mirando la pantalla de smartphone, viendo Instagram o TikTok, y no jugando en la calle. Pero en lugar de escandalizarnos por su forma diferente de comportarse, deberíamos hacer todo lo posible para convertir este relevo generacional en una oportunidad, mejorando el entorno educativo, laboral, empresarial y político que les facilite aprovechar y poner en práctica sus extraordinarias capacidades. Para que lideren esté Siglo y contribuyan a la construcción de un mundo mucho mejor.