Joaquim González
Muntadas
Director de
Ética Organizaciones SL
El pasado 13 de mayo la agencia IPS publicaba, junto a su fotografía, la
exclamación de una joven de 18 años trabajadora del textil de Bangladesh
llamada Shapla que decía: "Me desespera el futuro”, una frase que define
como pocas lo ocurrido el pasado jueves 28 de noviembre en este país.
La noche del 28 se incendia una fábrica textil en Bangladesh, que con
18.000 empleados, es una de las mayores de este país. Según las autoridades, el
fuego fue provocado por los trabajadores, furiosos por los rumores de la muerte
de un compañero a causa de los disparos de la policía. Bangladesh está una vez
más en el centro de la atención mundial, lo estuvo hace unos meses por la
mayor catástrofe industrial de la historia que causó 1.130 muertos y más
de 2.500 heridos. Y lo está siendo también estas últimas semanas por las
violentas protestas y movilizaciones de los trabajadores textiles que llevaron
al cierre a cientos de fábricas, reivindicando aumentos salariales para pasar
de la actual situación insostenible de un salario mínimo de 29€ mensuales, a 70€
y 100€, mínimos aún de miseria.
Cada acontecimiento que sucede en este país, uno de los más pobres del
planeta, nos recuerda que los compromisos de Responsabilidad Social de las
grandes marcas de la moda que en él operan, para ser algo más que palabras, deben
traducirse en acciones que lleven a garantizar un salario digno a las personas
que intervienen en la confección de sus prendas en toda su cadena de valor.
Un salario digno debe tener como referencia el concepto de "salario
vital", que se resume como aquel que debe percibir en efectivo un
trabajador en su jornada legal de trabajo de modo que le asegure alimentación
adecuada, vivienda digna, educación, vestuario, asistencia sanitaria,
transporte, esparcimiento y vacaciones y previsión social. Desgraciadamente
esto está aún muy lejos de la realidad de millones de personas en el mundo.
Las multinacionales, para tener credibilidad, deben traducir sus
compromisos de salario digno, contemplados en sus Códigos de Conducta, en
condiciones en los contratos de compra para que el coste del producto esté
vinculado al "salario vital". Es ahí donde debe probarse la seriedad
de tales compromisos y su eficacia, además de ejercer su influencia, que es
mucha, sobre gobiernos y organizaciones patronales de los países de sus
proveedores, para garantizar el derecho a la negociación colectiva en las
fábricas y la libertad de afiliación sindical de los trabajadores. También
favoreciendo con sus pedidos a aquellas empresas con representación sindical,
ya que es la mejor garantía de cumplimiento de la legalidad y de sus códigos de
conducta.
Esta necesaria intervención de las multinacionales del vestido en
Bangladesh no puede desarrollarse por parte de cada multinacional de forma
aislada. Porque no hay una sola que tenga suficiente fuerza o recursos, pero,
también porque no se trata de una acción filantrópica, sino de su incidencia en
el mercado de trabajo sobre una amplia estructura empresarial, en general poco
decente, sobre unas 6.000 empresas textiles del país, con casi 5 millones de
trabajadores, de entre las cuales unas 2.000, con más de 2 millones de
trabajadores, fabrican prendas de vestir simultáneamente para diversas marcas
mundiales.
Es precisa la alianza y el compromiso de las empresas más importantes,
como el realizado ya por las 110 que han firmado el Acuerdo con el sindicalismo
internacional, IndustriALL y UNI, para la seguridad de las fábricas en
Bangladesh tras el accidente del pasado mes de abril. Siguiendo la misma
política de alianzas y suma de esfuerzos, hay que promover el empoderamiento de
los trabajadores y sus representantes, desde mecanismos efectivos que
favorezcan la creación de sistemas de diálogo social.
La noticia del incendio por parte de los trabajadores de su fábrica no
es un accidente fortuito sino la expresión de unas relaciones laborales y
sociales que ni las multinacionales, ni por supuesto sus clientes, pueden
aceptar como parte del escenario inevitable de su negocio y que este se pueda
sustentar con la desesperación por su futuro de millones de personas como la
joven Shapla. Las multinacionales. en una amplia alianza con los
sindicatos, ONGs, Organizaciones Internacionales, etc, tienen
conocimientos, fuerzas y medios para mejor la situación. Toca actuar y rápido.