Joaquim González
Muntadas
Secretario General
de FITEQA CCOO.
Frente al hecho
de que en los últimos meses muchas de nuestras grandes y prestigiosas empresas
afronten sus dificultades recurriendo al despido como primera opción nos
deberíamos preguntar dónde quedan la famosa ‘gestión del conocimiento’,
o “el capital humano, nuestra
principal riqueza”, con la que tantas páginas se han llenado. Donde
las conferencias y seminarios en los que los ejecutivos explicaban la
importancia del desarrollo del talento y la capacidad de compartir
conocimientos, y dónde la idea de los recursos humanos como pieza clave de la
estrategia empresarial, esencia y eje central de la organización, y las
personas como su principal capital.
Precisamente en
estas difíciles circunstancias es cuando nos enfrentamos al test real de la
fortaleza y vitalidad de la cultura empresarial. Ahora que las empresas
disponen de una nueva legislación, a través de la
Reforma Laboral , que les permite recurrir al
despido de forma fácil, rápida y barata, es cuando la sociedad precisa del
proclamado pensamiento empresarial más acordes con los valores que decían
defender, de los mayores esfuerzos de diálogo con sus trabajadores y sindicatos
para evitar los despidos, a través de la flexibilidad interna negociada y
adaptación a la coyuntura de las condiciones laborales con el fin mantener el
máximo empleo.
Estas
importantes empresas deberían facilitar ejemplos, que fueran más lejos que el
mero cumplir la ley, en la gestión de sus recursos humanos y aportar su
compromiso con el conjunto de la sociedad. Escuchemos a nuestros jóvenes que
emigran a trabajar a otros países europeos cuando nos explican las diferencias
entre aquel mundo del trabajo y el nuestro, cuando resaltan que allí han
percibido un mayor valor al trabajo y un mayor valor al propio
trabajador, a su formación, a su desarrollo profesional y a la transferencia de
conocimientos entre generaciones en la empresa.
Esta crítica la
oímos en cada entrevista a chicos y chicas decepcionados de nuestra sociedad y
de nuestras empresas, al comprobar el bajo valor que damos al trabajo, y que
han visto año tras año a regimientos de jóvenes trabajar en empresas con
fuertes beneficios y que publicitan sus códigos de responsabilidad social,
con falsos contratos en prácticas o de formación y de escaso
contenido didáctico. Es verdad que no son todas, que hay también importantes
excepciones con experiencias muy ejemplares y cuyos esfuerzos deberíamos
reconocer colectivamente para que su ejemplo sirviera de referencia -o incluso
denuncia- hacia otras muchas, pero estas experiencias son demasiado escasas.
Frente a las
opciones empresariales que entienden que en las crisis hay que “ocuparse de lo
importante” menospreciando sus cacareados compromisos. Frente a los empresarios
antiguos, egoístas e ineficaces, ahora, más nunca, es preciso demostrar que la
Responsabilidad Social es
parte consustancial del ADN de la empresa y que sus compromisos se reflejan
también en relación a la contratación de las y los jóvenes. Que los compromisos
son algo más que los pasados espectáculos mediáticos de los grandes
empresarios, "los cuarenta principales", en Moncloa, donde
comprometían la contratación de cientos o miles de nuevos contratos de jóvenes
como si de una subasta pública se tratara, para al final nada, mejor dicho,
para nada más que una publicidad gratuita en los medios de comunicación el día
siguiente.
El empleo
juvenil es algo más que compromisos genéricos y más que leyes y planes y más
planes; es el esfuerzo del conjunto de la sociedad. Y sobretodo será el
resultado de una Acción Sindical decidida de los Sindicatos por situar con
fuerza este objetivo en la negociación colectiva, en los convenios colectivos,
en los pactos de empresa y también el resultado de un mayor compromiso de
las empresas que aspiren a ser responsables socialmente comprometiéndose a
invertir en la formación y consecuentemente, en ayudar a la construcción del
futuro profesional de nuestra juventud.
Como reconocemos
y reclamamos en CCOO, tenemos muchos frentes que merecen sumar esfuerzos, pero
la grave destrucción de empleo y, especialmente, el paro juvenil, deberían
presidir todas las negociaciones entre patronal y sindicatos en los sectores y
en las empresas, porque la pregunta de a qué o a quién estamos esperando para
afrontar esta lacra social que supone que más de la mitad de los jóvenes esté
sin trabajo y sin futuro, debería perseguir a todas horas a los agentes
políticos, sociales, económicos y al conjunto de la sociedad. Respondamos
pronto.