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El
sindicalismo español inicia este mes de septiembre un periodo de especial
trascendencia para su futuro y para el de la clase trabajadora. Primero, a
través de un amplio programa de movilizaciones previstas para el otoño:
concentraciones, asambleas, marchas, referéndum y, previsiblemente, Huelga
General, en un sostenido programa de contestación a la política del Gobierno de
Mariano Rajoy, para cuyo éxito la militancia sindical se está organizando junto
a centenares de organizaciones sociales y políticas, en defensa del empleo, de
condiciones de trabajo dignas, de derechos sindicales y en contra de la
política de recortes y el desmantelamiento del Estado de bienestar.
Segundo, e igualmente importante, el sindicalismo se plantea la
apremiante necesidad de responder y afrontar, con inteligencia y eficacia, los
profundos cambios legislativos, económicos y en el mercado de trabajo que hemos
conocido, que condicionan de forma muy profunda la Negociación Colectiva
y los cientos de convenios aún sin resolver. Estos cambios reclaman que en este
frente hay que concentrar todos los esfuerzos para evitar el riesgo de que la
acción general diluya la acción sindical en los centros de trabajo, ya que
constituiría el mejor regalo que podría recibir la derecha de nuestro país y el
mayor éxito que se cobraría la Reforma Laboral.
Necesitamos readaptar muchas propuestas, incluida la concepción
de la propia acción sindical en la empresa, para que sin abandonar ni lo más
mínimo el convenio sectorial, podamos corregir la extendida realidad de que en
la gran empresa es el convenio de empresa quien regula en exclusiva las
condiciones de trabajo, sin referencia al convenio de sector, mientras las
empresas medianas y pequeñas tienen como única referencia el convenio de sector
y sus mínimos salariales, sin negociación de condiciones colectivas al
considerarse las mejoras sobre el convenio de sector como concesiones
voluntarias del empresario, muchas veces individuales, y absorbibles en la
mayoría de las ocasiones.
La peyorativa reforma de la Negociación Colectiva
que ha representado la
Reforma Laboral , modificando el equilibrio mínimo que exige
el derecho del Trabajo en las relaciones empresa-trabajador, debería ser un
estímulo para que el movimiento sindical proceda a una profunda revisión de la
actual estructura de la Negociación Colectiva , donde los actuales
convenios de sector se modifiquen para convertirse de verdad en instrumentos
que faciliten unas relaciones laborales maduras en las empresas. La mejor
garantía de que el convenio de sector tenga una eficacia general es que sea un
instrumento útil, lo que hasta hoy, hemos de reconocer, no ha sido la virtud de
la mayoría de los convenios de sector.
No es buen signo de nuestra Negociación Colectiva que en muchos
convenios aún hoy sea novedad la superación de las categorías profesionales, la
regulación de la movilidad funcional, la bolsa de horas en la gestión de la
jornada irregular para afrontar las necesidades de adaptación puntual a la
demanda, como tampoco es buen signo que en los convenios de sector sea novedad
la regulación de conceptos como salario variable, individual o colectivo, que
conviviendo con salario convenio y otros conceptos fijos, responda a objetivos
medibles y objetivables. O que sea una novedad el desarrollo de los derechos
sindicales no con formulaciones genéricas o simplemente de mejora cuantitativa
sobre la legislación, sino de derechos pensados y formulados precisamente para
abordar mayores niveles de participación para abordar precisamente estas
cuestiones muy normalizadas en la mayoría de los países europeos.
Que todos o muchos de estos conceptos sean todavía nuevos en no
pocos de nuestros convenios colectivos y, en cambio, sean una realidad a veces
no negociada en muchas empresas, no hace sino expresar un déficit, y la
necesidad de modernizar los instrumentos, estructura y contenidos de la actual
negociación colectiva.
Por todo ello es necesario reafirmar la necesidad de una acción
sindical con los pies en los centros de trabajo, para afrontar todas aquellas
materias que deberían ser hoy más determinantes que nunca en las relaciones
industriales y laborales, porque no afrontarlas, o abandonarlas atenazados por
la crisis, supondría un grave retroceso en las condiciones de trabajo y en el
propio papel y la función de los sindicatos.
Hay que situar, como recogen con
claridad Los
Criterios para la
Negociación Colectiva y la Acción Sindical
para 2012 y 2013 aprobados
por la Comisión
Ejecutiva de la Confederación Sindical
de CC.OO el pasado mes de Julio, la necesidad de redoblar en los centros de
trabajo la acción sindical sobre el derecho a la formación, la contratación,
las políticas de igualdad, la conciliación, la salud laboral, el desarrollo de
la carrera profesional... , unido a una contundente ofensiva por ejercer y
ampliar al máximo los derechos de información, consulta y negociación de los
representantes sindicales sobre la marcha y evolución de la empresa. Por
difícil y compleja que sea, la negociación colectiva sigue siendo la
responsabilidad y la actividad por excelencia de las organizaciones sindicales
y, por ello, es tan prioritaria como las movilizaciones sindicales generales,
como hemos visto y seguiremos comprobando en este próximo'otoño caliente'.