viernes, 31 de julio de 2020

NUEVO MODELO PRODUCTIVO, NUEVAS RELACIONES LABORALES


Quim González Muntadas

En estos últimos meses son incalculables las veces que leemos y escuchamos las recetas que necesita aplicar nuestro país para afrontar la crisis generada por la pandemia del coronavirus. De todas, la más común, la que está presente en la mayoría de las entrevistas, conferencias, debates políticos y en todos los documentos y dictámenes elaborados por los centros de estudios, las escuelas de negocios, los gabinetes técnicos de los ministerios, partidos políticos, patronales y sindicatos. Es la que afirma que España precisa un cambio de modelo productivo.
Una necesidad que no es nueva, ya que mucho antes de la crisis de 2008 amplios sectores, con más fuerza las Confederaciones Sindicales de CCOO y UGT, apuntaban de su necesidad como condición indispensable para garantizar la generación de riqueza, el empleo estable y de calidad. Pero en estos años, sobre todo, por la timidez de las políticas públicas y la falta de emprendimiento y visión empresarial nos han dejado muy lejos de conseguirlo. Por lo que ha seguido aumentando, en negativo, la brecha en la intensidad innovadora y la productividad de nuestro país respecto a la media europea.
Ojalá que ahora no perdamos esta ocasión, posiblemente la última y definitiva, oportunidad de modernización del país cuando estamos en plena revolución tecnológica y digital que deberían ser la palanca que impulse, refuerce y amplíe nuestra base industrial y el cambio en nuestra economía. Aunque ya sabemos qué proponer un cambio de modelo productivo es más fácil que hacerlo realidad. Y que nos exigirá grandes esfuerzos colectivos para llevarlo a cabo. Porque sus ventajas no serán automáticas y obligarán a renunciar a rentabilidades económicas y sociales presentes e inmediatas para poder invertir en proyectos y sectores más robustos, resilientes y con mayores potencialidades de competitividad a medio y largo plazo.
Como sabemos que tendremos fomentar un aumento generalizado de nuestra productividad, que nos exige que la innovación, la formación y la cualificación de las personas estén en el centro de las preocupaciones sociales y de las políticas públicas. Y también que nada de ello será posible si a la vez no somos capaces de desprendernos de la vieja y pesada losa que representa las actuales relaciones laborales, más propias de un modelo productivo dominado por empresas y sectores de bajo valor añadido que minusvalora el papel del trabajo y de los trabajadores en la empresa. Exige que nos desprendamos de las viejas formas autocráticas y jerárquicas que aún están presentes en tantas y tantas empresas en España y superemos la malsana temporalidad generalizada y nuestro enfermo mercado de trabajo que hace que los jóvenes sean los principales sacrificados en la pérdida de empleo y en sus condiciones de trabajo.
No construiremos un nuevo modelo productivo sin un nuevo Estatuto de los Trabajadores que responda al mundo del trabajo del Siglo XXI, que promueva un cambio profundo de las viejas bases y filosofía que inspira la gestión y las maneras de trabajar y de relacionarse aún en tantas y tantas empresas de nuestro país. No habrá cambio sin unas nuevas relaciones laborales que ayuden a reconocer que cada persona aporta un valor único y diferencial, que es la base de la motivación para mejorar la cualificación profesional, la innovación y la competitividad. No habrá cambio sin una profunda reforma de la actual estructura y contenido de la negociación colectiva, hoy demasiado débil y segregada. Se necesitan convenios colectivos útiles y robustos que atiendan a las nuevas formas de trabajo, que contengan nuevos derechos de formación permanente, de información y participación de los trabajadores y sus sindicatos sobre la marcha de la empresa y los efectos de su transición tecnológica. Y lo más importante, hay fuerza y conocimientos en los sindicatos y las patronales para afrontar este reto.
Aprovechemos la oportunidad, nunca ha habido en España tanta coincidencia política y social sobre la necesidad de impulsar una transición hacia un nuevo modelo económico guiado por la consecución de los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible de Naciones Unidas (ODS). Un nuevo futuro que exige reconocer el valor y la dignidad del trabajo y que las personas y sus maneras de trabajar son el principal factor competitivo de una empresa y un país. No dejemos escapar esta ocasión para humanizar el trabajo y reducir las fuertes desigualdades que hay en las empresas y la sociedad en la distribución del saber y del tener.


martes, 21 de julio de 2020

GOBIERNO PROGRESISTA, CON LA MISMA ESPERANZA


Quim González Muntadas


Ha pasado más de medio año desde que en enero Pedro Sánchez nos presentó a los miembros de su gobierno de coalición. Pocos días después nacía, desde Facebook, la PLATAFORMA de APOYO al PROGRAMA de GOBIERNO PROGRESISTA, con unos 50 promotores del conjunto del Estado, y a la que en pocas semanas se adhirieron más de 5.000 personas de toda España.

Una PLATAFORMA que es el reflejo de las esperanzas que suscitó a millones de personas que sentimos que estamos ante la necesaria oportunidad de abrir un nuevo tiempo de esperanza e ilusión en nuestro país.

La esperanza de un gobierno fiable, solvente y capaz de modernizar y vertebrar una sociedad cada día más plural y diversa. La esperanza de un gobierno se atreva a mirar el mundo tal como es, sin cristales rosas y falsas utopías. Y aún menos con esos cristales de color negro que nos llevan al fatalismo y al conformismo.

La esperanza de un gobierno que vibre con el corazón de tantas personas dispuestas a comprometerse con la justicia, la dignidad social y la igualdad de oportunidades. La esperanza de un gobierno respetuoso con los gobernados y abierto, capaz de asumir que es necesario comprender las muchas incógnitas que la revolución tecnológica y digital nos abre cada día y que están cambiando el mundo y conformando una sociedad casi desconocida.

La esperanza de un gobierno al que le obsesione el alarmante crecimiento de la desigualdad y el empeoramiento de las condiciones de vida de las clases medias y trabajadora. La esperanza de un gobierno que se comprometa a construir un nuevo marco para la regulación de las relaciones laborales acorde con la realidad del mundo del trabajo del siglo XXI. La esperanza de un gobierno que sitúe, de verdad, el valor del trabajo en el centro de la sociedad y que combata la devaluación de salarios y condiciones de trabajo.

La esperanza de un gobierno que sitúe la educación y la cualificación profesional a todos los niveles de la sociedad porque comprenda que son el verdadero motor de la igualdad.

La esperanza de un gobierno valiente para decirle a los ciudadanos y ciudadanas que la educación y la sanidad públicas son y han de ser, ahora y siempre, mejores que las privadas, objetivo para el cual hemos de contribuir en proporción a nuestra renta. De un gobierno que combata el fraude fiscal con todas sus fuerzas.

La esperanza de un gobierno capaz de combinar el autogobierno de nuestras nacionalidades y regiones con la unidad de un Estado con ciudadanos iguales. La esperanza de un gobierno honesto, solvente, que se mantenga muy lejos del populismo y de la demagogia. Qué huya de la retórica nacionalista y del viejo proteccionismo.

La esperanza de un gobierno comprometido con el feminismo, empeñado y comprometido con la igualdad de género.

Y con la esperanza de un gobierno que sepa hacer pedagogía y cumpla lo que promete. Y, por supuesto, con un gobierno que sepa actuar unido.

Esperanzas que siguen vivas después de estos meses excepcionales provocados por la pandemia sanitaria y que nos han hecho vivir lo inesperado e incluso lo inimaginable que algún día nos pudiera suceder. Unos meses en los que la crisis sanitaria ha traído nuevas urgencias y ha recolocado y trastocado muchas de las prioridades contempladas en el Programa de Gobierno. Unos meses que han dado lugar a una nueva realidad y nuevas prioridades para las cuales sin embargo sigue siendo muy necesario y muy útil  el espíritu que llevó a configurar la actual coalición de gobierno. Unos meses que han puesto a prueba al conjunto de la sociedad y a todas y cada una de sus instituciones públicas y privadas. Una nueva etapa en la que se han puesto de manifiesto los verdaderos valores y la valía de cada institución y de cada entidad social, económica y política, de cada gobierno, desde el estatal hasta el municipal, pasando por todos los autonómicos.

Han sido unos duros y difíciles meses que han dado lugar a una nueva realidad que nos exige renovar las esperanzas que encendimos hace unos meses, y con ello activar con fuerza la PLATAFORMA de APOYO al PROGRAMA de GOBIERNO PROGRESISTA, así como todas aquellas iniciativas que sirvan para responder al pesimismo y combatir a los pájaros del mal agüero empeñados en que miremos por sus negros cristales una realidad que si bien está llena de dificultades, también lo está de esperanzas y posibilidades. No para conformarnos en reconstruir lo viejo, sino para construir un país y una sociedad mejor. Porque, visto el comportamiento de algunos en estos meses, el gobierno puede afirmar con toda rotundidad: “Es verdad que estamos mal, pero menos mal que estamos”.


viernes, 17 de julio de 2020

PODEMOS, UNA BUENA OCASIÓN PARA LA REFLEXIÓN


Quim González Muntadas


Acto de Podemos en Galicia el 29 de febrero de 2020.


“Podemos ha sufrido una derrota sin paliativos, en las últimas elecciones de Galicia y Euskadi”, tal y como se expresó su máximo líder Pablo Iglesias. La mayoría de los dirigentes de Unidas Podemos, junto al reconocimiento de este fracaso, han hecho un llamamiento a realizar una profunda reflexión autocrítica de lo sucedido. Son expresiones casi idénticas a las realizadas tras las últimas elecciones municipales y autonómicas: “nos toca hacer una profunda autocrítica y aprender de los errores que sin duda hemos cometido” (Pablo Iglesias, marzo 2019). "Nuestro espacio político ha sufrido hoy una derrota sin paliativos. Perdemos buena parte de nuestra representación en el Parlamento Vasco y quedamos fuera del Parlamento de Galicia. Nos toca hacer una profunda autocrítica y aprender de los errores que sin duda hemos cometido" (Pablo Iglesias julio 2020).

Es de esperar, para el bien de la izquierda de este país, que, en está ocasión, la reflexión y las conclusiones, vayan más allá de las realizadas en abril de 2019, en las que, por ejemplo, la conclusión de Podemos de Castilla León de su autocrítica fue “nuestro error ha sido pensar antes en clave de país que como formación política”. “Es decir, hemos dado prioridad a solucionar los problemas que tiene la gente en este país antes que a obtener más votos como formación política”. Conclusión que se asemeja a lo que sería responder ante la pregunta, en una entrevista de trabajo, de ¿cuál es tú principal defecto? y respondes: la obsesión por el trabajo bien hecho y la puntualidad.

Podemos es una organización joven, creada en marzo 2014, por un grupo de brillantes jóvenes politólogos. Desde su constitución ha vivido una constante noria de emociones. Ha pasado de la euforia que representó lograr a las pocas semanas de su constitución un 8% de los votos en las elecciones europeas y reunir, en seis meses, más de doscientos mil inscritos y situarse, en la encuesta de Metroscopia, de noviembre de 2014, como la fuerza de mayor voto potencial con un 27%, por delante de PSOE y PP…, de haber conquistado las alcaldías de Madrid, Barcelona y otras importantes capitales de provincia. Hasta llegar a ostentar varios ministerios y la segunda vicepresidencia del Gobierno de España.

La pregunta que seguro se hace la dirección y la militancia de Podemos es ¿qué nos está pasando?, ¿qué explicación nos damos para que elección tras elección vayamos perdiendo apoyos a raudales?, sobre todo en estas últimas, de tan espectacular resultado, como es  que en Galicia sólo el 20% de las personas que nos votaron en Marea en 2016 hayan repetido esta vez, y en Euskadi, sólo el 45% de los que optaron por UP. ¿Qué ha pasado? 

La respuesta, como siempre en política, tendrá mil caras y cada cual subrayará su razón. Desde quien dentro de la organización considere, si ya estaba en contra de la entrada de Podemos en el Gobierno, que ahí está el motivo.  Los más ortodoxos de la organización, las razones las buscarán fuera: “las cloacas, los medios de comunicación, los recursos para la campaña...”, y así lo más probable es que pasen días, semanas, hasta que la anunciada necesidad de “una reflexión profunda y autocrítica”, como se repite en estos días en caliente, quede olvidada por nuevos acontecimientos y urgencias.

Pero mientras llega ese momento, sería útil que se respondiera a la pregunta de ¿qué ha quedado de aquel impulso que supo aprovechar la ilusión, la riqueza, la pluralidad y el activismo del movimiento 15 M? ¿Qué ha pasado para que hoy, una organización joven y dirigida esencialmente por personas jóvenes, se perciba como una organización viejuna, rígida y con formas de gestión y dirección tradicional, en todos los sentidos? Da igual, por muchas votaciones online, asambleas permanentes en red, referéndums internos y primarias: el patrón es el común a cualquier partido tradicional.

¿En cuánto se ha transformado el mensaje inicial de Podemos con el que se fundó? El mensaje con el cual pudo aprovechar que el PSOE estaba en el gobierno, en plena crisis económica y social, explotando en monopolio un fuerte discurso de denuncia de los efectos de la crisis que estaba afectando especialmente a las jóvenes generaciones, con niveles de paro escandalosos cercanos al 60% mientras se extendía la precarización de las condiciones laborales de la mayoría de los trabajadores y trabajadoras, provocando el también escandaloso incremento  de la desigualdad social de nuestro país, la mayor de Europa.

Quizás una parte de las respuestas las podrán extraer de la sentencia enfatizada por Juan Carlos Monedero cuando afirma: “la izquierda nacionalista vasca y gallega se han podemizado. El discurso de Bildu y BNG no se diferencia del que antaño criticaban...”. Bien, probablemente sea verdad, que estos partidos nacionalistas han reforzado su discurso social junto al identitario y soberanista. Pero la pregunta de mérito, la de fondo que igual se deberían hacer los dirigentes de Podemos, es: ¿qué diferencias hay, entre ellos y Bildu, BNG y, por supuesto, con ERC en materia territorial y soberanista? Si la respuesta es, ninguna o muy poca diferencia, como a mí me parece, ahí podría estar una de las razones de esa “derrota sin paliativos”. Y que muchos de sus potenciales electores se pregunten, ¿para qué votaros si sois prácticamente lo mismo cuando hablamos de Galicia, Euskadi y Catalunya?


viernes, 10 de julio de 2020

TELETRABAJO, NO ESTAMOS EN EL AÑO CERO



Quim González Muntadas

Teletrabajo, un término que desde hace unos meses se ha convertido en tema común en nuestras conversaciones. La crisis sanitaria ha provocado que se extienda esta modalidad de trabajo, y con ello que empezara el debate de sus pros y sus contras, así como sobre las condiciones con las que debería regularse. También sobre las consecuencias económicas y sociales que puede representar la generalización de esta modalidad de trabajo. Muchas de estas opiniones y propuestas se están planteando como si habláramos de algo inédito y desconocido en las relaciones laborales de nuestro país.

Pues no, el teletrabajo no es algo inédito. No sólo porque ya en los años 70 el físico estadounidense Jack Nilles creaba el concepto “telecommuting”, algo así como llevar el trabajo al trabajador y no el trabajador al trabajo, y con ello ahorrar el doble desplazamiento diario entre casa y oficina. No fue sin embargo hasta mediados de los años 90 cuando los avances en las tecnologías de la información permitieron que grandes empresas estadounidenses empezaran a implantar esta modalidad de trabajo.

Desde entonces, el teletrabajo se ha ido extendiendo en Europa, en unos países de forma más rápida y amplia que en otros, como España, en los que su implantación resultó más lenta, restringida prácticamente a algunas grandes corporaciones empresariales. Pero no estamos en el año cero del teletrabajo en la negociación colectiva en nuestro país. La mayoría, por no decir la práctica totalidad, de las cuestiones que hoy se están poniendo sobre la mesa en las propuestas para una Ley a aprobar por el Parlamento, están apuntadas y recogidas desde hace más de diez años en algunos convenios colectivos de sector o de empresa.

No han faltado referencias para ordenar el teletrabajo desde que en julio del 2002 se firmara el Acuerdo Marco Europeo sobre Teletrabajo. Menos de un año después se firmaba el Acuerdo Interconfederal para la Negociación Colectiva (ANC 2003) en el que se recogía un extenso apartado relacionado con el teletrabajo, con los criterios y la apuesta compartida de CCOO, UGT, CEOE y CEPYME para avanzar en la negociación de los convenios colectivos, su promoción y regulación. Un Acuerdo en cuya argumentación se decía que “si bien aún se trata de una práctica muy incipiente en España, esta podría representar una buena respuesta a las peculiaridades de muchos puestos de trabajo y también un medio, entre otros muchos, de modernizar la organización del trabajo para las empresas y facilitar la conciliación de la vida profesional y personal de muchos trabajadores y trabajadoras al permitir una mayor autonomía en la realización de sus tareas”.

Con la misma filosofía, el XIV Convenio General de la Industria Química, firmado en 2004, ya incluyó un extenso y detallado artículo, el 10º, donde se tratan la mayoría de los temas que hoy están en la discusión de la nueva ley, empezando por el carácter voluntario o la responsabilidad de la empresa en todo lo referido a la revisión del puesto de trabajo en el domicilio y la protección de la salud y seguridad del teletrabajador, etc.

Por seguir con otro ejemplo, entre los muchos que seguro podríamos encontrar, en el que la negociación colectiva ha sabido abordar con éxito la regulación del teletrabajo es el “Libro Blanco del Teletrabajo” en Repsol, firmado por la empresa, CC.OO y UGT en el año 2009. En éste se define con positiva flexibilidad el uso de 5 modalidades de teletrabajo (1 día/semana, 2 días/semana, 3 días/semana, 20% de la jornada diaria y 2 tardes/semana con la jornada del viernes) y se fijan las estrictas condiciones de salud y seguridad del puesto de trabajo con la evaluación de riesgos laborales.

El teletrabajo ha venido para quedarse, con sus ventajas que son muchas, como es la mayor autonomía y flexibilidad positiva, la menor contaminación ambiental de los desplazamientos, las mayores facilidades de conciliación vida personal..., sus inconvenientes, que también son muchos, como puede ser la dificultad de desconectar el trabajo, largas jornadas laborales, riesgos psicosociales, incluyendo el estrés tecnológico o las adicciones tecnológicas...

También el riesgo de perder el sentido colectivo y la relación con los compañeros y compañeras de trabajo, lo que constituye además la base de la organización y acción de los sindicatos. Para todo ello, junto a tantas nuevas realidades que aparecen en la organización y el mercado de trabajo, el sindicalismo deberá innovar y encontrar las formas de incrementar su afiliación y su representatividad en los centros de trabajo, para ser más fuerte y útil ahora, cuando es más necesario que nunca, o al menos como siempre.