Se está proyectando en los cines de nuestro
país la
hermosa película Dos días, una noche, escrita y dirigida por Jean-Pierre y Luc
Dardenne. Con un argumento sencillo y real como la
vida misma, la última película de los hermanos Dardenne muestra, mejor que
decenas de ponencias, la compleja realidad del mundo del trabajo enla
Europa de hoy.
De manera especial
trata la realidad laboral de muchas pequeñas empresas
donde no existe organización sindical que pueda mediar y canalizar el conflicto
de forma colectiva, quedando así solo la relación individualizada y muy
desigual de cada trabajador con su empresa.
La película nos
muestra las contradicciones entre los intereses
individuales y los colectivos. Cómo la crisis y el paro pueden hacer perder la confianza y
debilitar la dignidad de las personas. En la película no hay juicios de valor,
ni buenos ni malos, sólo realidades, necesidades, prioridades y miedos.
La historia es muy
simple: los jefes de Sandra, una trabajadora belga de una pequeña empresa
manufacturera deciden despedirla ante las dificultades económicas que vive la
empresa. Pero, en lugar de asumir la responsabilidad de la decisión, presentan
al resto de la plantilla la posibilidad de que si la mayoría vota a favor de
renunciar a la paga anual de mil euros que estaba comprometida, Sandra puede
mantener su puesto de trabajo.
La trabajadora,
animada por su marido y una compañera de trabajo, tiene un fin de semana, Dos días y una noche, para tratar de convencer a la mayoría de sus dieciséis
compañeros de trabajo para que el lunes voten rechazar el cobro de los mil
euros para evitar su despido.
No es mi intención
explicar más el argumento, sólo decir que la película
muestra sin exageraciones ni panfletos, el dilema que hoy se vive en el mundo
del trabajo, cada día más fragmentado y dispar donde convive la realidad
de las grandes empresas y los sectores públicos con negociación colectiva y
representantes sindicales con la realidad, cada vez más numerosa en
Europa, de millones de trabajadores y trabajadoras de pequeñas empresas sin
convenio, sin presencia sindical y sin derechos.
Más allá del
resultado final de la votación, si Sandra gana o pierde, si consigue conservar
o no su puesto de trabajo, la película nos muestra un
magnífico ejemplo de dignidad obrera, de valentía y de resistencia frente a la
adversidad.
La lección no la
determina el resultado final, sino la difícil decisión de luchar por conseguir
la solidaridad de sus compañeros y mantener su puesto de trabajo. O mejor dicho, la valentía
para conseguir la conciencia de grupo, esa conciencia que durante décadas ha sido la
esencia y la principal base que ha permitido a los trabajadores y trabajadoras
construir y mantener sus organizaciones sindicales y la lucha por la conquista
de los avances vividos en derechos, mejora de las condiciones de vida y trabajo
y progreso social.
Hora y media de
película que pasa volando, pues describe esa geografía tan presente en nuestro
mundo del trabajo real, pero al mismo tiempo tan ausente o disimulado por los
medios de comunicación: el paro, la pobreza, la depresión, la solidaridad o el
miedo. Es un valioso documento que va más allá de las historias habituales que
presentan un mundo del trabajo compuesto por empleados irreales de sectores absolutamente
minoritarios como los tecnológicos, los medios de comunicación, las finanzas o
la moda.
Por esto, como
recomienda a sus alumnos el profesor de Derecho del Trabajo, Eduardo Rojo, en
su artículo Dignidad, solidaridad, respeto, miedo,
egoísmo, individualismo: el mundo del trabajo hoy”, hay que ver este película, donde “aunque no haya
mucho contenido jurídico, hay mucha realidad social, mucho mundo del trabajo
frágil y precario”.
Creo que este
consejo puede ser igualmente útil para aquellas personas comprometidas con la
causa sindical y para quienes se preocupan por las relaciones laborales, pues
encontrarán evidencia de que éstas son mucho más que leyes y normas, por muy
importantes que éstas sean.
Es
determinante el factor humano, el que se teje desde las relaciones individuales
y colectivas, que construye la unidad, el compañerismo y la solidaridad que han
sido y son los cimientos del sindicalismo tan necesitado hoy de reforzar y tan
imprescindible en las empresas para poder decir, como se oye en el final de
película: “Hemos luchado bien”.