19 de diciembre de 2018 MINISTERIO DE TRABAJO, MADRID
Quiero dedicar estas palabras a
Salvador López, recientemente fallecido, como reconocimiento a su persona, a su
militancia sindical. Y hoy especialmente a su trabajo y protagonismo desde la
primera línea en la construcción, negociación y aplicación del Convenio General
de la Industria Química. Gracias Salva
por tu inteligencia, honestidad y capacidad de trabajo, que están reflejadas en
cada uno de los artículos de este convenio colectivo. Gracias Salva.
Hace ahora cuarenta años, en el inicio
de la normalización democrática de nuestro país y al calor de los Pactos de la
Moncloa y del debate constitucional, unos jóvenes sindicalistas y no menos jóvenes
dirigentes empresariales decidimos no seguir la inercia de la arquitectura y la
estructura de la negociación colectiva heredada del franquismo. Decidimos
innovar creando un convenio colectivo de nueva planta con la voluntad de
cambiar los viejos ámbitos, materias, formas y maneras de negociación.
Aspirábamos responder a las exigencias
de un nuevo tiempo económico y político. A los nuevos tiempos de libertades políticas
y, con ellas de libertad sindical. Queríamos crear unas relaciones laborales más
parecidas a la realidad de otros países europeos.
Era una empresa arriesgada, sin duda,
ya que ni unos ni otros, ni la patronal ni los sindicatos, teníamos referencias
pasadas de relaciones laborales en democracia.
Sobre todo porque éramos conscientes que representaba una ruptura
radical, disruptiva como se dice ahora, del viejo modelo de relaciones
laborales del viejo vertical.
Han pasado cuatro décadas en las que
se han vivido periodos, por suerte la gran mayoría, de fuerte unidad sindical
entre CCOO y UGT. También de graves diferencias superadas gracias a que
salieron en nuestra ayuda la generosidad y la inteligencia. Por ello sigue
existiendo este convenio, de lo contrario ya estaría enterrado hace años y para
siempre. También, pido disculpas a FEIQUE por entrar en su terreno, pero también
las patronales de la Industria Química han vivido severas y profundas
discrepancias en en determinados momentos de la vida de este convenio. Pero que ha sabido superar con una formula
tan sencilla como es la disciplina de la democracia tras un votación, algo nada
habitual en la cultura de las patronales de nuestro país, que por norma
resuelven sus diferencia con el bloqueo, lo que, de haber prosperado aquí hubiera
también enterrado este convenio.
Quizás han sido las muchas dificultades vividas en su creación, negociación y aplicación las que le dan más mérito a este convenio, digamos, tan “particular”, por no decir “extraño”, incluso hay quienes lo califican de “estrafalario”, en el mundo de las relaciones laborales de nuestro país.
A veces, repasando en frio las
dificultades evidentes que existían para su creación he pensado que el CGIQ es
cómo el abejorro. Ya sabéis: “ese animal que está demostrado que aerodinámicamente,
por su tamaño, peso y cuerpo… es imposible que pueda volar. Pero la
realidad es que vuela. Igual es porque él
no es consciente de esas dificultades
que vuela.”
Pues creo que a nosotros nos sucedió algo
parecido. Un análisis racional no era la Industria Química el sector más lógico
para emprender la arriesgada empresa de modernizar su negociación colectiva y
adecuarla a la nueva realidad económica, empresarial y sindical.
Pero fue la química, a pesar de
nuestras debilidades evidentes para poder responder con solvencia al reto de
negociar y aplicar un convenio de estas dimensiones a los 300.000 trabajadores
que en aquellos tiempos había en nuestra industria en todo el país. Teníamos
fuerza de combate y capacidad de movilización, porque sin ellas el CGIQ no
existiría. Pero carecíamos de estructura y de recursos para gestionarlo. No los
teníamos. Ni los sindicatos CCOO y UGT, ni tampoco FEIQUE.
El convenio exigía recursos y
estructura para su aplicación en los centros de trabajo, ya que una de las
novedades del este convenio era el cambio importante en la función de los
sindicatos, porque ésta no finalizaba con su publicación en el BOE. Muy al
contrario, ahí empezaba. Ahí estaba la novedad y la complejidad de la MSB, la
nueva clasificación profesional que enterraba las viejas categorías sustituyéndolas
por grupos profesionales, la congelación de la antigüedad, la conversión en
salario fijo de decenas de pluses de asistencia, puntualidad y todos los
voluntarios, lo que representó un cambio radical en la hoja de salarios, etc,
etc
Pero sobre todo era imprescindible la
nueva estructura sindical, porque el convenio desde su inicio está pensado con
una nueva mirada en relación al protagonismo del sindicato en la empresa, con
nuevas competencias y derechos para su acción sindical. No olvidemos que
estamos hablando de una iniciativa siete años antes de la publicación de la Ley
Orgánica 11/1985, de 2 de agosto, de Libertad Sindical, y el CGIQ anticipo no
pocos artículos de esta Ley.
Pero creo que lo afrontamos así porque
fuimos conscientes, como se demostró con el tiempo, que es cierta la teoría de
Jean-Baptiste Lamarck, aquel naturalista francés que dejo escrito que “la función
crea el órgano y la necesidad la función”. Y así fue, el convenio necesitaba
unas organizaciones fuertes, organizadas y disciplinadas y precisamente esa
necesidad fue el mejor acicate para avanzar en este objetivo.
Creo que podríamos afirmar, al menos
yo estoy convencido de ello, que nunca FEIQUE, ni tampoco las dos federaciones
sindicales de CCOO y UGT, hubieran sido lo que han sido durante estos cuarenta
años sin el CGIQ. Porque, además de haberles dado sentido, nos ha exigido
demandas y retos mayores que en otros sectores, retos a los que hemos tenido
que responder y que explican, en gran medida, mucha de las particularidades de
estas tres organizaciones tanto en el mundo empresarial, como sindical.
Pero en el fondo, ¿dónde está el valor
real y práctico del CGIQ, me han preguntado muchas veces?
Mi respuesta siempre ha sido la misma:
en su utilidad a las empresas y a los trabajadores y trabajadoras del
sector y que la convierte precisamente
en una potente arma de presión tanto a a patronal, como a los sindicatos a la
hora de su negociación. La presión de la necesidad de mantenerlo y de cuidarlo
para que siga siendo útil.
Digo esto porque no han sido pocas las
ocasiones que dentro de mi sindicato he oído críticas porque hacía muchos años
que no se hacían huelgas en las negociaciones de este convenio colectivo. Y
siempre he respondido con lo que aprendí en la conversación que tuve sobre la
negociación colectiva con un dirigente sindical del la Federación Sindical IG
Química alemana al que hice la misma observación. “Compañero, lleváis décadas sin convocar huelgas en el sector químico en
la negociación de su convenio sectorial” le dije. Su respuesta reconozco que me
impacto. “Querido compañero” me contestó, “porque somos fuertes y la patronal
lo sabe”. Y siguió: “sólo los pobres
tienen que estar extendiendo cheques para demostrar o aparentar que son ricos.
A nosotros, la IG Química, no nos hace falta convocar y hacer huelga en cada
negociación. La patronal ya sabe que tenemos fuerza para hacerla. Es
precisamente esa fuerza la que está presente permanentemente en la mesa de
negociación. Y cuándo lo tenemos que hacer, es que la patronal ha olvidado o
desconfía de nuestra fuerza”.
FEIQUE siempre ha sabido que en este
sector CCOO y UGT son fuertes y representativos en las empresas del sector. Y
estos que FEIQUE es una patronal organizada y disciplinada. Y sobre todo ambos,
patronal y sindicatos, que una negociación cooperativa sienpores precisa de un
equilibrio de fuerzas e intereses razonable.
Durante estos cuarenta años las dos
partes han sido conscientes de que el convenio debe expresar los salarios y
condiciones de trabajo reales de las decenas de miles de trabajadores y
trabajadoras afectados. Y debe también responder a los cambios constantes en la
industria y el trabajo. Han sido conscientes de que el día que deje de ser útil
o se rompa el razonable equilibrio de intereses no habrá fuerza capaz de
mantenerlo vivo. Por esto, en mi opinión, algunos aspectos de la última Reforma
Laboral han supuesto una dificultad añadida a la filosofía de este convenio
porque claramente debilita el necesario equilibro. Precisamente en un convenio
colectivo como éste que en toda su historia ha demostrado su voluntad de
defender la “autonomía colectiva”. O sea la defensa del poder conjunto de
decisión de los representantes de los trabajadores y de los empresarios a través
de la negociación colectiva, como ha demostrado, negociación tras negociación,
con su contenido.
Y unas palabras aún para acabar y
buscar la moraleja. Hemos oído y leído muchas veces que este Convenio puede ser
un ejemplo muy útil para los cambios y la modernización que precisa la
negociación colectiva de este país. Estoy efectivamente convencido de que puede
ser un buen testigo ante la difícil situación política y social que vivimos. Un
testigo de las ventajas de sumar fuerzas y de compartir objetivos, de las
ventajas de poner la fuerza de unos, los más fuertes, para empujar al conjunto.
Un testigo en unos tiempos políticos en los que, lamentablemente, prima el
agravio comparativo como motor principal de la movilización, la defensa de las
diferencias y los espacios particulares.
Por esto es tan necesario seguir
trabajando por unas relaciones laborales e industriales maduras, alejadas de
radicalidad, demagogia y de populismo.
Así que os deseo, a la patronal y a
los dos sindicatos, mucha inteligencia, innovación, valentía, trabajo y, como
no, también, un poquito de suerte.
Muchas gracias.