George Eastman, fundador de Kodak hace 131 años, levantó un
imperio industrial que llevó a esta compañía al liderazgo mundial de la
industria del filme durante más de 100 años, impulsado por la innovación
permanente. Cuando el pasado mes de enero se declaró en bancarrota voluntaria,
contaba con menos de 15.000 empleados, mientras que hace 20 años tenía
una plantilla de 150.000. No haber sabido gestionar el cambio desde una
posición de liderazgo en el sector constituye la lección de este final, y ello
no sólo es válido para el mundo empresarial e industrial, sino también para los
ámbitos sociales, políticos, educativos, profesionales y personales.
La lección
en este caso no es que un producto quede obsoleto y la empresa pierda cuota de
mercado como resultado de la innovación e investigación de sus competidores, lo
que es en gran parte la historia de la humanidad, el darwinismo que ha marcado
la evolución de la industria y los servicios, la historia misma del progreso
que aporta la innovación permanente en productos y procesos. Tampoco se trata
del liderazgo que una gran empresa puede perder, quebrando incluso, de la misma
forma que otra puede escalar al primer puesto mundial en un sector cuando su
innovación en la gestión y/ o en el producto es acertada, de lo cual tenemos
más de un ejemplo en nuestro país en el sector de la Moda o en la Industria Farmacéutica.
La lección
a aprender en este caso es que el producto que desbanca absoluta y totalmente
al muy rentable negocio del filme del que era líder Kodak, es precisamente la
cámara digital, cuando, y esto es la enorme paradoja, quien inventó la primera
cámara digital en el año 1975 fue precisamente Kodak. Ésta pudo haber liderado
y conducido a paso veloz el cambio del sistema analógico a la nueva era
digital.
Fueron las
consecuencias del conservadurismo, o incluso la soberbia del líder, lo
que les llevó a pensar, erróneamente, que si el impulso al cambio no lo
daban ellos, que tenían la mejor tecnología, la publicidad, la distribución,
los puntos de venta etc, la cámara digital quedaría en el baúl de los inventos.
Pero KODAK malinterpretó los cambios, los afrontó con lentitud en un mercado
que exigía más rapidez, y centró la innovación en la mejora de su anterior
producto por miedo a ir en contra de su propio mercado.
La lección
que KODAK enseña con mucha claridad es que gana quien desafía y arriesga con
nuevas propuestas, el que encuentra aquello que la sociedad necesita y que
otros no han sabido leer, quien vence el miedo, es creativo y arriesga.
La prepotencia del líder es la peor consejera para la gestión y sólo desde la
modestia podemos construir un verdadero diálogo con la realidad. Las ideas para
la innovación suelen provenir de la capacidad de escuchar a quienes están en
primera línea de contacto con el día a día y no de la jerarquía basada en el
poder; ni siquiera por haberlo hecho muy bien en el pasado. Su miedo al cambio
frenó su crecimiento y el miedo a las nuevas ideas frenaron la creatividad y la
innovación. El miedo a nuevos planes, a nuevas maneras de trabajar y de
producir, quizás será conocido en el futuro como actitud y comportamiento
"Kodak".
Algo
parecido, junto mensajes confusos durante años y alianzas de gobierno
contradictorias, le puede haber sucedido al ahora principal partido de la
oposición en Catalunya, el Partit dels Socialistes del Catalunya (PSC), que
durante un largo periodo ha dirigido con todos los medios a su alcance
prácticamente todas instituciones catalanes -Generalitat, Diputaciones y los
principales ayuntamientos- y no ha sabido entender la altísima abstención de su
electorado año tras año en las elecciones catalanas. No ha sabido valorar o
escuchar que la abstención de una parte muy importante de su base electoral
situaba su interés por la acción del Gobierno y el Parlamento Catalán en un
segundo nivel, entendiendo, quizás, que “eran cosas de nacionalistas”. Esta
falta de interés del PSC reflejaba una peligrosa desidia, rota solamente con
exclamaciones de preocupación y promesas de enmienda la semana posterior a cada
elección, pero pronto olvidadas gracias el liderazgo confortable en el que han
vivido durante décadas.
La cómoda
mayoría institucional ha hecho de los dirigentes del PSC los principales
responsables de la actual pérdida de su espacio político ("de la pérdida
de competitividad"). Tan responsables directos como lo serán ahora si no
demuestran capacidad de reacción para construir un mensaje político claro,
comprensible para su potencial electorado; un mensaje que esperan aquellos
que aspiran a una “Catalunya Gran” por su justicia social y solidaridad en una
España hecha de singularidades potentes y sensatas, capaces de entenderse y de
respetar el proyecto común, de aquellos que creen que las cosas pueden ser de
otra manera y luchan por una Europa, España y Catalunya mejores que las
actuales gobernadas por las derechas y al servicio de los poderosos. Y para
ello, es imprescindible la amplia y comprometida movilización de la ciudadanía
progresista de Catalunya el próximo 25 de noviembre.